Es natural y
positivo querer mejorar y acercarse a ese yo ideal que nos gustaría ser. Esta
tendencia es lo que nos ayuda a sentirnos motivados, tener iniciativa y ganas
de hacer cosas. Sin embargo, cuando la exigencia alcanza unos niveles
desmedidos, esta pasa a constituir un obstáculo al generar estrés, agotamiento
y frustración.
Querer llegar
a todo y ser más superhéroes que personas impide reconocer que se tienen
limitaciones, lo que a medio y largo plazo puede ser devastador para la salud
física y emocional. En este artículo hablaremos acerca de cómo nos afecta la
autoexigencia desmedida y de qué forma se puede aprender a gestionar esta
tendencia.
Autoexigencia
y normas sociales
Aunque se
suele decir que los seres humanos somos individuos racionales, lo cierto es que
no siempre pensamos y actuamos guiados por la estricta razón. Las personas
podemos llegar a desarrollar un pensamiento muy complejo, algo que resulta
necesario para poder vivir integrados en un mundo repleto de normas que
cumplir. Sin embargo, el deseo de encajar y acatar con lo que la sociedad
espera de nosotros puede jugarnos una mala pasada y llevarnos a desarrollar
pensamientos bastante alejados de lo racional.
Desde que
nacemos nos encontramos inmersos en la dinámica de la sociedad, lo que implica
interiorizar normas y pautas de comportamiento determinadas. Esto hace que, a
medida que crecemos, dichas normas se encuentren tan dentro de nosotros que
llegan a fusionarse con nuestra identidad, condicionando la manera en la que
nos vemos y valoramos.
Al alcanzar la
vida adulta tenemos muy claro qué comportamiento es aceptable y cuál no lo es.
Sin embargo, el deseo de ser aceptados por los demás puede hacernos ir un paso
más allá y establecernos metas y estándares demasiado ambiciosos. Sobra decir
que la exigencia desmedida no sólo nos agota en todos los sentidos, sino que
nos lleva a vivir la vida como esclavos de los ‘debería’ en lugar de hacerlo
desde la paz mental y los valores con los que realmente nos identificamos.
¿Qué
caracteriza a una persona autoexigente?
Generalmente,
cuando se habla de autoexigencia se hace referencia a querer dar lo mejor de
uno mismo para hacer bien las cosas. Sin embargo, en muchos casos este patrón
se vuelve problemático y deriva en comportamientos poco saludables. Querer
alcanzar metas demasiado elevadas con relación a nuestros recursos es, como ya
comentamos, una fuente de agotamiento y frustración constantes. En su lugar, lo
más saludable es saber aceptar que no llegamos a todo, que tenemos límites y
que dependiendo de la situación es importante flexibilizar.
Las personas
autoexigentes suelen tener dificultad para reconocer que no llegan a todo
aquello que se proponen. Además, tienden a experimentar una intensa culpa si no
trabajan incansablemente por conseguir esas metas tan elevadas que se han
marcado. Es común que se definan como personas perfeccionistas, pues
manifiestan una gran necesidad de control. La raíz de este comportamiento suele
guardar relación con la inseguridad, lo que además dificulta la toma de
decisiones y merma la tolerancia a la frustración. El control y la disciplina
férreos suelen actuar como una estrategia para reducir al mínimo la
incertidumbre. Sin embargo, la inseguridad permanece y la persona termina por
basar su identidad sobre aquello que consigue y no sobre lo que es.
Por todo lo
que venimos comentando, las personas con una marcada autoexigencia suelen
pensar y actuar desde la razón, dejando a un lado sus emociones. Esto se
traduce en dificultades para relacionarse con los demás, pues existen déficits
importantes en habilidades sociales, empatía, asertividad, etc. Lo más
definitorio de las personas con elevada autoexigencia es la marcada
insatisfacción que sienten respecto a sí mismas. Creen que consiguiendo metas
casi imposibles se sentirán mejor, pero la realidad es que nunca es suficiente.
Una vez que se logra algo, enseguida se piensa en conseguir algo más.
¿Cuándo la exigencia se convierte en un problema?
Como vemos, la
exigencia con uno mismo puede llegar a constituir un grave problema.
Generalmente, hablamos de exigencia problemática cuando se producen algunas de
las siguientes situaciones.
