Durante
muchos años hemos insistido tanto en la dimensión sacrificial de la eucaristía
que podemos olvidar otros aspectos de la cena del Señor. Quizá hoy tengamos que
recordar con más fuerza que esta cena es signo de la comunión y fraternidad que
hemos de cuidar entre nosotros y que alcanzará su verdadera plenitud en la
consumación del reino. La eucaristía tendría que ser para los creyentes una
invitación constante a vivir compartiendo lo nuestro con los necesitados,
aunque sea poco, aunque solo sean «cinco panes y dos peces».
La
eucaristía nos obliga a preguntarnos qué relaciones existen entre aquellos que
la celebramos, pues, siendo «signo de comunión fraterna», se convierte en burla
cuando en ella participamos todos, los que viven satisfechos en su bienestar y
quienes pasan necesidad, los que se aprovechan de los demás y los marginados,
sin que la celebración parezca cuestionar seriamente a nadie.
A
veces nos preocupa si el celebrante ha pronunciado las palabras prescritas en
el ritual. Hacemos problema de si hay que comulgar en la boca o en la mano. Y,
mientras tanto, no parece preocuparnos tanto la celebración de una eucaristía
que no es signo de verdadera fraternidad ni impulso para buscarla.
Y,
sin embargo, hay algo que aparece claro en la tradición de la Iglesia: «Cuando
falta la fraternidad, sobra la eucaristía» (Luis González-Carvajal). Cuando no
hay justicia, cuando no se vive de manera solidaria, cuando no se trabaja por
cambiar las cosas, cuando no se ve esfuerzo por compartir los problemas de los
que sufren, la celebración eucarística queda vacía de sentido.
Con
esto no se quiere decir que solo cuando se viva entre nosotros una fraternidad
verdadera podremos celebrar la eucaristía. No tenemos que esperar a que
desaparezca la última injusticia para poder celebrarla. Pero tampoco podemos
seguir celebrándola sin que nos impulse a comprometernos por un mundo más justo.
El
pan de la eucaristía nos alimenta para el amor y no para el egoísmo. Nos
impulsa a ir creando una mayor comunicación y solidaridad, y no un mundo en el
que nos desentendamos unos de otros. JAP
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