Texto del Evangelio (Lc 13,18-21): En aquel tiempo, Jesús decía: «¿A qué es
semejante el Reino de Dios? ¿A qué lo compararé? Es semejante a un grano de
mostaza, que tomó un hombre y lo puso en su jardín, y creció hasta hacerse
árbol, y las aves del cielo anidaron en sus ramas». Dijo también: «¿A qué
compararé el Reino de Dios? Es semejante a la levadura que tomó una mujer y la
metió en tres medidas de harina, hasta que fermentó todo».
«¿A qué es semejante el
Reino de Dios?»
Comentario: + Rev. D. Francisco Lucas
MATEO Seco (Pamplona, Navarra, España)
Hoy, los textos de la liturgia,
mediante dos parábolas, ponen ante nuestros ojos una de las características
propias del Reino de Dios: es algo que crece lentamente —como un grano de
mostaza— pero que llega a hacerse grande hasta el punto de ofrecer cobijo a las
aves del cielo. Así lo manifestaba Tertuliano: «¡Somos de ayer y lo llenamos
todo!». Con esta parábola, Nuestro Señor exhorta a la paciencia, a la fortaleza
y a la esperanza. Estas virtudes son particularmente necesarias a quienes se dedican
a la propagación del Reino de Dios. Es necesario saber esperar a que la semilla
sembrada, con la gracia de Dios y con la cooperación humana, vaya creciendo,
ahondando sus raíces en la buena tierra y elevándose poco a poco hasta
convertirse en árbol. Hace falta, en primer lugar, tener fe en la virtualidad
—fecundidad— contenida en la semilla del Reino de Dios. Esa semilla es la
Palabra; es también la Eucaristía, que se siembra en nosotros mediante la
comunión. Nuestro Señor Jesucristo se comparó a sí mismo con el «grano de trigo
[que cuando] cae en tierra y muere (...) da mucho fruto» (Jn 12,24).
El Reino de Dios, prosigue
Nuestro Señor, es semejante «a la levadura que tomó una mujer y la metió en
tres medidas de harina, hasta que fermentó todo» (Lc 13,21). También aquí se habla de la capacidad que tiene la
levadura de hacer fermentar toda la masa. Así sucede con ‘el resto de Israel’
de que se habla en el Antiguo Testamento: el ‘resto’ habrá de salvar y
fermentar a todo el pueblo. Siguiendo con la parábola, sólo es necesario que el
fermento esté dentro de la masa, que llegue al pueblo, que sea como la sal
capaz de preservar de la corrupción y de dar buen sabor a todo el alimento (cf. Mt 5,13). También es necesario dar
tiempo para que la levadura realice su labor.
Parábolas que animan a la
paciencia y la segura esperanza; parábolas que se refieren al Reino de Dios y a
la Iglesia, y que se aplican también al crecimiento de este mismo Reino en cada
uno de nosotros.
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