La
parábola de los talentos es seguramente una de las más conocidas. Antes de
salir de viaje, un señor confía sus bienes a tres empleados. Los dos primeros
se ponen de inmediato a trabajar. Cuando el señor regresa, le presentan los resultados:
ambos han duplicado los talentos recibidos. Su esfuerzo es premiado con
generosidad, pues han sabido responder a las expectativas de su señor.
La
actuación del tercer empleado es extraña. Lo único que se le ocurre es
«esconder bajo tierra» el talento recibido y conservarlo seguro hasta el final.
Cuando llega el señor, se lo entrega pensando que ha respondido fielmente a sus
deseos: «Aquí tienes lo tuyo». El señor lo condena. Este empleado «negligente y
holgazán» no ha entendido nada. Solo ha pensado en su seguridad.
El
mensaje de Jesús es claro. No al conservadurismo, sí a la creatividad. No a una
vida estéril, sí a la respuesta activa a Dios. No a la obsesión por la
seguridad, sí al esfuerzo arriesgado por transformar el mundo. No a la fe
enterrada bajo el conformismo, sí al seguimiento comprometido a Jesús.
Es
muy tentador vivir siempre evitando problemas y buscando tranquilidad: no
comprometernos en nada que nos pueda complicar la vida, defender nuestro
pequeño bienestar. No hay mejor forma de vivir una vida estéril, pequeña y sin
horizonte.
Lo
mismo sucede en la vida cristiana. Nuestro mayor riesgo no es salirnos de los
esquemas de siempre y caer en innovaciones exageradas, sino congelar nuestra fe
y apagar la frescura del evangelio. Hemos de preguntarnos qué estamos sembrando
en la sociedad, a quiénes contagiamos esperanza, dónde aliviamos sufrimiento.
Sería
un error presentarnos ante Dios con la actitud del tercer siervo: «Aquí tienes
lo tuyo. Aquí está tu evangelio, el proyecto de tu reino, tu mensaje de amor a
los que sufren. Lo hemos conservado fielmente. No ha servido para transformar
nuestra vida ni para introducir tu reino en el mundo. No hemos querido correr
riesgos. Pero aquí lo tienes intacto». JAP
No hay comentarios.:
Publicar un comentario