Las
llamadas nuevas tecnologías están invadiendo todas las actividades humanas. Más
bien deberíamos decir que las han invadido ya. Basta ver las tiendas, las
oficinas, los despachos, los medios de comunicación social. En todas partes
vemos aparatos, monitores, pantallas, escaners, teclados, diskettes, compact
discs, impresoras, colores... Todo sucede como si nadie pudiera trabajar sin
tener a su alcance un ordenador, que lleva en sus entrañas las complicadas
estructuras de los modem, conectadas con el universo exterior a través de
servidores fieles y atrevidos. Todos conocemos algunos de sus nombres. En este
campo no se detiene la investigación ni el progreso. Lo que ahora es moderno,
nuevo, dentro de unas semanas se convierte en algo anticuado, inservible.
Todos
estamos sumergidos en este mar que puede parecer milagroso, incomprensible para
muchas personas de una cierta edad.
Nuestra
Iglesia Católica también se siente sacudida por todo este agitado mundo de la
informática, de los e-mails o correos electrónicos y de estas terribles tres
WWW, que, traducidas al castellano, significarían: ‘La Telaraña Extendida por
todo el Mundo’.
Pero
la Iglesia es portadora de un Mensaje Evangélico y de unas Realidades Sagradas,
establecidas por su Creador, Jesucristo, el Hijo de Dios, el Hijo del Hombre,
hace más de dos mil años, que van a durar hasta el final de los siglos.
La
Iglesia, impertérrita en su labor comunicadora y santificadora, no se inquieta.
Pero a veces experimenta que estos medios modernos se le escapan porque son
utilizados por personas o entidades poco serias o eminentemente comerciales.
La
Santa Sede ha enviado una nota al episcopado del mundo para recordar a todos
los sacerdotes que no está permitido utilizar medios (como el correo electrónico o el fax) para consultar cuestiones
cubiertas por el sigilo del sacramento de la Confesión.
Lo
sagrado es lo sagrado. Lo establecido por Jesucristo debe ser tratado siempre
con mucho cuidado, teniendo siempre en cuenta las normas emanadas de la
Tradición Divina y de las Normas de las autoridades eclesiales competentes.
La
confesión sacramental por correo electrónico es imposible. Porque el correo
electrónico puede esconder la personalidad del que comunica. Los que usamos
este medio sabemos perfectamente que, por desgracia, existen personas y
empresas que lo utilizan para sus fines comerciales, y hasta al servicio de sus
ideologías bastardas y de sus concepciones materialistas y pecaminosas. Las más
extravagantes y agitadas imágenes llenan los monitores de los que se comunican
por Internet.
Hay
que ir con mucho cuidado en la utilización de estos medios electrónicos para
fines de consultas serias sobre cuestiones de conciencia y de moral.
Esta
sería una parte muy importante de los problemas que nos plantean las nuevas
tecnologías. Es la que podríamos llamar la ‘cara negativa’.
Pero
también existe la ‘cara positiva’. La Iglesia tiene un mandato de su fundador,
Jesucristo, de comunicar al mundo entero su mensaje salvador, divinizador. El
se despidió de los Apóstoles y Discípulos, dándoles un mandato: “Id por todo el
mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea
bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará” (Evangelio de San Marcos, capítulo 16, vers. 15. Traducción de la
‘Biblia de Jerusalén’).
Las
nuevas tecnologías, los E-mails y los WEBS ofrecen a la Iglesia la posibilidad
de hacer llegar el mensaje de Jesús a todas las Naciones, a todas horas, a
todos los que estén atentos en la soledad de sus aparatos, a los tristes y
oprimidos, a los que buscan y quieren encontrar el camino de la Verdad y de la
Vida, la posibilidad de lo eterno y de lo feliz.
Nuestro
pensamiento debería esforzarse por utilizar estos nuevos medios de un modo
incansable, siempre novedoso, para que la humanidad sea más cristiana y más
alegre, más pacífica y más solidaria, con un espíritu más fraternalmente
ecuménico. Han aparecido numerosas iniciativas que ofrecen a todos los modernos
apóstoles la posibilidad real de proclamar la Buena Nueva a toda la creación,
extendiendo sus manos abiertas a todos los que buscan sinceramente encontrarse
con el Ser Supremo, Dios. RA
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