Texto del Evangelio (Jn 15,12-17): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Éste es el
mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado. Nadie
tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos. Vosotros sois mis
amigos, si hacéis lo que yo os mando. No os llamo ya siervos, porque el siervo
no sabe lo que hace su amo; a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que
he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. No me habéis elegido vosotros a mí,
sino que yo os he elegido a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis
fruto, y que vuestro fruto permanezca; de modo que todo lo que pidáis al Padre
en mi nombre os lo conceda. Lo que os mando es que os améis los unos a los
otros».
«Éste es el mandamiento mío: que os
améis los unos a los otros como yo os he amado»
Comentario: Rev. D. Carles ELÍAS i
Cao (Barcelona, España)
Hoy, el Señor nos
invita al amor fraterno: «Que os améis los unos a los otros como yo os he
amado» (Jn 15,12), es decir, como me habéis visto hacer a mí y como todavía me
veréis hacer. Jesús te habla como a un amigo, pues te ha dicho que el Padre te
llama, que quiere que seas apóstol, y que te destina a dar fruto, un fruto que
se manifiesta en el amor. San Juan Crisóstomo afirma: «Si el amor estuviera
esparcido por todas partes, nacería de él una infinidad de bienes».
Amar es dar la vida.
Lo saben los esposos que, porque se aman, hacen una donación recíproca de su
vida y asumen la responsabilidad de ser padres, aceptando también la abnegación
y el sacrificio de su tiempo y de su ser a favor de aquellos que han de cuidar,
proteger, educar y formar como personas. Lo saben los misioneros que dan su
vida por el Evangelio, con un mismo espíritu cristiano de sacrificio y de
abnegación. Y lo saben religiosos, sacerdotes y obispos, lo sabe todo discípulo
de Jesús que se compromete con el Salvador.
Jesús te ha dicho un
poco antes cuál es el requisito del amor, de dar fruto: «si el grano de trigo
no cae en tierra y muere queda él solo; pero si muere da mucho fruto» (Jn
12,24). Jesús te invita a perder tu vida, a que se la entregues a Él sin miedo,
a morir a ti mismo para poder amar a tu hermano con el amor de Cristo, con amor
sobrenatural. Jesús te invita a llegar a un amor operante, bienhechor y
concreto; así lo entendió el apóstol Santiago cuando dijo: «Si un hermano o una
hermana están desnudos y carecen del sustento diario, y alguno de vosotros les
dice: ‘Id en paz, calentaos y hartaos’, pero no les dais lo necesario para el cuerpo,
¿de qué sirve? Así también la fe, si no tiene obras, está realmente muerta»
(2,15-17).
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