Al recibir un diagnóstico de cáncer, el paciente y su entorno sienten
que la vida se pone en pausa; es decir, que ya no pueden (o no podrán)
continuar con su vida como lo hacían hasta ahora, ya sea por postergación (o
cancelación) de proyectos vitales o por la reestructuración que es necesaria a
nivel laboral, académico y familiar. La sensación es que todo se pone en pausa
mientras la persona está enferma y atraviesa el tratamiento. Como dice Mario Benedetti
cuando abre su libro ‘La vida, ese paréntesis’ con el siguiente fragmento “Cuando
el no ser queda en suspenso se abre la vida, ese paréntesis”.
El paciente, a su vez, atraviesa fenómenos de despersonalización, le
cuesta reconocerse dentro del nuevo contexto: tener que hacer tratamientos, los
cambios físicos que éstos traen aparejados, las modificaciones en el estilo de
vida y por sobre todo saberse mortal. Empieza a pensarse a esto del ‘no ser’
que hablaba Benedetti; y una de las preguntas típicas que se hacen muchos
pacientes justamente es esto: ¿Qué soy?, a veces ni siquiera es ¿quién soy? El
miedo al aniquilamiento de la vida trae aparejado también el miedo a la
desaparición del sí mismo, algo que es mucho más abstracto y complejo. ¿Esta
experiencia nos servirá para ‘abrir la vida’? ¿O para dejarla ‘entre
paréntesis’ y hacer como si nada?
El cáncer es una experiencia que siempre pensamos que le pasa a otro,
que nos roza por el costado, pero, ¿qué sucede cuando le pasa a uno? Todo
empieza a resignificarse y será positivo para el afrontamiento ir revistiendo
la experiencia de significado, que será dinámico y, además, muy personal.
Muchos y diversos duelos y pérdidas tendrá que atravesar el paciente
oncológico luego de recibido el diagnóstico: no sólo la pérdida de su salud,
sino también la de la sensación de control, a veces la posible pérdida de
autonomía y la capacidad de procreación. Y los duelos que atraviesa por las
modificaciones en torno a su estilo de vida, por proyectos que quedan
postergados o cancelados, por la imagen de sí mismo. Estos aspectos muchas
veces quedan en un segundo plano, ya que lo urgente es curar el cuerpo, pero es
importante no dejar de revisar estas cuestiones para mejorar el afrontamiento y
los recursos con los que cuenta el paciente y su familia para que, de esa
forma, pueda atravesar la enfermedad de la forma más tranquila posible.
Mantener la vida cotidiana ‘lo más normal posible’, seguir realizando
tareas que a uno le brinden placer, poder sostenerse en vínculos cercanos,
poder tener un espacio para hablar sobre lo que uno siente física y
emocionalmente se vuelven menester para un afrontamiento positivo de la
enfermedad. Por supuesto, es importante mantener los cuidados necesarios. De
todas formas, también hay que ser conscientes de que, aunque el paciente cuente
con recursos positivos, pueden no ser positivos todos los días ni todo el
tiempo. Hay días y día, y es necesario ser muy cuidadoso con exigirle siempre
que lo esté: esto puede producir presión extra y otras emociones negativas. BP
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