Las razones de
este llamamiento quedan explícitamente reflejadas en el documento: ‘Las grasas
trans son letales: hasta 500.000 personas mueren cada año en todo el mundo
debido a las consecuencias que acarrea su ingesta, principalmente las
cardiopatías coronarias’.
Con motivo de
la publicación de este informe, la Fundación Española del Corazón (FEC)
recuerda que la evidencia sobre los efectos perjudiciales de los ácidos grasos
trans a nivel cardiovascular es amplia: se sabe que un alto consumo de este
tipo de grasa aumenta en un 34% el riesgo de muerte por cualquier causa y en un
28% las muertes por cardiopatías coronarias.
“Por un lado
-explican desde la FEC- la ingesta de ácidos grasos trans incrementa la
concentración de colesterol LDL (el malo), y disminuye la concentración del
colesterol HDL, que es más beneficioso. Además, el consumo de este tipo de
grasas se asocia a un aumento del nivel de triglicéridos y de inflamación y
esta última tiene un papel importante en el desarrollo de la diabetes y la
arterioesclerosis que, a su vez, incrementan el riesgo cardiovascular”.
El ‘tabaco’ de los productos alimenticios
“Las grasas
trans (o ácidos grasos trans) surgen artificialmente al someter los aceites
líquidos de origen vegetal a un proceso de hidrogenización a altas presiones y
temperaturas. El objetivo de este proceso es conseguir, por un lado, que estos
aceites sean sólidos a temperaturas de 4 a 30°C, lo que facilita su
manipulación; y, por otro, retardar en lo posible el proceso de deterioro
progresivo (enranciamiento) que sufren todas las grasas con el tiempo”, comenta
al respecto Francisco Botella, coordinador del Área de Nutrición de la Sociedad
Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN). Tal y como explica Botella, el
uso de grasa hidrogenada evita que el producto tenga un aspecto y una
consistencia más aceitosa, proporcionándole, en cambio, una característica
cubierta brillante y un interior esponjoso. “Por ello, si no se usara este tipo
de grasas, el alimento se estropearía antes y ese aspecto de estar recién hecho
se mantendría poco tiempo”.
En la misma
línea, en el documento de la OMS se incide en que este tipo de grasas son
baratas y prolongan el periodo de conservación de los alimentos procesados, “pero
sin embargo, no se conocen sus posibles beneficios para la salud, y si lo que
se quiere es preservar el sabor y la consistencia de un producto, se pueden
sustituir fácilmente por otros ingredientes. Por ejemplo, los aceites vegetales
parcialmente hidrogenados pueden reemplazarse por otros aceites vegetales más
saludables, que no son más caros y también aportan buen sabor, como los aceites
vegetales de alto contenido en ácido oleico. En definitiva, las grasas trans no
son otra cosa que perjudiciales, y, en pocas palabras, se podrían considerar
como el tabaco de los productos alimenticios”.
Dos gramos diarios (y si son menos, mejor)
Respecto a los
riesgos derivados del consumo habitual de grasas trans, Irene Bretón,
presidenta de la Fundación de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición
(Fseen), explica que “ingerir tan solo 5 g de grasa trans al día (el
equivalente a la que aporta, por ejemplo, un cruasán industrial estándar)
aumenta un 25% el riesgo de padecer una enfermedad cardiovascular. Por esta
razón, la OMS recomienda que el consumo de este tipo de grasas no supere los 2
g diarios, o, lo que es lo mismo, el 1% de la ingesta energética total”.
Otras
instituciones son aún más estrictas al respecto: “La Agencia Española de
Seguridad Alimentaria y Nutrición (Aesan) estima que en nuestro país la ingesta
de grasas de origen industrial es de unos 2,1 g/día, lo que equivale al 0,7%
del aporte calórico total, y, en este sentido, reconoce los esfuerzos de la
industria en la disminución progresiva del contenido de grasas trans en los
alimentos industriales”, apunta Bretón, quien pone como ejemplo paradigmático
de este esfuerzo el caso de la margarina, “que ha sido una de las fuentes
clásicas de grasas trans en la dieta. Sin embargo, el proceso de elaboración ha
evolucionado mucho en las últimas dos décadas y en la actualidad, las
margarinas suelen tener un contenido inferior al 1% de las grasas trans”.
En la misma
línea, la EFSA (Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria) y la FDA (agencia
del medicamento de Estados Unidos) recomiendan que el consumo de las grasas
trans sea el más bajo posible. De hecho, desde 2015 la FDA prohibió su uso en
los alimentos procesados industrialmente.
Por su parte,
Andrés Íñiguez, presidente de la FEC, hace hincapié en la importancia de,
frente al consumo de grasas trans, apostar decididamente por la dieta
mediterránea, “que es la que ha demostrado más beneficios para la salud del
corazón, reduciendo en un 30% el riesgo de enfermedad cardiovascular, y que
supone la introducción en la alimentación habitual de verduras, legumbres,
frutas, productos lácteos, cereales y aceite de oliva”.
