Ya ha terminado teología y, si todo va bien, se
ordenará sacerdote en breve. Klein ha dedicado un tiempo para hacer un breve
repaso sobre la relación tan importante que hay entre música y evangelización
para este aspirante al sacerdocio: “Para mí es muy clara cuál es mi vocación:
lo primero ser santo, un santo religioso y un sacerdote Legionario de Cristo.
Esto es lo que más deseo y espero con interés. Me visualizo como
sacerdote escuchando confesiones, celebrando la misa, predicando… No hay nada
más importante que esto, pero también es verdad que la música es una
herramienta que me ayuda a predicar y enseñar a otros cómo es de grande y
emocionante el amor de Dios y la misión a la que nos
invita”.
“Dios me ha dado este don –explica el religioso- y
por eso lo utilizaré tan a menudo como pueda. Todos nuestros dones y talentos
deben ser puestos al servicio de Cristo y de la misión, y es allí donde se
encuentran su cumplimiento y perfección”.
En realidad, le preguntamos, esto es algo que ya
hace ahora: “Bueno, sí. Cada jueves toco en una Hora Santa para jóvenes, en
inglés, en el centro de Roma. La Hora Santa y el apostolado se llaman
UpperRoom. Y también participo en unas misiones callejeras en Roma: las
llamamos StreetFaith y en ellas la música es una oportunidad para establecer
contacto con la gente, hablar de Cristo e invitarles a pasar a una iglesia en
la que pueden hacer un rato de adoración, confesarse, hablar con algún
sacerdote… Es llevar la fe a la calle”.
No es algo nuevo en él, antes de entrar en el
seminario, en Nashville, tuvo una fructífera relación con grupos musicales
protestantes. En aquella época, sin dejar de ir a Misa, comenzó a asistir a sus
estudios de la Biblia. Allí empezó a tener contacto con la música cristiana:
“Aquellos jóvenes tenían un amor más sincero a Cristo que yo, así como un
enorme valor a la hora de vivir su fe en público. Empecé a escribir y tocar
música cristiana con algunos amigos bautistas que había hecho e, incluso, les
acompañé en alguna gira en Nashville y Mississippi”.
Es lo que dijo Dostoievski en su día, y lo que
repite el H. John: “Creo que la belleza tiene una muy poderosa fuerza
evangelizadora. La Belleza no te fuerza, siempre es una invitación suave. Cada
amanecer, cada noche estrellada, cada cascada o montaña nevada es una amable
invitación a levantar nuestras mentes en busca de nuestro creador. También dan
testimonio de la ternura y la bondad de Dios. Lo mismo se
aplica a las artes humanas. A través de la pintura, la escultura, la danza, la
música… tratamos de imitar y perfeccionar la belleza que se descubre en la
naturaleza”.
Para este religioso, la música es un potente
transmisor de la belleza y una forma de conectar con Dios: “Si ves una
presentación de diapositivas con las imágenes de tu último viaje de vacaciones,
seguro que trae buenos recuerdos. Pero si las ves con música, los recuerdos
vienen a tu mente de una manera emocionante y completamente nueva”. “La música
añade otra dimensión –nos explica con interés este músico religioso-: nos
conecta a la dimensión espiritual de nuestra naturaleza, y allí descubrimos a
Dios dentro de nosotros”.
“Mi misión es llevar a Cristo a los demás y la
música es una de las herramientas que Dios me ha dado para llevar a cabo esa
misión”, señala con convencimiento. Algo que vive especialmente con los
jóvenes: “La música ayuda a los jóvenes. Les inspira para encontrarse con
Cristo y para seguirlo de una manera más profunda. Además, la música es una
gran herramienta para romper el hielo con aquellos que están más lejos de
Dios”.
Es algo que vive constantemente: “Toco en un montón
de horas santas a las que me invitan. Me gusta, porque la música prepara el
alma para la oración, relajándolo y levantándolo a Dios. Sucede algo
maravilloso: la música se mezcla con la oración vocal delante de la Eucaristía.
Es una combinación poderosa que puede ser un catalizador para ayudar a los chicos
a experimentar el amor de Cristo de una manera más profunda”.
Pero no todo es adoración. John también compone
para quienes están más alejados de Dios: “Escribo canciones sobre
mis experiencias de la vida y de Dios. Las toco durante los retiros o en momentos
en que estoy con gente que no es cristiana o que no va habitualmente a la
Iglesia. Muchas personas, después de escuchar, se abren y
empiezan a hablar contigo, se rompe el hielo y comienza la conversación. Es
todo un método de preevangelizacion”.
Le hemos preguntado que por qué conecta tan bien la
música con los jóvenes, y nos responde que “la música es algo emocionante,
dinámico, energizante, estimulante y hermoso”. Y analiza algo que no puede
descartarse a la hora de tratar con ellos: “Los jóvenes desconocen todavía
quiénes son y tienen que decidir en qué tipo de personas se convertirán. Para
ellos el futuro es todavía muy abierto y las opciones son muchas. Ellos están
buscando la belleza, la autenticidad, ideales por los que vale la pena vivir y
luchar... en una palabra, están buscando una verdadera vida. Ahí es donde la
música se adapta a sus vidas para ofrecerles inspiración, nuevos ideales, los
valores y la belleza”.
Es habitual verle al hermano tocando en la calle,
colgando sus vídeos en las redes sociales, y le preguntamos por estos
escenarios tan particulares. “No me gusta cantar especialmente en las calles
porque es difícil y hay que ganarse un público. Ganar audiencia es duro. Cuando
estoy en la calle más que tocar música a lo que me dedico es captar la atención
de los viandantes para compartir una palabra con ellos acerca de Cristo después
de la canción”.
Y sobre las redes sociales nos explica que “los
medios de comunicación son oportunidades para la evangelización. Es necesario
llevar comentarios positivos, fotos y música inspiradora. Tenemos
que sembrar un montón de pequeñas semillas de esperanza en todos los medios
sociales. Dejemos que el Espíritu Santo haga crecer estas
semillas, pero debemos hacer nuestra parte por estar presentes y compartir
libremente todas las cosas buenas que Dios está haciendo en nuestras vidas”. FdeN
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