domingo, 2 de enero de 2022

Día litúrgico: Navidad: 3 de Enero

Texto del Evangelio (Jn 1,29-34): Al día siguiente Juan ve a Jesús venir hacia él y dice: «He ahí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Éste es por quien yo dije: ‘Detrás de mí viene un hombre, que se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo’. Y yo no le conocía, pero he venido a bautizar en agua para que él sea manifestado a Israel». Y Juan dio testimonio diciendo: «He visto al Espíritu que bajaba como una paloma del cielo y se quedaba sobre Él. Y yo no le conocía, pero el que me envió a bautizar con agua, me dijo: ‘Aquel sobre quien veas que baja el Espíritu y se queda sobre él, ése es el que bautiza con Espíritu Santo’. Y yo le he visto y doy testimonio de que éste es el Elegido de Dios».
 
«Yo le he visto y doy testimonio de que éste es el Elegido de Dios»
 
Comentario: + Rev. D. Antoni ORIOL i Tataret (Vic, Barcelona, España)
 
Hoy, este fragmento del Evangelio de san Juan nos adentra de lleno en la dimensión testimonial que le es propia. Es testigo la persona que comparece para declarar la identidad de alguien. Pues bien, Juan se nos presenta como el profeta por excelencia, que afirma la centralidad de Jesús. Veámoslo desde cuatro puntos de vista.
La afirma, en primer lugar, como un vidente que exhorta: «He ahí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo» (Jn 1,29). Lo hace, en segundo lugar, como un convencido que reitera: «Éste es por quien yo dije: ‘Detrás de mí viene un hombre, que se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo’» (Jn 1,30). Lo confirma como consciente de la misión que ha recibido: «He venido a bautizar en agua para que Él sea manifestado a Israel» (Jn 1,31). Y, finalmente, volviendo a su cualidad de vidente, afirma: «El que me envió a bautizar con agua, me dijo: ‘Aquel sobre quien veas que baja el Espíritu y se queda sobre Él, ése es el que bautiza con Espíritu Santo’. Y yo le he visto» (Jn 1,33-34).
Ante este testimonio que conserva dentro de la Iglesia la misma energía de hace dos mil años, preguntémonos, hermanos: —En medio de una cultura laicista que niega el pecado, ¿contemplo a Jesús como aquel que me salva del mal moral? —En medio de una corriente de opinión que sólo ve en Jesús un hombre religioso extraordinario, ¿creo en Él como aquel que existe desde siempre, antes que Juan, antes de que el mundo fuera creado? —En medio de un mundo desorientado por mil ideologías y opiniones, ¿admito a Jesús como aquel que da sentido definitivo a mi vida? —En medio de una civilización que margina la fe, ¿adoro a Jesús como aquel en quien reposa plenamente el Espíritu de Dios?
Y una última pregunta: —Mi «sí» a Jesús, ¿es tan absoluto que también yo, como Juan, proclamo a los que conozco y me rodean: «¡Os doy testimonio de que Jesús es el hijo de Dios!»?
 
Pensamientos para el Evangelio de hoy
 
«Celebremos el día afortunado en el que, quien era el ‘Día’ inmenso y eterno, descendió hasta este día nuestro tan breve y temporal. Éste se convirtió para nosotros en redención» (San Agustín)
«La tierra queda restablecida porque se abre a Dios, y recibe nuevamente su verdadera luz. El canto de los ángeles expresa la alegría porque cielo y tierra se encuentran nuevamente unidos; porque el hombre se ha unido nuevamente a Dios» (Benedicto XVI)
«Juan Bautista, después de haber aceptado bautizarle en compañía de los pecadores, (…) señaló a Jesús como el ‘Cordero de Dios que quita los pecados del mundo’ (Jn 1,29). Manifestó así que Jesús es a la vez el Siervo doliente que (…) carga con el pecado de las multitudes, y el cordero pascual símbolo de la Redención de Israel cuando celebró la primera Pascua (Ex 12,3-14). Toda la vida de Cristo expresa su misión: ‘Servir y dar su vida en rescate por muchos’ (Mc 10,45)» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 608)

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