sábado, 23 de marzo de 2013

Salmo 75


Salmo 75 – Acción de gracias por la victoria

Este poema -como los demás “Cantos de Sión” (Sal 46; 48; 87)- expresa el amor y la admiración de los israelitas por su Ciudad santa.
► Al elegir a Jerusalén como Morada (v. 3), el Señor la convirtió en escenario de sus victorias (vs. 4-7).
► Estos resonantes triunfos confirman el renombre del Señor como guerrero invencible (vs. 2, 8) y son, a la vez, la manifestación de su justicia en favor de los humildes (vs. 9-11).
Aunque en Cristo ha aparecido la bondad de Dios, aunque los cristianos lo invocamos como Padre, esto no justifica el fabricarse una especie de ídolo doméstico, un Dios cómodo e inofensivo, bonachón y manejable. Dios ha de conservar para nosotros también su aspecto impresionante: luz deslumbrante, poder temible, fuerza irresistible;  sobre todo si nos han confiado algo de poder.

Dios se manifiesta en Judá, su fama es grande en Israel; su tabernáculo está en Jerusalén, su morada en Sión: allí quebró los relámpagos del arco, el escudo, la espada y la guerra. Tú eres deslumbrante, magnífico, con montones de botín conquistados. Los valientes duermen su sueño, y a los guerreros no les responden sus brazos. Con un bramido, oh Dios de Jacob, inmovilizaste carros y caballos. Tú eres terrible: ¿quién resiste frente a ti al ímpetu de tu ira? Desde el cielo proclamas la sentencia: la tierra teme sobrecogida, cuando Dios se pone en pie para juzgar, para salvar a los humildes de la tierra. La cólera humana tendrá que alabarte, los que sobrevivan al castigo de rodearán. Haced votos al Señor y cumplidlos, y traigan los vasallos tributos al Temible: El deja sin aliento a los príncipes, y es temible para los reyes del orbe.

EL AZOTE DE LA GUERRA
► Al comenzar la oración me viene a la memoria, Señor, que en este mismo momento hay guerras en curso, unas lejos, otras cerca, en esta tierra en que vivo. Guerras crueles, inhumanas, absurdas. Tú solo, Señor, puedes parar y evitar guerras.
► Vuelve a hacer que la tierra enmudezca, Señor. Que la tierra reconozca tu dominio con su silencio. Que el silencio de la paz cubra la tierra. Que se vuelvan a oír los cantos de los pájaros en vez del tableteo de las ametralladoras.
► Y, sobre todo, que se haga silencio en mi propio corazón, Señor, porque ahí es donde están las raíces de la guerra. Las pasiones que llevan a los hombres a buscar el poder, a odiarse unos a otros, a destruir y a matar, se hallan todas ellas en mi corazón. Por eso te pido que acalles la violencia en mí, el orgullo y el odio.
► Acalla las tormentas que llevo dentro, para que sus truenos no salgan afuera; y establece la paz en mi alma para que sea signo y plegaria de la paz que deseo para todos los hombres en todos los lugares y en todos los tiempos.
¡Que el clamor de la batalla dé paso a la alegría de la danza, Señor, Dios de la paz!

Dios nuestro, Señor lleno de poder, fuerza y majestad: deja confundidos a quienes abusan de los hombres y salva a los humildes de la tierra. Por Jesucristo, nuestro Señor.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario