La fecundación
in vitro, en sus distintas modalidades, permite que algunos laboratorios
apliquen un “complemento” para mejorar la “calidad” de los embriones: el
diagnóstico pre-implantatorio (en inglés, Pre-Implantation Genetic Diagnosis o
PGD).
¿En qué
consiste? Consiste en realizar un análisis genético del embrión concebido in
vitro para luego decidir si tal embrión será transferido o no a la madre que lo
va a acoger.
Este
diagnóstico se realiza cuando se sospecha la existencia de una enfermedad
genética, o por petición de los padres con diversos motivos.
¿Cuáles pueden
ser estos motivos? Por ejemplo, una familia que tenga un alto riesgo de generar
hijos talasémicos podría pedir el diagnóstico pre-implantatorio. De este modo,
sería posible eliminar los embriones enfermos y transferir sólo los embriones
sanos. Otros padres piden este diagnóstico sólo para descubrir el sexo del
embrión y decidir luego si acogerlo o rechazarlo.
Suelen usarse
varias técnicas. Una técnica consiste en estudiar el óvulo femenino a partir
del primer cuerpo polar, antes de que se haya producido la fecundación. Este
análisis a veces no es preciso, y sirve sólo para descubrir óvulos portadores
de algún gen gravemente dañado. Destruir un óvulo “malo” no implica un grave
daño moral, pues un óvulo no es todavía un nuevo ser humano.
Otra técnica
trabaja sobre el embrión recién fecundado en el laboratorio, a partir de los
dos cuerpos polares. Como la técnica anterior, sirve sólo para conocer daños o
deformaciones genéticas de origen materno. Pero ya está tocando la vida de un
nuevo ser humano. Y según el resultado, más de alguno podría decidir eliminar a
aquel embrión que pudiese resultar enfermo, con lo que esto implica desde el
punto de vista ético.
Otras técnicas
hacen el diagnóstico sobre embriones en fases más avanzadas de desarrollo. Por
ejemplo, cuando el embrión tiene 3 días de vida y un número muy reducido de
células (alrededor de 8 células llamadas blastómeros). Este método permite
individuar no sólo una posible enfermedad genética de origen materno, sino la
situación real del embrión, ya constituido con su patrimonio paterno y materno:
su sexo, sus características genéticas relevantes (las que pueden ser conocidas
por los test, todavía no perfectos), sus posibles o seguras deformaciones...
Este tipo de
análisis conlleva no pocos riesgos: no es algo sencillo “romper” la capa
externa del embrión prematuro y tomar una célula de su interior, por lo que se
da un cierto peligro de que el embrión quede dañado seriamente. A la vez, la
tentación eugenésica (eliminar los embriones que no reúnan la salud o las
características queridas por los padres o por otras personas interesadas) es
grande cuando se realiza esta técnica (normalmente orientada precisamente a la
“caza” de los embriones defectuosos para garantizar una buena “calidad” de los
embriones que se transferirán al útero materno).
Existen otras
modalidades técnicas, pero las dejamos de lado. Lo importante es tener presente
los criterios éticos que nos guíen para juzgar estas técnicas y el uso que se
hace de las mismas.
En primer
lugar, es de por sí incorrecto buscar la concepción de seres humanos fuera del
ámbito natural en que tal concepción debe ocurrir. Hablamos de “ámbito natural”
no sólo en clave biológica, sino antropológica: la vida humana es concebida del
mejor modo posible cuando resulta del amor de unos esposos que, con un gesto de
amor, se dan el uno al otro a través de su dimensión sexual. Será la misma
sexualidad, con sus leyes biológicas y sus profundos mecanismos psicológicos,
la que permita el que inicie, en el lugar más adecuado y más protegido, la vida
del hijo: el seno de su madre.
Cualquier
inicio que atente contra la antropología del amor y de la vida (por ejemplo,
como consecuencia de una violación, o a través de la fecundación in vitro, con
los riesgos que tal técnica conlleva para la vida de los embriones) no quita la
dignidad de quien así empieza a vivir. Pero implica una injusticia por faltar
al respeto debido a cada vida, respeto que incluye el buscar el lugar más
seguro para la concepción, desde el punto de vista físico y desde el punto de
vista antropológico. Las concepciones en laboratorio, en cambio, se colocan
bajo la óptica del control técnico, conllevan altos riesgos, y se abren a la
tentación de escoger y seleccionar embriones según una lógica de dominio y de
calidad escogida por los adultos.
Precisamente
en esta lógica del dominio técnico se coloca el diagnóstico pre-implantatorio.
Como ya hemos dicho, cuando se descubre una posible enfermedad en el embrión, o
alguna característica (incluida el sexo) no deseada por los padres, es fácil
optar por su supresión. Es decir, se elimina un nuevo ser humano (un hijo)
simplemente porque no reúne una serie de características mínimas de
“aceptabilidad” exigidas por los adultos. Lo cual, desde el punto de vista
ético, es sumamente grave.
Estos modos de
actuar reproponen una mentalidad mal llamada “eugenésica”. Tal mentalidad se
opone radicalmente a la medicina, pues supone, por ejemplo, aceptar la
eliminación de los enfermos (embriones defectuosos) para que disminuya el
porcentaje de una enfermedad... La medicina verdadera, en cambio, busca salvar
y ayudar a los enfermos, ofrecerles los mejores medios para hacer llevadera su
situación y, cuando sea posible, para restablecer la salud. Nunca ha sido eticamente correcto el usar un diagnóstico para condenar a muerte a nadie,
aunque por desgracia se ha hecho en algunos lugares en el pasado y en el
presente.
Existe igual
inmoralidad cuando el diagnóstico pre-implantatorio es usado para eliminar
embriones femeninos para que nazca un niño, o eliminar embriones masculinos
para que nazca una niña. El principio de no discriminación se aplica también en
el nivel embrionario. Con la misma energía con la que protestamos ante la
eliminación de niñas apenas nacidas deberíamos protestar cuando se destruyen
embriones por razón de sexo o por otros motivos que nunca pueden justificar la
eliminación de ninguna vida humana. Aunque se trate de una vida microscópica.
Estas
reflexiones, por lo tanto, nos permiten afirmar que sigue siendo oportuno
trabajar para que las técnicas de fecundación extracorpórea sean dejadas de
lado; y para que allí donde se apliquen no sea posible realizar diagnósticos
pre-implantatorios peligrosos en su misma realización y en el uso de los mismos
con fines “eugenésicos” o discriminatorios. FP
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