jueves, 28 de noviembre de 2024

Los cuatro pilares de un hogar (parte I)…

A veces te habrás preguntado cómo mantener tu hogar ilusionado y con una gran vitalidad de puertas hacia adentro. Es normal. Si queréis, amigo/a, os ofrezco cuatro pilares que sostendrán el edificio de vuestro hogar siempre nuevo y siempre lleno de vida.
Estos son los pilares o cimientos:
1) La oración, respiración de una familia
Cada día debéis dedicaros algún tiempo a la oración. No digáis que no tenéis tiempo. Lo tenéis para muchas cosas y, ¿vais a abandonar algo fundamental en vuestro matrimonio?
Cuando hay oración en casa, todo parece diferente, calmado, tranquilo, sereno como la brisa suave del mar. Es un momento bendito en el que podéis respirar, desahogaros con Dios y lograr que en vuestro corazón brille la luz y nunca la tiniebla.
Nada proporciona tanta alegría y paz durante el día y la noche. Al orar con vuestros hijos, éstos se convierten en personas apacibles y también más bellas, más ellos mismos. Ante esta plaga de consumo, la oración es indispensable para no asfixiarse en un mundo hiperestresado y superestridente.
Cortad un poco la TV, frecuentemente destructora de la intimidad del hogar. No dejéis que sea ella quien mande en casa. No la coloquéis en el centro de la sala de estar. Romperá el círculo familiar.¿Sabes lo que decía un chico italiano de 6 años? ”Señor, haz que mi rostro se parezca a la pequeña pantalla para que papá me mire”. S.O.S. de tantos chicos que no tienen nunca tiempo de ser escuchados, mirados, simplemente amados… Y ese tiempo es la oración quien lo logra.
Drama de las sociedades occidentales que separan las generaciones. Niños que no conocen a sus abuelos. Niños que no tienen a nadie que los escuche, y los abuelos tampoco tienen a nietos a los que cuidar, amar y educar: Dos soledades... yuxtapuestas. Por ejemplo, ¿por qué no hacer la oración después de los informativos y hacer intercesiones o peticiones?
Solamente la oración permite soportar ciertos horrores y unificar el corazón. Conozco a familias en donde una vez por semana, se celebra una velada matrimonial: los esposos se encuentran solos durante algunas horas festivas de plegaria.
A menudo son los hijos quienes se lo recuerdan a sus padres y compran una vela especial. Otra tarde de la semana, es la velada familiar. Ninguna otra persona es invitada. El jueves por la tarde, recordando la Cena de Jesús, puede ser un buen día para esta velada recogida y alegre. Alrededor de una mesa enteramente adornada con flores, se hace una oración perfecta.
Esplendor de estas liturgias familiares en las que el niño recibe el sentido de la belleza. Tiene derecho a la belleza para estar feliz y percibir que vive. Liturgia en la que se transmite la fe de la Iglesia. En los países perseguidos, la fe se mantuvo gracias a las liturgias celebradas en familia, a menudo clandestinamente. Se entabla una relación personal y viva con el Señor que llega a ser así un miembro de la familia, un miembro que forma parte de ella todos los días.
Esta presencia nadie la podrá arrebatar del niño. Es la vacuna contra toda soledad. Incluso si algún día se aleja de esta Presencia, Jesús permanece siempre y nunca lo dejará solo. Y si la oración familiar y conyugal no es posible, la fe no se comparte y esto es para los hijos una gran pena y un profundo dolor. Y si no pudierais estar juntos todos, reza solo pero en nombre de todos los miembros de la familia. Cada vez que reza una familia su ‘nosotros’ se une al de la familia- fuente, la de Nazaret.
Cuando Jesús es encontrado tras tres días de pérdida, María le dice simplemente: “Tu padre y yo, “Nosotros” te buscábamos angustiados”. Pero Jesús, mirando a José, levanta los ojos al cielo y le responde: “Padre mío”. Y más tarde dirá: “Mi Padre y yo, somos uno.” Como si el ‘Nosotros’ de José y María le hubiera evocado el ‘Nosotros’ de la Trinidad Santa.
La unidad de los padres, manifestada en la oración, hace que el hijo levante los ojos y los dirija al Padre del Cielo. Esplendor también de la oración antes y en el momento del acto conyugal. Confiarlo al Espíritu Santo, dueño del amor y dador de vida.
Tobías y su esposa se unían en oración antes de hacer el amor. ‘Esta oración que precede acto íntimo, muestra muy claramente la necesidad de estar unido espiritualmente, de estar re- nacido juntamente con el Espíritu Santo, para que la relación íntima sobrepase el mero deseo sexual’.
Os incumbe una gran responsabilidad, amigos padres, en la formación espiritual de vuestros hijos. Normalmente nunca os ven orar con ellos en la Eucaristía dominical ni en casa. ¿Cómo van a percibir la atmósfera de religiosidad si no la ven en vosotros? Sois padres de la sangre y de la carne de vuestros hijos y también padres de la educación de su espíritu.
