Beatriz de Ornacieux, Beata
Monja Cartuja, 25 de
Noviembre
Martirologio
Romano: En la región de Valence,
en la Galia, beata Beatriz de Ornacieux, virgen de la Orden Cartujana, insigne
por el amor a la Cruz, que vivió y murió con pobreza extrema en el monasterio
de Eymeux, fundado por ella (1303/ 1309).
Etimología: Beatriz = Aquella que enriquece o gratifica, viene
del latín.
Beatriz nació en la
segunda mitad del siglo XIII en el solar feudal de la noble familia de los
Ornacieux, en los confines del Delfinado y de la Saboya (Sudeste de Francia).
Recibió una rica
educación cristiana que la llevaría, con apenas 13 años, a abandonar para
siempre el mundo para entrar en la cartuja del Monte de Santa María, en el
desierto de Parménie (Isére, Francia).
Margarita d’Oygnt,
monja cartuja que la conoció, nos dejó escrita en lionés su
vida. No se ha escrito todavía una biografía crítica sobre la beata Beatriz, ni
tengo noticia que se esté intentando.
Según Margarita d’Oygnt,
desde los comienzos como monja cartuja, Beatriz se destacó por la santidad de
vida. Se manifestó siempre llena de mucha caridad y de una profunda
humildad de corazón; procuraba en todo ayudar a sus hermanas de religión y
manifestó una gran capacidad para sufrir.
Su obediencia
extrema y su fidelidad a la vida de oración fueron otros dos rasgos
característicos de su vida. Nuestro Señor le concedió el don de lágrimas y en
tal grado que estuvo a punto de perder la vista en varias ocasiones. Su gran
deseo fue siempre hacer la santa voluntad de Dios.
Un día delante del
Sagrario pedía a Nuestro Señor que la sacase del mundo para ponerla así a salvo
de los continuos ataques del demonio; pero una voz salida del Sagrario le
prohibió desear otra cosa que no fuera hacer la voluntad del Señor; entonces sintió
interiormente que su deseo de morir se cambiaba por un inmenso anhelo de vivir
para la mayor gloria de Dios, y suplicó al Señor que le concediera la salud que
en tantos momentos le faltaba debido a sus numerosas enfermedades; pero, una
vez más, la voz del Señor se hizo oír diciéndole: Recibe
las consolaciones que te doy y no rehúses los sufrimientos que te
envíe; a partir de entonces, aleccionada por estas
locuciones divinas, ya no deseó más algo que no fuera la voluntad divina,
convirtiéndose ella misma en un modelo de confianza y de abandono en la Divina Providencia.
Amó profundamente la
penitencia, expresión de su amor loco a la Cruz. Se entregaba a
prolongados ayunos, se daba sangrientas disciplinas. Fue especialmente devota
de la Pasión de Cristo y se dice que perforó su mano izquierda con un clavo
para recordar mejor los sufrimientos de la crucifixión.
Por otra parte, tuvo
que soportar los asaltos frecuentes del demonio, en especial, la tentaba contra
de la virtud de la santa pureza, poniéndole delante representaciones obscenas,
a las cuales Beatriz siempre resistió con invencible pureza de alma y de
cuerpo. En medio de estos ataques del enemigo y de las victorias de la gracia,
sentía los consuelos de Jesús y María.
Un día la Virgen
Santísima le dijo: Nada temas, ten confianza; soy la Madre del Rey
Omnipotente, tu Esposo, la Madre de la misericordia, y tomo tu alma y tu cuerpo
bajo mi cuidado y protección; yo te defenderé contra los asaltos del demonio y
te salvaguardaré de sus engaños.
Dios la enriqueció con
múltiples dones y carismas extraordinarios: gozaba
continuamente de la presencia del Señor en visión corporal a su lado; veía a
Jesús Niño en la Sagrada Forma eucarística. Y también sentía, en ciertos
momentos, las sequedades y los aparentes abandonos de Dios, motivos de gran
sufrimiento para su alma.
Una noche de
Navidad, llena de angustia mortal por la duda de si estaría en pecado mortal,
permaneció en su silla en el coro mientras sus hermanas fueron a comulgar;
pero, recorriendo con gran devoción a la Divina Misericordia, le pidió que se
dignara mostrarle su voluntad para que la cumpliera ciegamente. Entonces, sin
saber cómo, y sintiéndose como que arrastrada por una fuerza superior, se
encontró junto al comulgatorio. Comulgó, pues, y el Señor le concedió en esta
comunión una infinidad de gracias. Como ejemplo de estas, se puede referir el
hecho de que una porción de la Hostia sagrada se quedó en su boca, sin que la
pudiera tragar, con un claro sabor a carne y sangre: esto le produjo gran aflicción;
pero, luego sintió cómo esta porción eucarística le pasaba al corazón,
abrasándola con un gran fuego de amor, dejándola sumida en un arrobamiento
amoroso que permaneció durante varios días; y, todavía más, desde entonces,
volvió al perfecto gozo de la unión amorosa con Dios y recobró la perfecta paz
del alma, para nunca más perderla.
En 1300 fue
obligada, bajo obediencia, a aceptar el priorato de la cartuja de Eymeux,
departamento de Drome; en esta nueva fundación cartujana, en el ejercicio del
cargo de priora, brillaron sus grandes virtudes.
Por fin, el 25 de
Noviembre de 1303, el Señor vino a llamar a su esposa para las bodas
celestiales, terminando su vida santa en la tierra con una preciosa muerte. Sin
embargo, otras fuentes la dan por fallecida a 5 de febrero dos años
después.
Fue sepultada en Eymeux, y casi de inmediato, empezaron a obrarse milagros en su tumba, extendiéndose su fama de santidad. Algún tiempo después, su cuerpo fue trasladado a su primera cartuja de Parménie. El 15 de Abril de 1869 el Beato Pío IX, Papa, aprobó su culto. Su fiesta se celebra el día 25 de noviembre, aniversario de su nacimiento para el cielo. Es la única monja cartuja beatificada; no dejó ningún escrito.
Fue sepultada en Eymeux, y casi de inmediato, empezaron a obrarse milagros en su tumba, extendiéndose su fama de santidad. Algún tiempo después, su cuerpo fue trasladado a su primera cartuja de Parménie. El 15 de Abril de 1869 el Beato Pío IX, Papa, aprobó su culto. Su fiesta se celebra el día 25 de noviembre, aniversario de su nacimiento para el cielo. Es la única monja cartuja beatificada; no dejó ningún escrito.
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