Cuáles son y dónde están
Casi la
totalidad de las grasas trans de la dieta proceden del proceso industrial sobre
los aceites de origen vegetal contenidos en determinados alimentos. “Sin
embargo -señala Bretón-, algunos alimentos de origen animal (grasa, carne con
masa grasa, leche y derivados) pueden contener grasas trans de manera natural,
pues la flora intestinal de los rumiantes también es capaz de hidrogenar las
grasas. Asimismo, el aceite de oliva puede aportar pequeñas cantidades de grasa
trans. Por ejemplo, el ‘refinado’ y el ‘de oliva’ pueden contener legalmente
menos del 0,5% de grasa trans, mientras que para el aceite virgen de oliva la
cantidad permitida es inferior a 0,1%. En estos casos, y al margen de estas
cantidades, lo más importante en cuanto al consumo es evitar las frituras
repetidas, especialmente a temperaturas superiores a los 180°C, un proceso que
genera la formación de grasas trans”.
En este
sentido, Francisco Botella advierte que aunque las grasas trans están presentes
en una gran variedad de alimentos que son consumidos a diario, la actual
legislación no obliga a que sean identificadas en el etiquetado, “por lo que no
se informa habitualmente ni de su presencia ni de su cantidad. En relación con
esto, desde el Área de Nutrición de la SEEN se hace énfasis en la importancia
de tres aspectos: regular y desarrollar la normativa del etiquetado nutricional
para que la composición de las grasas trans de cada alimento sea conocida por
el consumidor; activar políticas para limitar el consumo de grasa trans,
cifrando en un 2% la proporción máxima de esta grasa (sobre la total) permitida
en un alimento; y disminuir al máximo la ingesta de grasas trans, siempre por
debajo del 1% de la ingesta energética diaria total”.
Ojo con los alimentos que las contienen ‘camufladas’
Los doctores
Botella y Bretón insisten en que es muy importante tener en cuenta que los
alimentos que contienen la mayoría de grasas trans de la dieta pueden pasar
desapercibidos. “No se trata solo de la bollería industrial y de la margarina,
sino de otros productos habituales en cualquier cesta de la compra, que en
ocasiones son importados de otros países”, señalan.
Estos son los
productos en los que es más habitual encontrar este tipo de grasas:
Snacks.
Palomitas de
bolsa o para microondas.
Patatas fritas
de bolsa y patatas congeladas.
Productos
precocinados: croquetas, empanadillas, pizzas, canelones, lasaña y otras
pastas.
Galletas
saladas y dulces.
Masa fresca
panificable y alimentos que las contengan, palillos de pan, pan tostado
industrial.
Helados.
Leche en polvo
y productos que la contienen: yogures, embutidos, salchichas, crema de cacao,
café con leche de máquinas dispensadoras, etc.
Chocolate y
cremas de cacao.
Salsas:
tártara, tomate frito y mayonesa.
Conservas de
pescado: sardinas, atún.
Caldos, sopas
y cremas precocinadas.
El ejemplo danés
En el
documento de la OMS se recuerda que ya en 2018 se pidió la completa eliminación
de las grasas trans de la producción industrial del suministro mundial de
alimentos para finales de 2023, una petición que se ha plasmado en el apoyo a
los países para que apliquen políticas que prohíban estas grasas y las sustituyan
por aceites más saludables. “En cuanto a las políticas de mejores prácticas en
esta cuestión, tenemos dos alternativas: imponer un límite nacional de 2 g de
grasas trans de producción industrial por cada 100 g de contenido total de
grasas en todos los alimentos; y decretar una prohibición nacional de la
producción o utilización de aceites parcialmente hidrogenados (una fuente
importante de grasas trans). Hasta la fecha, más de 40 países (que representan
a más de un tercio de la población mundial) han implementado alguna de estas
medidas. Otros 17 países (que suman unos 400 millones de personas) están
aplicando unas políticas menos restrictivas, y aun así van por el buen camino
de implementar el paquete de prácticas recomendadas por la OMS”.
Para los responsables
de la OMS, los beneficios de adoptar estas medidas son incuestionables, y así
lo refleja, por ejemplo, el caso de Dinamarca, el primer país que eliminó las
grasas trans y donde, según revelan los estudios, se ha experimentado un
notable descenso de la mortalidad por cardiopatías tras la introducción de la
regulación al respecto, en 2004. “Asimismo, son muchas las naciones que avanzan
en la dirección correcta. Por ejemplo, en Estados Unidos se ha aprobado una ley
que prohíbe la producción y el uso de aceites parcialmente hidrogenados en su
oferta de alimentos. Sin embargo, 9 de los 16 países con la mayor proporción
estimada de muertes por cardiopatías isquémicas causadas por las grasas trans
siguen sin poner en marcha políticas en este sentido: Australia, Azerbaiyán,
Bhután, Ecuador, Egipto, Irán, Nepal, Pakistán y la República de Corea”.
El director de
la OMS, quien firma el informe, hace hincapié en que la eliminación de las
grasas trans es una forma ‘poderosa’ de prevenir las cardiopatías y, también,
los costes desorbitados que estas enfermedades suponen para los pacientes, las
familias y la economía derivados de los tratamientos y de la pérdida de
productividad. “La comida no debería ser causa de enfermedades, sino una fuente
de salud. Ha llegado la hora de tirar las grasas trans al basurero de la
historia”, concluye Ghebreyesus.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario