Les cortaron la cabeza...
Si visitas Tuscania, por primera vez, seguramente irías -como la gran mayoría- directamente al conjunto arquitectónico medieval; reconstruido tras un terremoto que asoló la región en 1971. Allí encontrarás dos iglesias: San Pedro y Santa María Mayor. Son un tesoro artístico; sin embargo, cuando tuve la oportunidad de ir, me ganó la atención un hecho curioso. Si te fijas bien en las estatuas de San Pedro y de San Pablo que custodian el ingreso de la iglesia de Santa María Mayor, te darás cuenta de algo extraño: hace tiempo, ¡les robaron las cabezas! Según escuché, una persona les cortó las cabezas a las estatuas y se las robó como piezas de museo. Como era de esperar, no pasó mucho tiempo sin que la conciencia hiciera su aparición. La persona, arrepentida y con un noble propósito de reparación, restauró y limpió bien las cabecitas antes de volverlas a colocar sobre los hombros de los santos. Y ahí están: Pedro y Pablo con sus cabezas restauradas y sus cuerpos carcomidos por la intemperie. Se nota a leguas que las cabezas les quedaron un poco postizas, pero ya las tienen. Menos mal.
Pero tú, no pierdas la cabeza
Pero, esto me hizo pensar: ¿y cuántas veces no me han robado a mí la cabeza?, ¿en cuántas ocasiones no he obrado como un decapitado?, ¿cuántos actos he realizado más con los pies que con la razón? Es una pregunta que a todos nos viene bien al término de cada día o ante las decisiones que la vida te va exigiendo. ¿Cuántas veces te has dado cuenta de que vas caminando sin usar tu razón? De verdad que, o agarras bien tu cabeza, o alguien te lo roba. Al parecer, hoy en día, actúas –como muchos- como si no tuvieras cabeza y sencillamente aceptas las reflexiones del que grita más fuerte. La falta de razón te ha ido imponiendo las modas más erróneas. Lo que has desarrollado es una débil capacidad de análisis de principios y te has puesto en manos de locos que solamente miran su propio bien.
Si te fijas, no eres el único que anda por ahí, como el jinete sin cabeza; la falta de sentido común ha ido desnaturalizando el comportamiento de muchas personas. Una malentendida libertad nos ha ido robando nuestro tesoro de virtudes humanas: el respeto por la vida, la gratitud, la honestidad, la justicia, la verdad… Y estamos cayendo en el libertinaje porque ‘todo está permitido’.
Sé que no es fácil el que mantengas tu cabeza sobre los hombros. Cuando menos te das cuenta, te llegan por donde sea: un criterio mundano, una visión hedonista de la vida, un sentir libertino e individualista, y… ¡Zas!, te cortan de tajo la cabeza. Y lo peor de todo viene después cuando, allí vas con la cabeza entre las manos, creyendo vivir mejor sin pensar seriamente en el valor de lo que decides.
Cuando empieces a repetir lo que escuchas por la televisión, lo que has recogido en tu grupo de amigos, empieza a pensar que estás con la cabeza bajo la guillotina. Ahí es cuando puedes prevenirte del golpe apoyándote en una educación sana, ejercitando tu razón y pensando con el bien. Aquí bien vale el dicho: más vale prevenir que lamentar. Para que no se note el parche y como sé que es difícil atornillar de nuevo la cabeza en su lugar, más vale que te adelantes a los cazadores de cabezas.
Hoy en día nadamos en la superficialidad porque pensamos poco; aunque sea un poco cruel decirlo, a ti también te domina un mundo incrédulo y materialista. Y créeme, a donde sea, puedes llegar con la cabeza bien puesta. AC
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