Un
autorretrato exige reflexión sobre uno mismo. Contempla a los pintores. Imagina
que te haces varios selfies un mismo día. Al despertar aparecerás despeluzado y
ojeroso, a la media hora limpito y repeinado, a mediodía con cara de interés,
al salir del trabajo sonriente y con gesto cansado.
Alguna
vez te habrá asombrado tu propia voz grabada o cuando te ves grabado en video, ¿en
serio hago ese gesto? Me encantaría diseñar una aplicación de selfies: “selfie
power“. Sacaría 15 selfies por segundo. Captaría mis pensamientos, las voces
interiores, las emociones, los sentimientos, la postura corporal y el lenguaje
no verbal. Qué veo, cómo lo interpreto, para qué y para quién estoy así, de
dónde vengo, en relación a qué y a quién poso.
Los
almacenaría y nos ayudaría a pensar “qué pienso”, a sentir “qué siento”, cómo
he llegado a tener ese “careto”, qué me hace cambiar de un estado del self a
otro, cómo trato a los demás cuando estoy en ese modo de selfie, qué actitud
noto de los demás hacia mí. Fotogramas y la película entera.
Parece
que los que se hacen selfies, más que por la vanidad, son movidos por el afán
de buscar la propia identidad, y es genial. Como ves, este “pensar sobre mí”,
no tiene nada que ver con “pensar en mí” en plan narcisista, como el habitante
vanidoso de uno de los planetas de El Principito: “¿Tú me admiras mucho,
verdad? preguntó el vanidoso al principito. ¿Qué significa admirar? Admirar
significa reconocer que yo soy el hombre más bello, el mejor vestido, el más
rico y el más inteligente del planeta“.
El
selfie enviado por instagram, más que admiración, parece pedir que confirmemos:
“eres tú”. En la app en vez de un botón de “Like” pondré un botón de “You are“.
El
ser humano viene de fábrica con la posibilidad de hacer selfies: la capacidad
de reflexión. Potenciamos la función reflexiva con la observación de uno mismo,
el reconocimiento de cómo estoy, qué ha pasado antes y después, con quién me he
relacionado y qué de él ha conectado con qué mío.
Una
amiga me contaba que la primera vez que estuvo en la Plaza del Vaticano
comentó: “¡qué farolas tan bonitas!“. Me lo decía como una señal de su
dispersión. Sin embargo, me parece que puede ser un signo de individualidad. Me
hace preguntarme: ¿qué parte de la Plaza del Vaticano conecta con qué parte de
mí? No es indiferente que lo que afecte de forma más directa a mis sentidos
sean las farolas.
Lo
mismo nos pasa en diversas situaciones y, sobre todo, en las relaciones con
otras personas: ¿Qué parte de ti conecta con qué parte de mí? Tendrá que ver
con mis relaciones y experiencias previas.
Si
reflexiono como una actividad habitual y constante, puedo dirigir mejor mis
actuaciones. Puedo preguntarme “en qué selfie estoy” para elegir mejor cómo
actuar y elaborar una respuesta, en vez de reaccionar como un autómata. Si
aumento mi capacidad reflexiva estaré siguiendo al oráculo de Delfos y me
conoceré a mí mismo. Del “selfie estático” pasaré a sacarme distintas tomas:
“Intraselfie“, “Selfie estático“, “Dinámico“, “Panorámico“… y mucho más
interesante: qué pasa entre un estado y otro, cuál es la dinámica, cómo ha sido
la transición pre y post selfie.
Con
mayor capacidad reflexiva siempre te quedará la propiedad privada de tu yo más
íntimo, de tu SELF-Intimo-Exclusivo. Yes, you are. CCh
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