Se considera que una persona está
siendo perezosa si es incapaz de realizar alguna actividad que debería
realizar, pero no está dispuesta a hacerlo por el esfuerzo que implica. En
cambio, realiza la actividad de manera superficial o participa en alguna otra
actividad menos extenuante o menos aburrida bien o permanece inactivo. En
resumen, una persona es perezosa si su motivación para ahorrarse esfuerzos
supera a su motivación para hacer lo correcto o lo esperado. Comencemos
diferenciando dos conceptos básicos: la procrastinación y la ociosidad.
1. Procrastinación
Procrastinar es posponer una
tarea en favor de otras tareas que, aunque se perciben como más fáciles o más
placenteras, suelen ser menos importantes o urgentes. Posponer una tarea con
fines constructivos o estratégicos no equivale a una postergación. Para que se
convierta en procrastinación, la postergación tiene que representar una
planificación deficiente e ineficaz, y resultar en un costo total más alto para
el procrastinador, por ejemplo, en forma de estrés, culpa o pérdida de
productividad. Una cosa es retrasar una declaración de impuestos hasta que
estén todas las cifras, y otra muy distinta es retrasarla y que esto afecte los
planes y las personas y recibas una multa. La pereza y la procrastinación son
similares en el sentido de que ambas implican una falta de motivación. Pero, a
diferencia de una persona perezosa, un procrastinador aspira y tiene la
intención de completar la tarea y, además, finalmente la completa, aunque a un
costo más alto para él.
2. Ociosidad
Estar inactivo es no estar
haciendo nada. Esto podría deberse a que es perezoso, pero también podría
deberse a que no tiene nada que hacer o no puede hacerlo temporalmente. O
quizás ya lo haya hecho y esté descansando o recuperándose. Aunque nuestro
instinto natural es la ociosidad, a la mayoría de las personas les resulta
difícil tolerar la ociosidad prolongada. Estar parado en el tráfico durante
media hora en un atasco puede hacernos sentir inquietos e irritables, y muchos
conductores prefieren tomar una ruta alternativa, incluso si es probable que
les lleve más tiempo que estar parados entre el tráfico.
Psicología de la pereza
En la mayoría de los casos, se
considera doloroso dedicar esfuerzos a metas a largo plazo que no brindan una
gratificación inmediata. Para que una persona se embarque en un proyecto, tiene
que valorar el rendimiento de su trabajo más que su pérdida de comodidad. El
problema es que no está dispuesto a confiar en un regreso distante e incierto.
Debido a que las personas seguras de sí mismas son más propensas a confiar en
el éxito y la recompensa de sus objetivos, es mucho más probable que superen su
pereza natural. Algunas de las causas más comunes de la pereza son:
1. No pensar en las consecuencias
Una noche pueden comer y beber
indiscriminadamente, sin tener en cuenta las consecuencias a largo plazo para
su salud y apariencia, o incluso la resaca de mañana por la mañana. El antiguo
filósofo Epicuro argumentó que el placer es el bien supremo. Pero advirtió que
no se debe perseguir todo lo que es placentero y no se debe evitar todo lo que
es doloroso. En cambio, se debe aplicar una especie de cálculo hedonista para
determinar qué cosas tienen más probabilidades de resultar en el mayor placer
con el tiempo, y es sobre todo este cálculo hedonista lo que la gente no puede
manejar.
2. No encontrar lo que se quiere en la vida
Muchas personas perezosas no son
intrínsecamente perezosas, sino que lo son porque no han encontrado lo que
quieren hacer o porque, por una razón u otra, no lo están haciendo. Para
empeorar las cosas, el trabajo que paga sus facturas puede haberse vuelto tan
tedioso que ya han perdido plenamente su motivación. Por ejemplo, trabajador de
la construcción puede contemplar las casas que ha construido, y un médico puede
sentirse orgulloso y satisfecho por la salud restaurada y la gratitud de sus
pacientes, pero un asistente del controlador financiero adjunto en una gran
corporación no puede estar seguro del efecto de su trabajo, y entonces ¿para
qué motivarse?
3. Miedo y desesperanza
Otros factores que pueden llevar
a la pereza son el miedo y la desesperanza. Algunas personas temen el éxito o
no tienen suficiente autoestima para sentirse cómodas con el éxito, y la pereza
es una forma en la que pueden sabotearse a sí mismas.
4. Desesperación
Otras personas son perezosas
porque ven su situación tan desesperada que ni siquiera pueden empezar a pensar
en ella, y mucho menos abordarla. Debido a que estas personas no tienen la
capacidad de pensar detenidamente y abordar su situación, se podría argumentar
que no son realmente perezosos y, hasta cierto punto, lo mismo podría decirse
de todas las personas perezosas.
5. Depresión
Existen varias posibles razones
para que una persona experimente esa apatía y aplanamiento al que llamamos
pereza: por una parte, puede ser un síntoma de una depresión no identificada
como tal y por lo tanto no atendida.
6. Reacción postraumática
Los psicólogos especializados en
trauma, sabemos que detrás de la pereza puede existir un postrauma ante una
situación adversa. Tal como lo afirman los estudios realizados, la pereza puede
relacionarse también con un trauma no resuelto debido sentimientos negados y
reprimidos ante un evento, que merman la calidad de vida de la persona.
En conclusión: la pereza no es natural en los seres humanos, las personas nos
caracterizamos por la motivación, el entusiasmo y la capacidad de acción y
cuando las cosas no funcionan así, es tiempo de indagar si algo anda mal, pero
no te preocupes la buena noticia es que todo tiene solución y el primer paso es
identificar qué la está causando. JQR
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