He
oído decir muchas veces, refiriéndose a un autor: «Es una obra básicamente
pornográfica, pero es sincero...», con un acento lleno de indulgencia cercano a
la aprobación...
No
estoy seguro de que todos estos campeones de la sinceridad sean sinceros. La
inconveniencia ha entrado en las convenciones, por lo tanto el exhibicionismo
obsceno, como los actos o relatos de violencia, aseguran el éxito; la
hipocresía puede muy bien consistir en fingir las peores audacias al igual que
antes consistía en salvar las apariencias de la moralidad y del «buen tono».
El
hombre sincero es el que expresa con verdad lo que piensa y siente. Esta
definición del diccionario prueba que la sinceridad absoluta no existe. Si cada
uno se dedicara a exteriorizar, con palabras y con actos todo lo que piensa y
siente, ninguna vida humana sería posible. Los ejemplos abundan: ¿Es sincero
quien, bajo un bombardeo, temblando todos sus miembros, se esfuerza por no
traslucir sus emociones y anima y tranquiliza a los otros? ¿No soy sincero
cuando voy a trabajar y tengo, en un hermoso día, unas ganas inmensas de
pasearme por el campo? ¿Y si al discutir con alguien que mantiene tesis
absurdas, domino mi irritación, y sin romper la conversación continúo con
calma, tratando de enseñarle a razonar? Solamente los animales y los niños muy
pequeños son total y continuamente sinceros: gritan, golpean, comen o se niegan
a comer siguiendo el impulso del momento.
Pero
volvamos a los ejemplos citados: cuando el miedo se apodera de mí, ¿Dónde está
la verdad más profunda? ¿En mi cuerpo que tiembla o en mi espíritu que no cede
ante el temblor?
Cuando
trabajo, en vez de pasearme... ¿La sinceridad está en mi pereza o en mi
fidelidad al deber de estado? Y finalmente, ¿Dónde está mi verdad más profunda?
¿En mi irritación espontánea o en mi deseo de benevolencia hacia otras
personas? Soy menos sincero en relación con mis emociones pero soy más
auténtico con relación a mis deberes. Enseño menos lo que soy, pero me acerco
más a lo que debo ser.
Si
se hace de la sinceridad, a cualquier nivel y a cualquier precio, un valor
absoluto, se minan todas las virtudes sobre las que reposa el edificio
individual y social: dominio de uno mismo, disciplina interior y exterior,
pudor, etc. y la única verdad que permanece es el del caos... AG
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