viernes, 29 de noviembre de 2024

Soñar o morir…

Rodar una película traducida a cuatro idiomas, envolver a más de 150 actores, redactar un pulido guión, profesionalizar el equipo, la música, la fotografía...

Un sueño de aire para un puñado de jóvenes con los bolsillos vacíos, nula experiencia y ninguna recomendación. Sólo son chicos de un pueblo perdido, ¿qué pueden hacer?

-“Eso no importa, todo es cuestión de... soñar o morir”. Esta fue la incisiva idea de Don Juan Carlos Sánchez, párroco en Ciudad Rodrigo, España. En la reunión de su grupo parroquial, los jóvenes se quejaban de la superficialidad e inmoralidad reinante en el cine moderno.

-Faltan películas con valores

-Sí y qué bueno sería hacer una sobre Jesús, así, llena de Evangelio puro

-Bah, pero es imposible, se necesita mucha plata, decían.

Él los dejó discutir por un rato y luego les soltó la frase: Chavales, aquí se trata de soñar o morir

Jamás pensó que lo tomarían tan en serio. Y entonces lo imposible fue bautizado con un nombre: Jesús, el peregrino de la luz. Harían la película, iban por todo y con todo. El rodaje comenzaba.

Volver a narrar la vida de Jesús no era un juego. Si iniciaban, adquirían el compromiso de terminar. Lo harían sin mediocridad, sin ligerezas, con garbo y mucha ilusión. Es cierto que no podrían alcanzar un nivel cinematográfico altísimo, pero se prometieron una cosa: pondrían lo mejor de sí mismos. A la cinta le imprimieron una convicción firme: el mejor mensaje merece la mejor calidad y la mejor técnica; todo dentro de sus posibilidades.

-Si Jesús es la luz, nosotros vamos a construirle el candil.

Para ello consiguieron el equipo, los permisos, el vestuario, el maquillaje y los directores de fotografía que convirtieron la estepa castellana en la árida Jerusalén.

-Y si falta dinero, pues se pone más ingenio y más esfuerzo y más esfuerzo comentaba Don Juan Carlos.

La consigna se vivió a fondo. Muchos de los actores eran simples miembros del grupo parroquial que suplieron su inexperiencia con el sacrificio y la entrega, compañeros inseparables en los últimos seis meses de rodaje y edición.

Hoy el sueño está vivo, tiene carne sonido y color. Varios países, entre ellos, México, Brasil y Estados Unidos han recibido ya la película.

Un sueño que parecía destinado a la tumba ahora palpita en la pantalla. ¿La causa? Un círculo de corazones anchos se atrevió a llevarlo a cabo.

En el exterior la película sigue dando de qué hablar y aunque no aparece en las más populares carteleras, sí acarrea cuantiosos frutos para las diócesis. Éstas la han incluido en sus programas pastorales. Incluso en algunos círculos catequéticos es utilizada como medio de evangelización.

De entre los implicados en el filme surgieron catequistas para la parroquia, dos vocaciones al sacerdocio, algunos noviazgos y hasta un matrimonio.

Los chicos de Ciudad Rodrigo, esos seglares valerosos que me han referido el hecho ya piensan en la siguiente película ahora con una visión todavía más ambiciosa. Porque mientras se está vivo, los sueños son irrenunciables, oxígeno para el alma.

Ojalá que a la luz de este ejemplo, dejemos en nuestra vida un espacio a las grandes ilusiones, a las ingeniosas ideas, a los magníficos proyectos, pues el que deja de soñar ha iniciado su agonía. CP

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