—¿Y cómo
explicas que la brutalidad del aborto, que, según dices, debiera ser tan clara,
sea negada por tantísima gente?
La historia
demuestra que cada época se caracteriza tanto por sus intuiciones y sus
aciertos como por sus ofuscaciones. Eso explica que pueblos enteros hayan
podido a veces permanecer, durante períodos muy largos, sumidos en desviaciones
sorprendentes. Baste recordar los duros debates que en su momento se produjeron
en torno a cuestiones hoy casi felizmente superadas, como la esclavitud, la
segregación racial, la tortura, etc.
Y es que quizá
hay verdades que resultan más simpáticas y agradables en cierto momento, y se
difunden más y se perciben de modo más patente. En cambio, hay otras que son
igualmente verdaderas, pero que chocan contra actitudes y hábitos más
arraigados en esa época o lugar, y entonces no se está fácilmente dispuesto a
reconocerlas. Muchas verdades pueden ser olvidadas, e incluso suplantadas por
errores, puesto que, lamentablemente, no siempre hay una relación directa entre
la verdad y el número de personas a las que persuade. AA
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