Las
tormentas son fabulosas vistas desde la casa; pero terribles, soportadas a la
intemperie. A nadie le incomoda ver los rayos y el granizo detrás de una
ventana; pero sí, cuando caen sobre su cabeza. Pero aun así, las borrascas externas
no representan casi nada comparadas con las internas. Cualquier enfermo
preferiría mil veces vivir entre enfermos a estarlo; así como el lisiado
preferiría compartir su casa con varios lisiados a estarlo. Cuando alguien cae
enfermo, se le recomienda que tome reposo y medicinas. Pero cuando se cae en la
angustia, lo recomendable es conservar la paz y tomar una fuerte dosis de
‘motivación’ para sobrellevarla.
La
dificultad toca día a día a nuestra puerta. Se abre paso en nuestra vida, como
las nubes en el cielo claro. No hay hombre capaz de escondérsele, así como no
hay ciudad capaz de evadir la lluvia. Por esto, resulta extraño soñar con una
vida fácil, libre de complicaciones. Los caminos fáciles no existen, todos
tienen sus inconvenientes: unas veces será una grieta, una curva, una subida;
otras, el clima, el tráfico o el terreno. Los obstáculos son utilísimos.
Sin
ellos, viviríamos en una monotonía infernal.
Los
problemas nos desoxidan y nos quitan el sarro acumulado. Si a un ciclista
novato le cuesta horrores recorrer una nueva pista, tal vez no se deba tanto a
la pista cuanto a su falta de experiencia. Quien haya dejado por años la
bicicleta y después la haya vuelto a retomar, sabrá por experiencia que los
primeros pedaleos son torpes. Apenas si se guarda el equilibrio, culebreando
por el camino a una velocidad lenta y con grandes esfuerzos. Después de unos
días más, se recobrará gran parte de la agilidad perdida, con unas piernas cada
vez más desentumecidas.
Las
dificultades no hacen al hombre -según el pensamiento de muchos-, sino que
muestran que lo es. ¿Cuándo se ha visto que de los enérgicos temblores, nazcan
edificios? Los terremotos no se dedican a edificar, sino a destruir y a
comprobar la solidez de las construcciones. Por eso, es en el momento de la
prueba, cuando cada quien se demuestra quién es. Los periodos de tempestad son
unos momentos preciosos de auto-examen. Lo fascinante es que son sorpresa. Así
que debemos estar siempre preparados, pues la nota es exacta y no se aceptan
sobornos.
Las
contrariedades doblegan lo superficial… lo doblegable. Los ventarrones pueden
echar por los suelos a una planta en maceta, pero no podrán contra el árbol
montañés. No tanto por su corteza, vigor o tamaño, sino por sus raíces. Se
necesitan raíces firmes y profundas, para no sucumbir. Si una planta no se
preocupa por abrirse paso en la tierra, sino que se limita a absorber
nutrientes, será muy vulnerable. Bastará cualquier pequeño aprieto para hacerla
palidecer.
Es
muy arriesgado decidir en tiempos de tempestad. La mente no está en sus mejores
momentos, sino que desvaría mareada de un lado a otro. Está borracha de
desgracias y alucina salidas por todos lados. Es difícil decidir. Un giro falso
al timón puede resultar fatal. Lo mejor es mantenernos firmes, aunque sangre el
corazón o se queje el entendimiento. Porque no sólo nuestra vida corre peligro,
sino también la de nuestra tripulación y la del barco.
“Al
buen tiempo, buena cara…”. Cualquier hombre se alegra con el día, ¿a quién le
cobran por la luz del sol? Pero, en la noche, es distinto. En la oscuridad,
brillan las estrellas. Podemos preguntarnos: “¿durante el día hay estrellas?”
Sí. No las vemos, porque el astro rey las opaca. Resplandecen camufladas; sin
la oscuridad, jamás las apreciaríamos. Hay quienes brillan en la oscuridad y
quienes se entenebrecen en las tinieblas.
Las
dificultades exigen lo mejor de nosotros mismos: requieren una preparación
continua. Nunca nos sobrepasarán. Basta con mantenernos firmes y evitar las
decisiones precipitadas; porque, de lo contrario, la tormenta se apoderará de
nuestro ánimo y nos devastará. La única consigna válida para los momentos
angustiosos debe ser: “Renovarse o morir”, sobreponerse o naufragar;
conscientes de que llevamos entre manos más de un destino: el nuestro y el de
cuantos nos rodean. GV
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