Tobías: 3, 1-11. 16-17:
“El Dios de la gloria escuchó las súplicas de Sara y Tobit”
Salmo 24: “A ti, Señor,
levanto mi alma”
San Marcos 12, 18-27:
“Dios no es Dios de muertos, sino de vivos”
¿Nos gustaría a nosotros
hacerle a Jesús la misma pregunta que le hacen los saduceos? Tenemos
muchas dudas sobre lo que hay “más allá, después de la muerte”. Y por
más que muchos ahora digan que le hablan a los muertos o que tienen
comunicación con los espíritus, siempre quedamos en la ignorancia, sobre lo que
hay más allá. Cristo mismo nos asegura que hay resurrección pero no
tenemos claro qué podremos encontrar. Nuestras pobres inteligencias se niegan a
concebir una vida nueva, diferente, y queremos encasillar la resurrección como
en un continuo revivir, reencarnarse, que al final terminaría en una vida
monótona, sin novedad. Cristo nos dice que tendremos vida en plenitud, no que
viviremos como cadáveres. Habrá una comunicación con nuestro Dios y una
participación de su amor que nos hará vivir a todos como hermanos.
Si ya desde el Antiguo
Testamento se vislumbraba esta vida en el más allá, como nos lo muestra el
pasaje de Tobías que busca respeto para los muertos, con la propuesta de Jesús
aparece más claro. Esta enseñanza de ningún modo nos debe excusar de un
trabajo serio y comprometido con la realidad, sino todo lo contrario: quien
tiene fe en la Resurrección de Jesús, se une íntimamente a Él, y se
compromete seriamente por la vida en todos sus sentidos. Es triste el ambiente
de muerte que propiciamos al destruir la naturaleza; es increíble la dureza del
corazón que debemos tener, cuando somos capaces de destruir la vida desde el
vientre, o en la ancianidad, con el pretexto de que “estorban o no son
productivos”. Hoy el Señor nos llama a un cuidado de la vida en todas
sus expresiones.
La vida en tu persona
que no debes destruir con el alcohol, con las drogas, con los excesos; la vida
de los demás que debes cuidar y preservar; la vida de la naturaleza que al
final de cuentas da vida al hombre. ¿Somos cuidadores de la vida o somos
pregoneros de muerte? ER
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