Texto
del Evangelio (Lc 21,5-11): En
aquel tiempo, como dijeran algunos acerca del Templo que estaba adornado de
bellas piedras y ofrendas votivas, Jesús dijo: «Esto que veis, llegarán días en
que no quedará piedra sobre piedra que no sea derruida».
Le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo sucederá eso? Y
¿cuál será la señal de que todas estas cosas están para ocurrir?». Él dijo:
«Estad alerta, no os dejéis engañar. Porque vendrán muchos usurpando mi nombre
y diciendo: ‘Yo soy’ y ‘el tiempo está cerca’. No les sigáis. Cuando oigáis
hablar de guerras y revoluciones, no os aterréis; porque es necesario que
sucedan primero estas cosas, pero el fin no es inmediato». Entonces les dijo:
«Se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá grandes
terremotos, peste y hambre en diversos lugares, habrá cosas espantosas, y
grandes señales del cielo».
Comentario del Evangelio
Hoy escuchamos parte del ‘Discurso escatológico’ de
Jesús. Son sus profecías acerca del final de los tiempos. Jesucristo es el
Profeta, el definitivo. Pero, ¿qué es un profeta? ¿Un adivino? ¿Un visionario?
Los profetas paganos son meros adivinos que satisfacen la curiosidad de sus
oyentes. ¿Y Jesús? Él —como buen profeta— es maestro: nos muestra el camino que
hemos de seguir…
—Entonces, ante tanto suceso apocalíptico, ¿cuál es el
camino? Actitud de vigilancia, «porque vendrán muchos usurpando mi nombre».
Desde hace algunos siglos, el ‘deporte’ preferido por muchos es ocupar el lugar
de Dios. Pues, ya sabes: «No les sigáis».
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