1. Autoestima dependiente del refuerzo social
Las personas
altamente exigentes suelen tener una autoestima muy débil, por lo que dependen
en gran medida del refuerzo que los demás les brindan. Por ello, hacen todo lo
que está en su mano para recibir esa aprobación, ignorando si hacen falta sus
propias necesidades. Por supuesto, no saben establecer límites, pues optan por
complacer a cada persona con la que se relacionan. Todo ello se traduce en una
gran saturación, pues los ‘debería’ pesan tanto que se convierten en el centro
de la vida.
2. Autoexigencia como vía de escape
Aunque una
autoexigencia desmedida puede ocasionar mucho sufrimiento, lo cierto es que
esta es para muchas personas una vía de escape de otros problemas. Cuando una
persona experimenta diversos reveses e incertidumbres en su vida, depositar
todos los esfuerzos hacia una meta concreta puede ser una estrategia que brinda
sensación de control ante tanto caos.
3. Separación del estado de salud del rendimiento
Muchas
personas con una marcada autoexigencia asumen que la salud y el rendimiento son
dos entidades separadas entre sí. Así, creen que sacrificar un gran esfuerzo y
horas hacia un objetivo concreto no tiene por qué perjudicar a la salud. Sin
embargo, la realidad es que están estrechamente relacionados. De hecho, no
saber parar y descansar lleva más tarde o más temprano a una caída del
rendimiento.
Cómo rebajar el nivel de autoexigencia
Como vemos, la
autoexigencia es un problema que puede llegar a interferir notablemente en el
bienestar de las personas. Aunque siempre que se habla de ella es en clave
positiva, exigirse demasiado puede ser una trampa para nuestro bienestar
psicológico. La buena noticia es que, como sucede con la mayoría de los
comportamientos desadaptativos, la autoexigencia puede reducirse adoptando
algunos cambios.
Cuidado con las metas que te marcas: como venimos
diciendo, la autoexigencia desmedida suele implicar el establecimiento de metas
demasiado ambiciosas. Si crees que es tu caso, puedes empezar por desglosar tus
metas más amplias en objetivos más pequeños y asequibles. Además, es importante
que reflexiones acerca de si esas metas van alineadas con tus valores y son
viables acorde a tus recursos. Recuerda que la vida no es sólo trabajar y el
descanso, ocio y diversión son igualmente importantes.
Disfruta cada logro: la
autoexigencia no termina cuando se logra la meta marcada. Normalmente, una vez
que esta se consigue enseguida se piensa en ir a por otro nuevo objetivo. Ni
siquiera se da tiempo para poder disfrutar de la satisfacción de haberlo
conseguido, porque el caso es seguir ocupado incansablemente. Por ello, es
fundamental darse un respiro y disfrutar del premio tras el esfuerzo.
No te fustigues: la culpa es
una acompañante habitual de las personas autoexigentes. Cualquier error o fallo
es vivido como un auténtico fracaso vital. Por ello, viven continuamente
enfocados en esforzarse para conseguir cosas y así combatir la culpa. Sin
embargo, lejos de resolver el problema, esto no hace más que alimentarlo.
Recuerda que no tienes que ser perfecto, que cometer equivocaciones es parte de
la vida y que estas son una fuente de aprendizaje.
Marcar límites y decir que no: ser
menos autoexigente requiere aprender a marcar límites y saber decir que NO en
algunas ocasiones. La vida es mucho más que conseguir cosas, también implica
tener tiempo de tranquilidad, disfrutar y tener paz mental. Por ello, es
crucial aprender a expresar aquello que necesitamos en lugar de complacer a
todo el mundo de forma sistemática.
Conclusiones
En este
artículo hemos hablado acerca de la autoexigencia y cómo esta puede
perjudicarnos. Vivimos en una sociedad cada vez más competitiva, donde existe
un gran deseo de destacar por encima del resto y ser el mejor en todo. Sin
embargo, exigirse más de lo que se puede conseguir puede generar una intensa
frustración. El problema es que la autoexigencia es, para muchas personas, una
estrategia para conseguir refuerzo social y alimentar su autoestima. También
puede ser una vía de escape que brinda sensación de control ante la existencia
de otros problemas.
En cualquier
caso, la autoexigencia puede producir un enorme desgaste tanto físico como
mental, por lo que es fundamental reconocer cuando se sufre este problema y
tomar medidas para trabajar en ello. En este sentido, es fundamental establecer
metas más asequibles, dividiendo los objetivos grandes en otros más pequeños.
Además, es crucial aprender a marcar límites y decir que NO en lugar de
complacer a otras personas de manera sistemática. De la misma forma, es
esencial aprender a disfrutar del logro en lugar de pasar de una meta a otra
sin conciencia de lo que se está consiguiendo.
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