Salmo 61 – Sólo en Dios tengo reposo
La característica dominante de este Salmo es la absoluta confianza en el Señor, a pesar de la hostilidad y la persecución.
► El salmista se siente plenamente seguro bajo la protección de Dios (vs. 2-3, 6-8). Por eso interpela decididamente a sus adversarios (vs. 4-5), se reconforta a sí mismo (vs. 6-7) y exhorta a todos los fieles a que compartan sus mismos sentimientos (v. 9).
► La reflexión sapiencial de los vs. 10-11 y el oráculo divino de los vs. 12-13, le sirven para confirmar su enseñanza.
El Salmo 61, un canto de confianza, que comienza con una especie de antífona, repetida en la mitad del texto. Es como una jaculatoria fuerte y serena, una invocación que es también un programa de vida: «Sólo en Dios descansa mi alma, porque de Él viene mi salvación; sólo Él es mi roca y mi salvación, mi alcázar: no vacilaré» (versículos 2-3.6-7).
El Salmo, sin embargo, más adelante pone en contraposición dos formas de confianza. Son dos opciones fundamentales, una buena y otra perversa, que comportan dos conductas morales diferentes. Ante todo, está la confianza en Dios, exaltada en la invocación inicial, donde aparece un símbolo de estabilidad y seguridad, la «roca», es decir, una fortaleza y un baluarte de protección.
Pero está también la confianza de carácter idólatra, ante la que el orante fija con insistencia su atención crítica. Es una confianza que lleva a buscar la seguridad y la estabilidad en la violencia, en el robo y en la riqueza.
Entonces, se hace un llamamiento sumamente claro: «No confiéis en la opresión, no pongáis ilusiones en el robo; y aunque crezcan vuestras riquezas, no les deis el corazón» (versículo 11).
Es verdad, es un camino arduo, que comporta incluso pruebas para el justo y opciones valientes, pero siempre caracterizadas por la confianza en Dios (Cf. Salmo 61, 2). Desde este punto de vista, los Padres de la Iglesia vieron en el orante del Salmo 61 una premonición de Cristo y pusieron en sus labios la invocación inicial de total confianza y adhesión a Dios.
► El salmista se siente plenamente seguro bajo la protección de Dios (vs. 2-3, 6-8). Por eso interpela decididamente a sus adversarios (vs. 4-5), se reconforta a sí mismo (vs. 6-7) y exhorta a todos los fieles a que compartan sus mismos sentimientos (v. 9).
► La reflexión sapiencial de los vs. 10-11 y el oráculo divino de los vs. 12-13, le sirven para confirmar su enseñanza.
El Salmo 61, un canto de confianza, que comienza con una especie de antífona, repetida en la mitad del texto. Es como una jaculatoria fuerte y serena, una invocación que es también un programa de vida: «Sólo en Dios descansa mi alma, porque de Él viene mi salvación; sólo Él es mi roca y mi salvación, mi alcázar: no vacilaré» (versículos 2-3.6-7).
El Salmo, sin embargo, más adelante pone en contraposición dos formas de confianza. Son dos opciones fundamentales, una buena y otra perversa, que comportan dos conductas morales diferentes. Ante todo, está la confianza en Dios, exaltada en la invocación inicial, donde aparece un símbolo de estabilidad y seguridad, la «roca», es decir, una fortaleza y un baluarte de protección.
Pero está también la confianza de carácter idólatra, ante la que el orante fija con insistencia su atención crítica. Es una confianza que lleva a buscar la seguridad y la estabilidad en la violencia, en el robo y en la riqueza.
Entonces, se hace un llamamiento sumamente claro: «No confiéis en la opresión, no pongáis ilusiones en el robo; y aunque crezcan vuestras riquezas, no les deis el corazón» (versículo 11).
Es verdad, es un camino arduo, que comporta incluso pruebas para el justo y opciones valientes, pero siempre caracterizadas por la confianza en Dios (Cf. Salmo 61, 2). Desde este punto de vista, los Padres de la Iglesia vieron en el orante del Salmo 61 una premonición de Cristo y pusieron en sus labios la invocación inicial de total confianza y adhesión a Dios.
