miércoles, 13 de marzo de 2013

Salmo 65


Salmo 65 – Mirad las obras de Dios

La primera parte de este Salmo consta de un himno coral (vs. 1-7) y de un canto comunitario de acción de gracias (vs. 8-12), cuyo tema central son las maravillas que realizó el Señor en el Mar Rojo y en el río Jordán (v. 6).
La segunda parte (vs. 13-20) difiere sensiblemente de la anterior: ya no habla la comunidad, sino un individuo, que se presenta delante del Señor en el Templo, para ofrecer un sacrificio de acción de gracias y dar testimonio de los favores recibidos.

1. CON ISRAEL
Desde el punto de vista poético, admiremos las imágenes tan elocuentes:
+ La imagen del crisol en que se purifica el metal... de igual manera, el sufrimiento purifica al hombre.
+ La imagen de la trampa, del peso sobre las espaldas... El sufrimiento es terrible, capaz de bloquear todo y detener el aliento.
+ La imagen de las calamidades del agua, del fuego... ante las cuales el hombre está a menudo desprovisto, y que sin embargo hay que "atravesar" hay que "¡pasar a través de!"

2. CON JESÚS
Jesús es el nuevo Israel, el hombre universal; así como el pueblo judío tuvo que atravesar el Mar Rojo y el Jordán, así también Jesús fue "purificado en el crisol de la Pasión". Nadie mejor que El ofreció un "sacrificio de acción de gracias". Nadie mejor que El invitó a todo el universo a asociarse a su eucaristía.

3. CON NUESTRO TIEMPO
Cuando yo grité hacia El..." "El escuchó el grito de mi oración". Esto no es solamente una imagen: en este momento, hay efectivamente, "gritos" que suben al cielo, desde todos los confines del planeta. Gritos de aquellos que tienen hambre, gritos de los oprimidos, los perseguidos, los escarnecidos, los envilecidos. El grito de quienes no tienen esperanza, el grito de los enfermos que sufren, de los agonizantes.

Aclamad al Señor, tierra entera; tocad en honor de su nombre, cantad himnos a su gloria. Decid a Dios: "¡Qué temibles son tus obras, por tu inmenso poder tus enemigos te adulan!" Que se postre ante ti la tierra entera, que toquen en tu honor, que toquen para tu nombre. Venid a ver las obras de Dios, sus temibles proezas en favor de los hombres: transformó el mar en tierra firme, a pie atravesaron el río. Alegrémonos con Dios, que con su poder gobierna eternamente; sus ojos vigilan a las naciones, para que no se subleven los rebeldes. Bendecid, pueblos, a nuestro Dios, haced resonar sus alabanzas, porque él nos ha devuelto la vida y no dejó que tropezaran nuestros pies. Oh Dios, nos pusiste a prueba, nos refinaste como refinan la plata; nos empujaste a la trampa, nos echaste a cuestas un fardo: sobre nuestro cuello cabalgaban, pasamos por fuego y por agua, pero nos has dado respiro. Entraré en tu casa con víctimas, para cumplirte mis votos: los que pronunciaron mis labios y prometió mi boca en el peligro. Te ofreceré víctimas cebadas, te quemaré carneros, inmolaré bueyes y cabras. Fieles de Dios, venid a escuchar, os contaré lo que ha hecho conmigo: a El gritó mi boca y lo ensalzó mi lengua. Si hubiera tenido yo mala intención, el Señor no me habría escuchado; pero Dios me escuchó, y atendió a mi voz suplicante. Bendito sea Dios, que no rechazó mi súplica ni me retiró su favor.

Venid y ved las obras de Dios.
Me temo que, si de veras me encuentro contigo, mi vida habrá de cambiar, mis apegos habrán de soltarse y mi tranquilidad se acabará. Tengo miedo de tu presencia, y en eso me parezco al pueblo de Israel, que delegaba a Moisés la responsabilidad de reunirse contigo, porque tenían miedo de hacerlo ellos mismos. Sé que en mí es pereza, inercia y cobardía. A fin de cuentas, es falta de confianza en ti, y quizá en mí mismo. Reconozco mi pusilanimidad, y te ruego que no retires tu invitación.
Quiero verte, Señor, en la luz de la fe y en la intimidad de la oración. Quiero la experiencia directa, el encuentro personal, la visión deslumbrante.
Quiero ver, y al decir eso quiero decir que quiero verte a ti, que eres la única realidad que merece verse; a ti, que con el resplandor de tu rostro das luz a la creación entera y a mi vida en ella. Ese es mi deseo y ésa es mi esperanza.
«Venid y ved».

Señor todopoderoso, con tu poder gobiernas eternamente y, desde los comienzos del mundo, has salvado a los hombres: te pedimos que renuevas, en nuestros días, las maravillas de antaño, y así nos devuelvas la vida.

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