Un
sueño de aire para un puñado de jóvenes con los bolsillos vacíos, nula experiencia
y ninguna recomendación. Sólo son chicos de un pueblo perdido, ¿qué pueden
hacer?
-“Eso
no importa, todo es cuestión de... soñar o morir”. Esta fue la incisiva idea de
Don Juan Carlos Sánchez, párroco en
Ciudad Rodrigo, España. En la reunión de su grupo parroquial, los jóvenes se
quejaban de la superficialidad e inmoralidad reinante en el cine moderno.
-Faltan
películas con valores
-Sí
y qué bueno sería hacer una sobre Jesús, así, llena de Evangelio puro
-Bah,
pero es imposible, se necesita mucha plata, decían.
Él
los dejó discutir por un rato y luego les soltó la frase: Chavales, aquí se
trata de soñar o morir
Jamás
pensó que lo tomarían tan en serio. Y entonces lo imposible fue bautizado con
un nombre: Jesús, el peregrino de la luz. Harían la película, iban por
todo y con todo. El rodaje comenzaba.
Volver
a narrar la vida de Jesús no era un juego. Si iniciaban, adquirían el
compromiso de terminar. Lo harían sin mediocridad, sin ligerezas, con garbo y
mucha ilusión. Es cierto que no podrían alcanzar un nivel cinematográfico
altísimo, pero se prometieron una cosa: pondrían lo mejor de sí mismos. A la
cinta le imprimieron una convicción firme: el mejor mensaje merece la mejor
calidad y la mejor técnica; todo dentro de sus posibilidades.
-Si
Jesús es la luz, nosotros vamos a construirle el candil.
Para
ello consiguieron el equipo, los permisos, el vestuario, el maquillaje y los
directores de fotografía que convirtieron la estepa castellana en la árida
Jerusalén.
-Y
si falta dinero, pues se pone más ingenio y más esfuerzo y más esfuerzo comentaba
Don Juan Carlos.
La
consigna se vivió a fondo. Muchos de los actores eran simples miembros del
grupo parroquial que suplieron su inexperiencia con el sacrificio y la entrega,
compañeros inseparables en los últimos seis meses de rodaje y edición.
Hoy
el sueño está vivo, tiene carne sonido y color. Varios países, entre ellos,
México, Brasil y Estados Unidos han recibido ya la película.
Un
sueño que parecía destinado a la tumba ahora palpita en la pantalla. ¿La causa?
Un círculo de corazones anchos se atrevió a llevarlo a cabo.
En
el exterior la película sigue dando de qué hablar y aunque no aparece en las
más populares carteleras, sí acarrea cuantiosos frutos para las diócesis. Éstas
la han incluido en sus programas pastorales. Incluso en algunos círculos
catequéticos es utilizada como medio de evangelización.
De
entre los implicados en el filme surgieron catequistas para la parroquia, dos
vocaciones al sacerdocio, algunos noviazgos y hasta un matrimonio.
Los
chicos de Ciudad Rodrigo, esos seglares valerosos que me han referido el hecho
ya piensan en la siguiente película ahora con una visión todavía más ambiciosa.
Porque mientras se está vivo, los sueños son irrenunciables, oxígeno para el
alma.
Ojalá
que a la luz de este ejemplo, dejemos en nuestra vida un espacio a las grandes
ilusiones, a las ingeniosas ideas, a los magníficos proyectos, pues el
que deja de soñar ha iniciado su agonía. CP
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