Así
es, los hábitos se tienen que comprender a partir de la persona. Si tú sabes
que estás hecho de cuerpo y espíritu, vas a lograr entender cómo
funcionas. La
inteligencia, la voluntad y la libertad son facultades exclusivas del ser
humano, son atributos que nos hacen distintos a cualquier otro
ser vivo y que, a su vez, van a encaminarnos a ser mejores personas, mejores de
lo que podemos ser. Como adultos, a pesar de no ser perfectos, somos capaces de
mejorarnos a nosotros mismos, somos perfectibles.
Esta
verdad nos orienta para comprender a nuestros hijos y saber que, a pesar de que
nacen con una esencia, cada uno con su temperamento y dones, nosotros, si nos
conocemos bien, podemos ayudarlos a ellos a conocerse a sí mismos y a su vez a
perfeccionarse.
En
la medida en que logremos lo anterior, ayudaremos a nuestros hijos a que sean
felices y, por ende, verdaderamente libres, que no es lo mismo que
absolutamente libres. Por ello entender
los conceptos de virtud, valor y vicios es imprescindible; pero
sobre todo saber aplicarlo en nuestra vida nos facilitará nuestro trabajo como
padres.
Un hábito es un acto deliberado, bueno o malo; el
hábito bueno es la virtud y el hábito malo es el vicio. Es
una conducta que repetimos constantemente, volviéndose algo cotidiano en la
vida de cualquier ser humano. Eso es la virtud, o el vicio, si es malo.
Evidentemente,
lo que buscamos es un hábito bueno; pero esto implica mucho esfuerzo y trabajo
en la voluntad. La
conciencia nos ayuda a entender qué es lo mejor, pero como somos libres:
podemos decidir si somos ordenados o no en lo que elegimos.
Entonces,
ustedes ya saben: para tener límites en la vida, hay que entender qué son las
virtudes, hay que poder trabajar en los valores y así ser mejores personas. AD
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