Texto del Evangelio (Lc 14,12-14): En aquel tiempo, Jesús dijo también a aquel
hombre principal de los fariseos que le había invitado: «Cuando des una comida
o una cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a
tus vecinos ricos; no sea que ellos te inviten a su vez, y tengas ya tu
recompensa. Cuando des un banquete, llama a los pobres, a los lisiados, a los
cojos, a los ciegos; y serás dichoso, porque no te pueden corresponder, pues se
te recompensará en la resurrección de los justos».
«Cuando des un banquete,
llama a los pobres, (...) porque no te pueden corresponder,
pues se te
recompensará en la resurrección de los justos»
Comentario: Fr. Austin Chukwuemeka
IHEKWEME (Ikenanzizi, Nigeria)
Hoy, el Señor nos enseña el
verdadero sentido de la generosidad cristiana: el darse a los demás. «Cuando
des una comida o una cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus
parientes, ni a tus vecinos ricos; no sea que ellos te inviten a su vez, y
tengas ya tu recompensa» (Lc 14,12).
El cristiano se mueve en el
mundo como una persona corriente; pero el fundamento del trato con sus
semejantes no puede ser ni la recompensa humana ni la vanagloria; debe buscar
ante todo la gloria de Dios, sin pretender otra recompensa que la del Cielo.
«Al contrario, cuando des un banquete, llama a los pobres, a los lisiados, a
los cojos, a los ciegos; y serás dichoso, porque no te pueden corresponder,
pues se te recompensará en la resurrección de los justos» (Lc 14,13-14).
El Señor nos invita a darnos
incondicionalmente a todos los hombres, movidos solamente por amor a Dios y al
prójimo por el Señor. «Si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué
mérito tenéis? También los pecadores prestan a los pecadores para recibir lo
correspondiente» (Lc 6,34).
Esto es así porque el Señor nos
ayuda a entender que si nos damos generosamente, sin esperar nada a cambio,
Dios nos pagará con una gran recompensa y nos hará sus hijos predilectos. Por
esto, Jesús nos dice: «Más bien, amad a vuestros enemigos; haced el bien, y
prestad sin esperar nada a cambio; y vuestra recompensa será grande, y seréis
hijos del Altísimo» (Lc 6,35).
Pidamos a la Virgen la
generosidad de saber huir de cualquier tendencia al egoísmo, como su Hijo.
«Egoísta. —Tú, siempre a ‘lo tuyo’. —Pareces incapaz de sentir la fraternidad
de Cristo: en los demás, no ves hermanos; ves peldaños (...)» (San Josemaría).
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