Expertos señalaron que existen
una serie de comportamientos comunes entre los niños que sufren bullying que
los adultos deben conocer para actuar a tiempo.
Un número significativo de
niños, niñas y adolescentes en todo el mundo se enfrentan a la violencia en la
escuela y al acoso, incluido el ciberacoso, lo que repercute en su salud,
bienestar y educación.
Los estados miembros de la
Unesco proclamaron el primer jueves de noviembre como el Día Internacional
Contra la Violencia y el Acoso en la Escuela, incluido el ciberacoso, ya que
reconocen que la violencia escolar en todas sus formas ‘constituye una
violación de los derechos a la educación, salud y bienestar de los niños, niñas
y adolescentes’.
¿Qué es el bullying?
Según Unicef, cuando se habla
de bullying o acoso escolar se hace referencia a una persecución física y/o
psicológica que realiza un estudiante contra otro de forma negativa, continua e
intencionada. Esta misma acción también puede tener lugar en Internet, por lo
cual es denominado como ciberacoso o ciberbullying.
“El bullying es una forma de
violencia que puede darse entre niñas, niños y adolescentes, y que consiste en
la búsqueda intencional, deliberada y reiterada de hacer sentir al otro
humillado. Para que ese otro se sienta humillado tiene que haber espectadores
que apoyen a quien lo hace y no protejan o no salven a quien es puesto en ese
lugar”, afirmó la licenciada en Psicopedagogía María Zysman, fundadora de
Libres de Bullying.
Y enfatizó: “Para conseguir
esa estructura de humillación, quien hace bullying va a recurrir a todo lo que
pueda con tal de hacer sentir a quien es victimizado que no vale, o que vale
menos y que se debería ir”. Consultado al respecto, el doctor en Psicología y
docente Flavio Calvo, precisó que “en el ámbito escolar se dan distintos tipos
de violencia, y esta también varía dependiendo la edad”. Para él, “cuando los
niños son más pequeños tienen menos desarrollada la capacidad de lenguaje, por
lo que suelen ocurrir más casos de violencia física, en tanto a medida que
crecen y sobre todo en la adolescencia se observa más violencia verbal y
psicológica, como por ejemplo la exclusión”.
Al respecto, Zysman sumó: “El
bullying incluye agresiones físicas, verbales, simbólicas, muchas veces son
gestos o miradas; todo aquello que hace al otro sentirse menos y que va
estructurando un vínculo basado en el desequilibrio de poder. Ese desequilibrio
muchas veces es percibido por los mismos niños, pero no es algo que necesariamente
se vea desde afuera”. Y tras asegurar que “el bullying se puede dar en
cualquier contexto en el cual los chicos tienen que convivir”, la psicopedagoga
sostuvo que “el lugar por excelencia en el que se sostiene es la escuela, pero
si los chicos van con cierta frecuencia a un club, un instituto de idiomas, un
centro religioso y tienen que convivir puede darse la misma estructura, por eso
no se habla solo de acoso escolar sino de bullying”.
Señales de alarma: qué deben hacer los adultos ante un caso de bullying
Ya sea en redes sociales como
en la vida real, tanto la víctima como el impulsor del acoso escolar tienen
ciertas particularidades, aseguran desde Unicef. Es que mientras uno se basa en
la timidez, el otro se muestra de forma inversa.
En ese sentido, desde el
organismo enumeraron siete comportamientos de quien padece bullying.
1- Frecuentemente muestra baja
autoestima, inseguridad o timidez, puede dejar de juntarse con sus amigos y
buscar continuamente la compañía de adultos.
2- Suele estar aislado por sus
compañeros y tener poco apoyo en redes sociales, y al mismo tiempo deja de
participar en su grupo de pares.
3- Puede mostrar reacciones
pasivas, provocadoras (imitando a sus acosadores) o reproducir el acoso hacia
otras víctimas.
4- Pueden dejar de asistir a
clase, bajar el rendimiento o mostrar desinterés por el colegio.
5- Sufre cambios bruscos de
humor, en su alimentación o en su uso de las redes sociales.
6- Puede manifestar miedo a la
soledad, ataques de pánico, insomnio o pesadillas.
7- Puede presentar lesiones
físicas, perder cosas o llevarlas rotas.
Con esto coincidió Calvo, para
quien “cuando un niño o adolescente sufre de bullying suele dar ciertas señales
de alarma, se evidencia de varias maneras su falta de deseo de participar del
ámbito escolar. Esta falta de deseo es mucho más visible que un simple ‘no
quiero ir a la escuela’, sino que a la hora de tener que ir surgen dolores
físicos de estómago, de cabeza, molestias”. Además, “puede haber disminución
del rendimiento escolar, ya que en el aula se encuentra continuamente en estado
de alerta frente a los compañeros. No hay interés de participar en actividades
sociales. A esto se puede sumar falta de sueño, apetito, depresiones o una
ansiedad muy desarrollada”.
Según señalaron desde Unicef,
el acoso escolar se puede prevenir con acciones que, básicamente, están en la
mano de los adultos. “Con tanta información que circula, a veces no del todo
certera, hay docentes que esperan que el chico esté destruido para darse cuenta
de que hay bullying, y hay que intervenir ante las primeras señales”, afirmó
Zysman. “Darle importancia a los padeceres de los chicos sin necesidad de que
lleguen al extremo. Hay pequeños gestos discriminatorios de burlas, apodos,
miradas despectivas, exclusiones, aunque sean chiquitas tienen que abrirnos los
ojos”, reflexionó la experta.
Y agregó: “Los padres tienen
que escuchar, sea al niño o a quien le haya referido, que puede ser la mamá de
otro compañero, un compañero del chico, o el hermano mayor, por ejemplo; e ir
con mucho cuidado con el niño para no presionarlo. Por ahí no quiera contar
todo lo que sucede por miedo a lastimarnos, porque muchas veces tienen ese
miedo. Permanentemente, me dicen que ellos no cuentan por qué cuando cuentan
los grandes la complican más”.
A su turno, Calvo agregó: “El
bullying no es un problema de niños, es un problema social. Como hay una
marcada diferencia de poder, ya sea real o sentido, la forma de resolverlo
nunca va a ser la de enfrentar a los niños que son parte de la situación. Es
importante que cuando se detecta una situación de bullying tanto padres, como
docentes, como todo el sistema escolar, puedan tomar medidas para trabajarlo,
brindando a los niños, redes de apoyo para avanzar”.
En este punto, Zysman aclaró
que “lo primero que hay que entender es que el bullying no es responsabilidad
exclusivamente de la escuela o la familia; es un fenómeno multicausal y los
chicos en la escuela o donde sea van a manifestar estas cuestiones y depende de
los adultos cómo se desarrollen”. Y concluyó: “Si en ese momento de detección
uno como padre o madre enfrenta a la escuela o como docente cree que eso sucede
porque en la casa lo están educando de determinada manera, nos estamos
perdiendo una oportunidad única de poder avanzar sobre esta problemática. En el
caso de que los padres sean citados porque su hijo hace bullying, es espectador
o sufre, lo primero es pensar que el docente está con nosotros y no en nuestra
contra, y que nuestro hijo no puede portar una etiqueta de violento, ni de
víctima, ni victimario sino que la idea es sacarlo entre todos de esos lugares
que van ocupando”.
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