La fe le da al hijo alas para volar por encima de los peligros y dificultades que la vida les presente. No es cosa de su bautizo y primera comunión solamente. No, amigos padres, es una educación integral la que necesita vuestro hijo si queréis formar un ser equilibrado en todas sus ricas facetas.
No descarguéis vuestras conciencias en los colegios y en las catequesis. Todo es necesario, pero el ambiente de veros a vosotros viviendo lo que ellos aprenden, es la clave de todo. No quepa la menor duda. ¿Por qué no vas a misa?- les pregunté una vez a unos niños y niñas. Y me respondieron así: “Porque nuestros padres no van”. Luego, si ellos no van- pensaban los chicos y chicas- es que debe valer poco la Eucaristía. Son listos, no creáis.
2) El perdón: es el mejor de los tranquilizantes
La oración es el lugar por excelencia en donde se puede dar y recibir el perdón. Muchas parejas se han separado a causa de no saberse perdonar. ¡Cuántas heridas podrían haberse evitado con un perdón dado a tiempo! Un perdón rechazado es una bomba que explota, un amor que ha sufrido un cortocircuito: la corriente no pasa ya.
¿Por qué esta corta palabra “¿Me perdonas?” es la más difícil de pronunciar en nuestra lengua? ¿Por qué se queda a menudo en la garganta? Un perdón dado es el alcohol de 90° sobre una llaga. Si no, viene la infección, después el absceso y la espera de una intervención quirúrgica. ¿Por qué, pero por qué aguardas a que el hogar esté al borde del precipicio?
Cada noche ofrece y recibe el abrazo del amor. Miraos fijamente en los ojos, bendeciros con una pequeña cruz en la frente: el mejor de los tranquilizantes. Aligerado del peso del resentimiento, te vas al descanso en paz. No tengas miedo al mañana. Las tensiones se aplacan. Los conflictos se resuelven. Sí, perdón recíproco = la más segura de las ‘Mutuas’. Debe circular entre los esposos como entre los hijos. Sepan también los padres pedir perdón a sus hijos y viceversa. Entonces la alegría puede resplandecer sin sombra. Para que el niño se convierta realmente en persona, debe desarrollar todas sus potencialidades esenciales entre las que hay que tener en cuenta su interioridad”.
3) La transparencia: ¡Una confianza!
La vida familiar es una llamada a florecer. Las mismas diferencias y dificultades son beneficiosas con la condición de que no se desliguen del amor y de la verdad. No permitas que se forme una herida o una llaga infecciosa. Cuando haya una tensión que desencadena un conflicto, habla a tu cónyuge y haz con él la operación del perdón o reconciliación. No escondas nunca ninguna sombra entre tú y él.
Haz la paz, y en la dulce paz que reina entre el Padre, el Hijo y el Espíritu, podrás dormir tranquilo. La transparencia devuelve fosforescentes las diferencias. Por ella, las relaciones nos permiten ser nosotros mismos y unirnos interiormente. Como sucede entre el Padre, el Hijo y el Espíritu.
El aprendizaje de la vida comunitaria será mensaje para miles de hermanos si está basado en la Vida Trinitaria.
4) Contra las tensiones y las infecciones: La confesión
Cuando los padres piden perdón a su hijo, y ante él, el perdón de Dios, entonces sabe el hijo que hay como una distancia entre Dios y sus padres. Que no puede confundirlos pura y sencillamente. Que no puede arrojar sobre Dios el resentimiento que él puede experimentar para con sus padres. Los ve haciéndose niños ante Dios. Y, de pronto, Dios, ante sus ojos, no corre el riesgo de ser caricaturizado por sus padres. Hay Alguien más grande, más bello, más santo que ellos.
Pero, ¿cómo ser lo suficientemente pobre en el corazón para mendigar este perdón, si nunca te hincas de rodillas ante el Señor Jesús para que él mismo dinamite y eche fuera con una sola palabra tu pecado, te libre de la parálisis y te ponga de pie en la alegría de haber encontrado su intimidad?
¿A quién ha confiado Dios esta palabra, que solamente puede decir Dios, pues sólo él puede crearla? A esos hombres pecadores como tú, para que te sientas plenamente confiado: los sacerdotes... Este maravilloso sacramento de la Reconciliación es una verdadera operación de cirugía estética: en el rostro de tu corazón. Te devuelve la belleza de una eterna juventud.
Otra cosa que ayuda a vivir en una paz siempre recuperada: decirse que tanto el marido como la esposa pueden ir los primeros a Dios. Vive hoy como si mañana murieras.
Como si fuera la última jornada con él. De pronto, se relativizan todas las cosas. ¡Inténtalo! Verás qué densidad adquiere tu relación con él o con ella.
Puntos para el diálogo
1. ¿Vivís esta dimensión de la oración en casa?
2. ¿La hacéis con vuestros hijos?
3. ¿Os cuesta mucho perdonar?
4. ¿Es por testarudez inmadura?
5. ¿Frecuentáis con vuestros hijos los sacramentos? FS

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