Por el bien de
todos (no solo de la propia familia, sino, al cabo, del mundo entero), la
primera responsabilidad de una esposa es conservar despierto y vibrante el amor
del marido hacia ella: ¡al marido hay que seducirlo cada día!, como ya dije;
conviene mucho ingeniárselas para que caiga en la cuenta de que más allá de los
compromisos y éxitos profesionales o sociales, su mujer es el mayor bien que
Dios le ha otorgado y el medio fundamental e imprescindible para conquistar la
propia plenitud y la consiguiente dicha… y, en el caso de los creyentes,
incluso la santidad.
Puede que el
incremento de las obligaciones y preocupaciones, la atención a los hijos o al
trabajo profesional, obliguen a la mujer a distanciar y acortar los ratos de
exclusiva dedicación a su esposo. La solución podría estar, más que en la
cantidad de tiempo que le consagre, ¡que siempre debería ser el mayor posible!,
en los pequeños y reiterados detalles que exigen algún esfuerzo pero
manifiestan el cariño.
Por ejemplo,
cualquier esposa habrá de interesarse por el trabajo de su cónyuge, por sus
proyectos y por sus dificultades profesionales, por sus aficiones. Con la
discreción y prudencia oportunas, no debe desentenderse de ámbitos tan
importantes para su marido como normalmente es la profesión o los restantes que
he enunciado. Si lo quiere de veras, es lógico que le interese cuanto a él le
interesa, entusiasma o preocupa, incluido, si es el caso, con o sin esfuerzo,
el equipo de fútbol.
A modo de «decálogo».
Quizás a alguna
le pueda ayudar el releer de tanto en tanto el siguiente «decálogo para la
mujer»:
1. Quiere a tu
marido también cuando otro hombre te parezca más comprensivo, más educado, más
atento, más divertido… o incluso simplemente más elegante o más guapo.
2. No estropees la relación con él por cosas que en
un momento te pueden parecer importantísimas —el orden y la limpieza de la
casa, en los que también él debe sentirse responsable, o incluso tu carrera
profesional, si trabajas fuera del hogar—, pero que en realidad y a la larga y
en fin de cuentas, no lo son tanto.
3. No lo asaltes en cuanto llega a casa,
atosigándolo con tus problemas —profesionales o familiares—, aun cuando durante
todo el día hayas estado esperando, lógicamente, la ocasión de desahogarte con
la persona que más quieres y mejor te escucha y comprende.
4. Prepárale su plato preferido cuando intuyas que
lo necesita (o deja que él os lo prepare, si le gusta…, a pesar del
desbarajuste que pueda organizarte en la cocina): el marido se gana también a
través del estómago.
No es falta de romanticismo ni de delicadeza… ni
menos aún una especie de «juego sucio», sino puro sentido común y conciencia
clara de la intimísima unidad del ser humano, el tener en cuenta estos aspectos.
5. No lo atormentes con excesos de celos, no lo
ofendas con tus dudas (evita incluso imaginarlas), no seas irónica.
6. No te engañes, pensando que con otro hombre es
posible mantener una relación de simple amistad… incluso íntima, sin correr el
riesgo de ser infiel a tu marido; ni, mucho menos, te «diviertas» jugando a
«interesar» a otros hombres.
7. No te lamentes confidencialmente con un amigo de
los defectos de tu esposo, porque éste podría ser el primer paso hacia la
deslealtad: ¡los amigos resultan siempre tan comprensivos!
8. No exageres las contrariedades ni finjas un
excesivo dolor, para inducir a tu marido a hacer lo que deseas. Decirle con
sencillez lo que necesitas o simplemente te hace ilusión constituye una muestra
de confianza, que él te agradecerá y os unirá más todavía.
9. Cuida tu aspecto externo. Aunque pueda sonar a
broma, y ciertamente está expresado con humor, el rostro se asemeja mucho a una
obra de arte, que con el tiempo tiene necesidad de una amable restauración.
Por eso procura no presentarte nunca ante tu marido
como no lo harías ante una conocida dispuesta a juzgar de tu belleza. Y
conténtate y sé feliz, más conforme pasen los años, con gustarle a él: no
aspires a gustarte a ti misma —eres tu crítica más exigente— ni admitas
comparaciones con tus amigas o con otras personas de tu mismo sexo.
10. No envidies a las otras mujeres, ni siquiera
interiormente, ni pongas como ejemplo a sus esposos. Harás que el tuyo se
sienta fracasado, que es una de las cosas que más duelen y peor soportan los
varones. (La conversación entre las dos esposas del púgil y el manager
protagonistas de Cinderella Man lo refleja con una brevedad y precisión casi
insuperables). TM
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