Sólo en Dios descansa mi alma, porque de Él viene mi salvación; sólo El es mi roca y mi salvación, mi alcázar: no vacilaré. ¿Hasta cuándo arremataréis contra un hombre todos juntos, para derribarlo como a una pared que cede o a una tapia ruinosa? Sólo piensan en derribarme de mi altura, y se complacen en la mentira: con la boca bendicen, con el corazón maldicen. Descansa sólo en Dios, alma mía, porque El es mi esperanza; sólo él es mi roca y mi salvación, mi alcázar: no vacilaré. De Dios viene mi salvación y mi gloria, él es mi roca firme, Dios es mi refugio. Pueblo suyo, confiad en él, desahogad ante él vuestro corazón, que Dios es nuestro refugio. Los hombres no son más que un soplo, los nobles son apariencia: todos juntos en la balanza subirían más leves que un soplo. No confiéis en la opresión, no pongáis ilusiones en el robo; y aunque crezcan vuestras riquezas, no les deis el corazón. Dios ha dicho una cosa, y dos cosas que he escuchado: "Que Dios tiene el poder y el Señor tiene la gracia; que tú pagas a cada uno según sus obras"
«Tuyo es, Señor, el verdadero amor».
● No hay palabra que usemos más aquí abajo en la tierra que la palabra «amor». El amor es la aspiración más alta, el deseo más noble, el placer más profundo del hombre sobre la tierra. Y, sin embargo, no hay palabra de la que más abusemos que la palabra «amor».
● Aun cuando me llego a la religión y la oración y a mi relación contigo, Señor, confieso que uso con miedo la palabra «amor». Tu gracia y tu benevolencia me animan a decir «te amo», pero al mismo tiempo caigo en la cuenta de lo poco que digo cuando digo eso, de lo poca cosa que es mi amor, superficial, inconstante, poco de fiar.
● Por eso me consuela ahora pensar que al menos hay un lugar, una persona en quien puedo encontrar el verdadero amor, y ese eres tú, Señor. «Tuyo es, Señor, el verdadero amor». De hecho ese es tu mismo ser, tu esencia, tu definición. «Dios es amor».
● El amor verdadero es tuyo, Señor, y con fe y humildad yo ahora lo hago mío para amar a todos en tu nombre.
● No hay palabra que usemos más aquí abajo en la tierra que la palabra «amor». El amor es la aspiración más alta, el deseo más noble, el placer más profundo del hombre sobre la tierra. Y, sin embargo, no hay palabra de la que más abusemos que la palabra «amor».
● Aun cuando me llego a la religión y la oración y a mi relación contigo, Señor, confieso que uso con miedo la palabra «amor». Tu gracia y tu benevolencia me animan a decir «te amo», pero al mismo tiempo caigo en la cuenta de lo poco que digo cuando digo eso, de lo poca cosa que es mi amor, superficial, inconstante, poco de fiar.
● Por eso me consuela ahora pensar que al menos hay un lugar, una persona en quien puedo encontrar el verdadero amor, y ese eres tú, Señor. «Tuyo es, Señor, el verdadero amor». De hecho ese es tu mismo ser, tu esencia, tu definición. «Dios es amor».
● El amor verdadero es tuyo, Señor, y con fe y humildad yo ahora lo hago mío para amar a todos en tu nombre.
Que sólo en ti, Señor, descanse nuestra alma, porque sólo tú eres nuestra roca y nuestra salvación; que nuestro corazón no se apegue a los nobles, seres de polvo que no son más que un soplo, ni ponga su ilusión en la riqueza, cuya roña será testigo en contra de nosotros; sé sólo tú nuestra esperanza, tú que eres el único que tiene el poder y la gracia para pagar a cada uno según sus obras. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén
No hay comentarios.:
Publicar un comentario