miércoles, 20 de marzo de 2013

Salmo 72


Salmo 72 – Mucho tiempo traté de entender

++ El tema central de este Salmo es el doloroso enigma que plantea a los justos la comparación entre sus propios sufrimientos (vs. 13-14) y la felicidad de que gozan los impíos (vs. 4-12).
++ El mismo tema -característico de los escritos sapienciales- es tratado también en los Salmos 37; 49.
++ Pero aquí el autor del Salmo no se expresa con la serena objetividad de los sabios, sino que da un testimonio de su experiencia personal: exasperado por lo que consideraba una injusticia de parte de Dios (vs. 21-22), estuvo a punto de extraviarse (v. 2), hasta que una visita al Santuario (v. 17) le hizo experimentar con extraordinaria intensidad la cercanía de Dios, y así comprendió lo que significa estar alejado de él (v. 27).
++ El final del Salmo es de un contenido casi místico: el salmista manifiesta que su único anhelo es vivir en intimidad con Dios.

1. CON ISRAEL
He aquí el gran problema que obsesiona a los hombres de todos los tiempos: “¿Por qué el mal? ¿Por qué parece que los malos prosperan? Israel, pequeño pueblo, pobre, rodeado de “grandes potencias” idólatras, se atreve a confesar que más de una vez se han sentido tentado a imitar a los paganos que pueden impunemente entregarse a la sed del poder, sin escrúpulo

2. CON JESÚS
Impresiona pensar que Jesús en persona conoció esta tentación: “Te daré todos los reinos de universo y su gloria, si te postras delante de mí” (Lucas 4,5) Releamos este salmo pensando que Jesús está en la cruz, viendo a sus enemigos que triunfan aparentemente, y se burlan de Él.

3. CON NUESTRO TIEMPO
"Estoy siempre contigo... Me has tomado de la diestra". Como Francisco de Asís, repitamos constantemente esto a Dios: "¡Mi Dios, y mi todo!". Esta luz puede cambiar una vida. ¡Cómo cambia la vida de un hombre o de una mujer, el sentirse amado! Dios está siempre conmigo, me lleva de la mano, como el enamorado que pasaría la vida entera mano sobre mano de la mujer amada.

¡Qué bueno es Dios para el justo, el Señor para los limpios de corazón! Pero yo por poco doy un mal paso, casi resbalaron mis pisadas: porque envidiaba a los perversos, viendo prosperar a los malvados. Para ellos no hay sinsabores, están sanos y orondos; no pasan las fatigas humanas, ni sufren como los demás. Por eso su collar es el orgullo, y los cubre un vestido de violencia; de las carnes les rezuma la maldad, el corazón les rebosa de malas ideas. Insultan y hablan mal, y desde lo alto amenazan con la opresión. Su boca se atreve con el cielo. Y su lengua recorre la tierra. Por eso mi pueblo se vuelve a ellos y se bebe sus palabras. Ellos dicen: "¿Es que Dios lo va a saber, se va a enterar el Altísimo?" Así son los malvados: siempre seguros, acumulan riquezas. Entonces, ¿para qué he limpiado yo mi corazón y he lavado en la inocencia mis manos? ¿Para qué aguanto yo todo el día y me corrijo cada mañana? Si yo dijera: "Voy a hablar con ellos", renegaría de la estirpe de tus hijos. Meditaba yo para entenderlo, porque me resultaba muy difícil; hasta que entré en el misterio de Dios, y comprendí el destino de ellos. Es verdad: los pones en el resbaladero, los precipitas en la ruina; en un momento causan horror, y acaban consumidos de espanto. Como un sueño al despertar, Señor, al despertarte desprecias sus sombras. Cuando mi corazón se agriaba y me punzaba mi interior, yo era un necio y un ignorante, yo era un animal ante ti. Pero yo siempre estaré contigo, tú agarrarás mi mano derecha, me guías según tus planes, y me llevas a un destino glorioso. ¿No te tengo a ti en el cielo? Y contigo, ¿qué me importa la tierra? Se consumen mi corazón y mi carne por Dios, mi lote perpetuo. Sí: los que se alejan de ti se pierden; tú destruyes a los que te son infieles. Para mí lo bueno es estar junto a Dios, hacer del Señor mi refugio, y contar todas tus acciones en las puertas de Sión.

«Mi corazón se agriaba... y envidiaba».
Me da vergüenza a mí mismo, pero no puedo remediarlo. ¿Por qué me quemo por dentro cuando mi hermano triunfa? ¿Por qué me entristecen sus éxitos? ¿Por qué me resulta imposible alegrarme cuando otros lo alaban? ¿Por qué he de forzarme a sonreír cuando me veo obligado a felicitarle?
Quiero ser amable y educado, reconozco que su trabajo es diferente al mío, que sus éxitos no me hacen ningún daño. Incluso veo perfectamente que sus triunfos deberían alegrarme, porque también él, a su manera, trabaja por tu Reino como yo lo hago; y así, cuando le salen bien las cosas, le salen también a ti y a mí, y todo eso redunda en tu gloria.
Pero, en vez de ver en ello tu gloria, veo solamente su gloria personal, y eso me irrita. Y luego me irrito por haberme irritado. No hay tristeza más triste en el corazón del hombre que la que le hace entristecerse cuando las cosas le salen bien a su hermano.
Quiero ser feliz estando donde estoy y siendo lo que soy, pues me basta saber que estoy a tu lado y tú me amas y me defiendes

Señor, Padre santo, en Cristo nos has abierto tu misterio y podemos entrar en él por la contemplación; ayúdanos a superar las experiencias temporales de este mundo, para que desprendidos de todo, ansiemos estar con Cristo.

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