Mártires, 03 de Marzo
Elogio: En Cesarea de
Palestina, santos Marino, soldado, y Asterio, senador, mártires en tiempo del
emperador Galieno. El primero, delatado por su condición de cristiano por un
compañero envidioso, profesó su fe ante el juez con palabras muy claras y,
decapitado, alcanzó la corona del martirio. Asterio, por haber honrado el
cuerpo del mártir al ajustarle la propia veste con que se cubría, mereció a su
vez el mismo honor que él había prestado al mártir.
En la
«Historia Eclesiástica», Eusebio describe el martirio de San Marino. El santo
pertenecía a una noble familia de Cesárea de Palestina y se había distinguido
en el ejército. Iba ya a ser condecorado con el emblema de centurión, cuando
uno de sus rivales objetó que no tenía derecho de aspirar a esa dignidad, pues
era cristiano y no podía ofrecer sacrificios al emperador. El gobernador,
Aqueo, interrogó a Marino y como éste confesara a Cristo, le dio tres horas
para reflexionar. En la puerta de la sala del juicio Marino encontró al obispo
de la ciudad, llamado Teotecno, quien le condujo a la iglesia. El obispo señaló
a Marino el libro de los Evangelios que se hallaba sobre el altar y la espada
que éste llevaba al cinto, y le dijo que escogiese entre esos dos objetos.
Marino tomó sin vacilar el libro de los Evangelios en sus manos. El obispo le
dijo: «Entonces acógete a Dios y pídele que te de fuerza para ganar lo que has
escogido. Vete en paz». Marino retornó a la sala del juicio y confesó su fe con
la misma valentía que antes. Fue ejecutado inmediatamente.
San Asterio,
un senador romano que gozaba del favor del emperador, asistió al martirio de
Marino, envolvió el cadáver en su propia capa, se lo echó sobre los hombros y
le dio cristiana sepultura. Eusebio no habla del martirio de san Asterio, pero
Rufino lo supone en su traducción latina de la historia y, tanto el
Martirologio Romano como el Menaion griego (7 de agosto) conmemoran a San Asterio
como mártir; Eusebio sólo indica que los amigos de Asterio estaban aún vivos
cuando él escribió la historia y «cuentan sobre él muchas otras cosas», ninguna
de las cuales nos ha llegado.
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