La
fuerza especial de la bendición
El
Papa muestra que también los seres humanos participamos del acto de bendecir:
“Dios bendice, pero también los hombres bendicen, y pronto se descubre que la
bendición posee una fuerza especial, que acompaña para toda la vida a quien la
recibe, y dispone el corazón del hombre a dejarse cambiar por Dios (Conc. Ecum. Vat. II, Const. Sacrosanctum
Concilium, 61)”.
El
pecado afecta al ser humano, afirma el Papa, y lo hace “capaz de propagar el
mal y la muerte en el mundo; pero nada podrá borrar la primera huella de Dios,
una huella de bondad que Dios ha puesto en el mundo, en la naturaleza humana,
en todos nosotros: la capacidad de bendecir y el hecho de ser bendecido. Dios
no se equivocó con la creación, ni con la creación del hombre. La esperanza del
mundo está completamente en la bendición de Dios: Él continúa queriéndonos,
bueno, Él primero, como dice el poeta Péguy, continúa esperando nuestro bien”.
La
gran bendición de Dios es Jesucristo
Francisco
subraya que la bendición para toda la humanidad es Jesucristo y afirma: “La
gran bendición de Dios es Jesucristo, es el gran regalo de Dios, su Hijo. Es
una bendición para toda la humanidad, es una bendición que nos ha salvado a
todos. Es la Palabra eterna con la que el Padre nos bendijo ‘cuando aún éramos
pecadores’, (Rom 5:8) dice San Pablo:
Palabra hecha carne y ofrecida por nosotros en la cruz”.
El
Papa insiste en que “No hay pecado que pueda borrar completamente la imagen de
Cristo presente en cada uno de nosotros. Ningún pecado puede borrar la imagen
que Dios nos ha dado. La imagen de Cristo. Puede desfigurarlo, pero no puede
apartarlo de la misericordia de Dios. Un pecador puede permanecer en sus
errores por mucho tiempo, pero Dios pacientemente perdura hasta el final,
esperando que al final ese corazón se abra y cambie. Dios es como un buen padre
y como una buena madre, también es una buena madre: nunca dejan de amar a su
hijo, no importa cuán equivocado esté”.
En
este contexto, el Papa recuerda la siguiente anécdota: “tantas veces que vi
gente haciendo cola para entrar en la cárcel, tantas madres haciendo cola para
ver a su hijo encarcelado. No dejan de amar a su hijo y saben que la gente que
pasa en el autobús (piensa): ‘Ah, esta
es la madre del prisionero...’. No se avergüenzan de eso. Sí, se avergüenzan,
pero siguen adelante, el hijo de la vergüenza es más importante para Dios que
todos los pecados que podemos hacer. Porque Él es padre, es madre, es amor
puro, nos ha bendecido para siempre. Y nunca dejará de bendecirnos”.
La
experiencia con la gente que está en prisión o en rehabilitación busca, afirma
Francisco, “Hacer sentir a las personas que permanecen bendecidas a pesar de
sus graves errores, que el Padre Celestial sigue amándolas y esperando que
finalmente se abran al bien”.
La
gracia de Dios cambia la vida, no nos deja como estamos
El
Papa subraya el hecho de que una persona a los ojos de Dios, nunca puede ser
considerada como irrecuperable “Porque la gracia de Dios cambia la vida: nos
toma como somos, pero nunca nos deja como estamos”.
Ejemplo
de esta afirmación, dice el Papa, es el pasaje de Zaqueo (Lc: 1-10). Este personaje “es un pecador público, hizo muchas
cosas malas, pero Jesús vio esa señal indeleble de la bendición del Padre y de
ahí su compasión. Esa frase que se repite tanto en el Evangelio, "tuvo
compasión de él", y esa compasión lo lleva a ayudarlo y a cambiar su
corazón”.
Respuesta
al Dios que bendice
Al
Dios que bendice, afirma el Papa, también respondemos con la bendición - Dios
nos enseñó a bendecir y debemos bendecirnos a nosotros mismos -: es la oración
de alabanza, de adoración, de acción de gracias. El Catecismo escribe: “La
oración de bendición es la respuesta del hombre a los dones de Dios: ya que
Dios bendice, el corazón del hombre puede responder bendiciendo a Aquel que es
la fuente de toda bendición” (n. 2626).
Si
nos preocupáramos por bendecir a los demás, dice Francisco, “seguramente no
habría guerras”, y añade: “Este mundo necesita una bendición y podemos dar la
bendición y recibir la bendición. El Padre nos ama. Y todo lo que nos queda es
el gozo de bendecirlo y el gozo de agradecerle y aprender de él no a maldecir
sino a bendecir”.
El
Papa finalizó la catequesis invitando a aquellos que tienen facilidad para
maldecir a no hacerlo: “porque tenemos un corazón bendito y de un corazón
bendito la maldición no puede salir. Que el Señor nos enseñe a no maldecir
nunca, sino a bendecir”. Vn
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