Con estas
palabras el Señor Jesús invita a sus fieles a tener mucho cuidado de no caer en
las trampas del maligno, que llevan a la persona a querer entrar por la puerta
ancha, dirigiendo sus pasos por un camino que lleva a la perdición; ahora que
las puertas para el uso lúdico de la canabis se han abierto, vemos con
gran pena y preocupación, que las posibles complicaciones del abuso
indiscriminado sin consecuencia de esta substancia traerá: depresión, aumento
de la ansiedad, aumento en la tasa de suicidios, perdida de la memoria,
desintegración social y lo más grave, la destrucción de la familia.
Quienes vivimos
con el pueblo prevemos con esta decisión más pobreza, más problemas familiares,
más violencia, más dolor y más impunidad.
El tabaquismo,
el alcoholismo siguen causando problemas y ahora estamos ante el peligro de
afrontar uno más, caer en las garras de esa vieja y «nueva forma de esclavitud»
que son las drogas. Vemos también que esta decisión, lejos de buscar el bien
común, estará propiciando un mal común y «no atiende los daños a la salud
surgidos por el consumo cada vez mayor de la marihuana, no atiende los efectos
en las familias por los jóvenes que consumen drogas, tampoco contribuye a
inhibir y reducir la exposición a sustancias estupefacientes», como hemos
señalado anteriormente.
Como
Iglesia, estamos en desacuerdo al uso indiscriminado de la sustancia sin
indicación, como estamos en desacuerdo, al uso de antibióticos sin indicación
médica. Hoy más que nunca, exhortamos a los padres, a los jóvenes, a los
catequistas, a la pastoral juvenil y a los pastores a prevenir y trabajar por
sembrar los valores del Reino en las nuevas generaciones, para no tener que
lamentar después.
Les proponemos
caminar juntos, unidos y organizados:
·
Papás: hoy más
que nunca deben tomar en serio la educación en valores y virtudes, para
que los hijos, tengan las armas necesarias para enfrentar esta y cualquier otra
adversidad, estar al pendiente de ellos desde temprana edad,
advirtiéndoles sobre los graves riesgos de caer en alguna adicción;
acompáñenles, estén al pendiente de los amigos y ambientes que
frecuentan.
·
Jóvenes: estén
atentos a no caer en las trampas de la adicción, piensen en la esclavitud,
sufrimiento y pobreza a que les puede llevar. Se dice que esta resolución es
para defender sus derechos, eso les dicen ahora, pero los dejarán solos el día
de mañana con su tristeza, pobreza y dolor.
·
A los actores
de la pastoral con jóvenes y niños: insistan en la formación sobre la prevención de cualquier tipo de
adicción, principalmente en los ambientes de la sociedad más vulnerables.
·
Y cuando un hermano caiga en las garras de la droga, exhortar a toda la
Iglesia a ser conscientes que «no podemos caer en la injusticia de
clasificar al drogadicto como si fuera objeto o un trasto roto. Cada persona ha
de ser valorada y apreciada en su dignidad para poder ser sanada».
No cabe duda
que esta preocupante aprobación nos plantea el reto de convencer, prevenir y
caminar juntos, unidos y organizados en nuestros Planes Diocesanos de Pastoral,
para poder ofrendar a nuestro amado Redentor, al celebrarse los 2000 años de la
Redención; y a nuestra Madre de Guadalupe, al conmemorarse los 500 años de su
presencia entre nosotros, una comunidad fiel que se esfuerce por construir un
México más en Paz, un México más depurado de maldad, vicio y egoísmo.
Oremos y
trabajemos para que así suceda. DDM
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