Además, los filósofos y los teólogos demuestran que los misterios de la fe son superiores al entendimiento humano, pero no contrarios a la razón, es decir, que no son imposibles y absurdos. Así lo afirmó el Concilio Vaticano I. Ocurre con ellos lo que con otras muchas cosas de la vida, que las usamos continuamente y no sabemos lo que son: el magnetismo nos ofrece no pocos misterios. «Las ecuaciones de Maxwell, con ser tan portentosas, no nos dicen qué son en sí mismos el magnetismo y la electricidad, sino cómo se comporta la materia, magnética y eléctricamente».
Nadie sabe lo que es la luz. Se la define como «agente físico que hace visible los objetos» pero su naturaleza es desconocida. Su actuación se explica por la doble teoría, corpuscular de Newton y ondulatoria de Huygens, y la teoría del corpúsculo con onda asociada de Schrüdinger. Pero la naturaleza de la luz es un tanto misteriosa.
Lo mismo ocurre con la gravedad: la atracción mutua de las masas materiales. Desconocemos su naturaleza. El mismo Newton, que expresó esta atracción en una sencilla fórmula matemática, confesó que él conocía las leyes de la atracción pero no sabía lo que era la esencia de tal atracción.
Es que la Física sólo nos habla de los hechos. Nada nos dice de la esencia de las cosas y de sus últimas causas. Hay verdades que se conocen por demostración: los ángulos del triángulo valen dos rectos.
Pero otras cosas sólo se pueden conocer por el testimonio de autoridad: el misterio de la Santísima Trinidad.
La vida está llena de misterios. ¿Vamos a extrañarnos de que también los haya en un Dios infinito, que sobrepasa tan totalmente nuestra capacidad intelectual? Ni la inmensidad del mar cabe en nuestro ojo, ni la de Dios en nuestro entendimiento. Si Dios cupiera en nuestro entendimiento, sería limitado. Dejaría de ser Dios, pues Dios tiene que ser infinito. Nosotros no podemos conocer a Dios del todo con ciencia adecuada y perfecta. Sería absurdo creer que sólo puede ser verdad lo que cabe en nuestro pequeño entendimiento. Cuando creemos en los misterios, hacemos un acto de humildad reconociendo que Dios sabe más que nosotros.
Niels Bohr, uno de los primeros científicos que descubrió la estructura del átomo, discutiendo con Einstein, también creyente, le dijo: «No es, ni puede ser, tarea nuestra ordenar a Dios cómo debe Él regir el mundo».
Algunos se dejan llevar de un exceso de racionalismo, que rechaza todo lo que supera la razón. Los misterios, ni son exclusivos de la Religión, ni son obstáculo para creer. Y lo mismo que en las demás ciencias, cuando no entendemos una cosa, nos fiamos de lo que nos dicen los que entienden de esa ciencia, así en cosas de Religión debemos fiarnos de lo que Dios dice en la Revelación, obra de Dios, aunque nuestro pequeño entendimiento no alcance a comprenderlo perfectamente.
Tampoco una hormiga entiende el ajedrez, y sin embargo el juego del ajedrez es una realidad. En la Física hay cosas inexplicables, y no por eso el físico reniega de la Física; y en la Medicina hay casos que no tienen solución, y no por eso el médico reniega de la Medicina. Es decir, en la Religión hay cosas que superan nuestro entendimiento, pero debemos fiarnos de Dios que nos las comunica.
Como aquel negrito del África ecuatorial que no había visto nunca el hielo y por eso no creía al misionero cuando éste le decía que con el frío, a veces, el agua se endurece de tal forma que puede un hombre andar sobre ella sin hundirse. El negrito no comprendía cómo esto puede ocurrir, pero si le constaba de la honradez del misionero y de que éste sabía lo que decía, debía fiarse de él, aunque su entendimiento no lo comprendiera. Lo mismo nosotros debemos creer los misterios de la Religión que Dios nos enseña por medio de la Iglesia, divinamente asistida por Él. Creo firmemente lo que no veo, porque creo a Aquel que lo ve todo (Bossuet).
Es decir, que aunque está bien que busquemos las razones que hacen nuestra fe razonable, sin embargo, no creemos porque a nosotros nos parezca razonable, sino porque nos fiamos de la Ciencia y Veracidad de Dios, y aceptamos confiadamente todo cuanto Él nos diga.
Con todo, en el cielo entenderemos claramente todos los misterios que ahora no entendemos. El misterio de que hay un solo Dios y tres Personas distintas se llama Misterio de la Santísima Trinidad. Aunque no podamos entenderlo perfectamente, podemos, sin embargo, aclararlo con comparaciones. El agua puede estar en tres estados (sólido, líquido y gaseoso) sin perder su misma naturaleza: H2O. Tres cerillas unidas tienen una sola llama: cada cerilla tiene llama, pero no son tres llamas, sino una sola. En un triángulo cada ángulo abarca todo el triángulo, sin embargo los tres ángulos son distintos. Etc., etc., etc. JL
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