Pocos
admitirán que matar sería un buen método para que no haya enfermedades. Una
enfermedad muchas veces no provoca la muerte, y vale la pena vivir también en
medio del sufrimiento. Contra las enfermedades lo correcto es prevenir en los
sanos, curar y ayudar a los enfermos.
A pesar de que
lo anterior resulta claro, hay quienes promueven el aborto en casos de
enfermedades que pueden provocar daños en el hijo. Es decir, hay quienes buscan
eliminar a un ser humano antes de nacer con la excusa de que puede tener algún
daño o defecto.
Este tipo de
mentalidad obedece a la lógica eugenésica que tanto daño ha provocado en la
historia humana. Porque el deseo de salud no da permiso para eliminar a quienes
no son sanos. Nunca resultará justo pedir que se liberalice el aborto para
afrontar algunas situaciones de epidemia.
En un mundo
donde la sensibilidad ecológica lleva a la defensa de plantas y animales en
peligro de extinción hace falta promover otra sensibilidad mucho más seria y
solidaria: la que defiende la vida de todos los seres humanos, sanos o
enfermos, antes o después del parto.
Frente a
quienes presionan a los gobiernos y a la gente para abortar cuando un virus o
una bacteria se difunden de modo alarmante, hay que abrir los ojos y defender a
los débiles. Solo entonces superaremos la terrible “cultura del descarte”
tantas veces denunciada por el Papa Francisco, y promoveremos una cultura de la
inclusión y de la acogida de todos, especialmente de los débiles y los
enfermos. FP
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