Día litúrgico: Feria privilegiada de Adviento: 23 de Diciembre
Texto del Evangelio (Lc 1,57-66): Se le cumplió a Isabel el tiempo de dar a luz, y tuvo un hijo.
Oyeron sus vecinos y parientes que el Señor le había hecho gran misericordia, y
se congratulaban con ella. Y sucedió que al octavo día fueron a circuncidar al
niño, y querían ponerle el nombre de su padre, Zacarías, pero su madre, tomando
la palabra, dijo: «No; se ha de llamar Juan». Le decían: «No hay nadie en tu
parentela que tenga ese nombre». Y preguntaban por señas a su padre cómo quería
que se le llamase. Él pidió una tablilla y escribió: «Juan es su nombre». Y
todos quedaron admirados. Y al punto se abrió su boca y su lengua, y hablaba
bendiciendo a Dios. Invadió el temor a todos sus vecinos, y en toda la montaña
de Judea se comentaban todas estas cosas; todos los que las oían las grababan
en su corazón, diciendo: «Pues, ¿qué será este niño?». Porque, en efecto, la
mano del Señor estaba con él.
«‘¿Qué será este niño?’. Porque, en efecto,
la mano del Señor estaba con él»
Comentario: Rev. D. Miquel MASATS i
Roca (Girona, España)
Hoy, en
la primera lectura leemos: «Esto dice el Señor: ‘Yo envío mi mensajero para que
prepare el camino delante de Mí’» (Mal 3,1). La profecía de Malaquías se cumple
en Juan Bautista. Es uno de los personajes principales de la liturgia de
Adviento, que nos invita a prepararnos con oración y penitencia para la venida
del Señor. Tal como reza la oración colecta de la misa de hoy: «Concede a tus
siervos, que reconocemos la proximidad del Nacimiento de tu Hijo, experimentar
la misericordia del Verbo que se dignó tomar carne de la Virgen María y habitar
entre nosotros».
El
nacimiento del Precursor nos habla de la proximidad de la Navidad. ¡El Señor
está cerca!; ¡preparémonos! Preguntado por los sacerdotes venidos desde
Jerusalén acerca de quién era, él respondió: «Yo soy la voz del que clama en el
desierto: ‘Enderezad el camino del Señor’» (Jn 1,23).
«Mira
que estoy a la puerta y llamo: si alguno oye mi voz y me abre la puerta,
entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo» (Ap 3,20), se lee en la
antífona de comunión. Hemos de hacer examen para ver cómo nos estamos
preparando para recibir a Jesús el día de Navidad: Dios quiere nacer
principalmente en nuestros corazones.
La vida
del Precursor nos enseña las virtudes que necesitamos para recibir con provecho
a Jesús; fundamentalmente, la humildad de corazón. Él se reconoce instrumento
de Dios para cumplir su vocación, su misión. Como dice san Ambrosio: «No te gloríes
de ser llamado hijo de Dios —reconozcamos la gracia sin olvidar nuestra
naturaleza—; no te envanezcas si has servido bien, porque has cumplido aquello
que tenías que hacer. El sol hace su trabajo, la luna obedece; los ángeles
cumplen su misión. El instrumento escogido por el Señor para los gentiles dice:
‘Yo no merezco el nombre de Apóstol, porque he perseguido a la Iglesia de Dios’
(1Cor 15,9)».
Busquemos
sólo la gloria de Dios. La virtud de la humildad nos dispondrá a prepararnos
debidamente para las fiestas que se acercan.
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