Conocemos
la parábola. Un rico despreocupado que «banquetea espléndidamente», ajeno al
sufrimiento de los demás, y un pobre mendigo a quien «nadie da nada». Dos
hombres distanciados por un abismo de egoísmo e insolidaridad que, según Jesús,
puede hacerse definitivo, por toda la eternidad.
Adentrémonos
algo en el pensamiento de Jesús. El rico de la parábola no es descrito como un
explotador que oprime sin escrúpulos a sus siervos. No es ese su pecado. El
rico es condenado sencillamente porque disfruta despreocupadamente de su
riqueza sin acercarse al pobre Lázaro.
Esta
es la convicción profunda de Jesús. Cuando la riqueza es «disfrute excluyente
de la abundancia», no hace crecer a la persona, sino que la deshumaniza, pues
la va haciendo indiferente e insolidaria ante la desgracia ajena.
El
paro está haciendo surgir un nuevo clasismo entre nosotros. La clase de los que
tenemos trabajo y la de los que no lo tienen. Los que podemos seguir aumentando
nuestro bienestar y los que se están empobreciendo. Los que exigimos una
retribución cada vez mayor y unos convenios cada vez más ventajosos y quienes
ya no pueden «exigir» nada.
La
parábola es un reto a nuestra vida satisfecha. ¿Podemos seguir organizando
nuestras «cenas de fin de semana» y continuar disfrutando alegremente de
nuestro bienestar cuando el fantasma de la pobreza está ya amenazando a muchos
hogares?
Nuestro
gran pecado es la indiferencia. El paro se ha convertido en algo tan «normal y
cotidiano» que ya no escandaliza ni nos hiere tanto. Nos encerramos cada uno en
«nuestra vida» y nos quedamos ciegos e insensibles ante la frustración, la
crisis familiar, la inseguridad y la desesperación de estos hombres y mujeres.
El
paro no es solo un fenómeno que refleja el fracaso de un sistema socioeconómico
radicalmente injusto. El paro son personas concretas que ahora mismo necesitan
la ayuda de quienes disfrutamos de la seguridad de un trabajo. Daremos pasos
concretos de solidaridad si nos atrevemos a responder a estas preguntas:
¿necesitamos realmente todo lo que compramos? ¿Cuándo termina nuestra necesidad
y cuándo comienzan nuestros caprichos? ¿Cómo podemos ayudar a los parados? JAP
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