A
veces te habrás preguntado cómo mantener tu hogar ilusionado y con una gran
vitalidad de puertas hacia adentro. Es normal. Si queréis, amigo/a, os ofrezco
cuatro pilares que sostendrán el edificio de vuestro hogar siempre nuevo y
siempre lleno de vida.
Estos son los pilares o cimientos:
1) La oración, respiración de una
familia
Cada
día debéis dedicaros algún tiempo a la oración. No digáis que no tenéis tiempo.
Lo tenéis para muchas cosas y, ¿vais a abandonar algo fundamental en vuestro
matrimonio?
Cuando
hay oración en casa, todo parece diferente, calmado, tranquilo, sereno como la
brisa suave del mar. Es un momento bendito en el que podéis respirar,
desahogaros con Dios y lograr que en vuestro corazón brille la luz y nunca la
tiniebla.
Nada
proporciona tanta alegría y paz durante el día y la noche. Al orar con vuestros
hijos, éstos se convierten en personas apacibles y también más bellas, más
ellos mismos. Ante esta plaga de consumo, la oración es indispensable para no
asfixiarse en un mundo hiperestresado y superestridente.
Cortad
un poco la TV, frecuentemente destructora de la intimidad del hogar. No dejéis
que sea ella quien mande en casa. No la coloquéis en el centro de la sala de
estar. Romperá el círculo familiar.¿Sabes lo que decía un chico italiano de 6
años? ”Señor, haz que mi rostro se parezca a la pequeña pantalla para
que papá me mire”. S.O.S. de tantos chicos que no tienen nunca tiempo de
ser escuchados, mirados, simplemente amados… Y ese tiempo es la oración quien
lo logra.
Drama
de las sociedades occidentales que separan las generaciones. Niños que no
conocen a sus abuelos. Niños que no tienen a nadie que los escuche, y los
abuelos tampoco tienen a nietos a los que cuidar, amar y educar: Dos soledades...
yuxtapuestas. Por ejemplo, ¿por qué no hacer la oración después de los
informativos y hacer intercesiones o peticiones?
Solamente
la oración permite soportar ciertos horrores y unificar el corazón. Conozco a
familias en donde una vez por semana, se celebra una velada matrimonial:
los esposos se encuentran solos durante algunas horas festivas de
plegaria.
A
menudo son los hijos quienes se lo recuerdan a sus padres y compran una vela
especial. Otra tarde de la semana, es la velada familiar. Ninguna
otra persona es invitada. El jueves por la tarde, recordando la Cena de Jesús,
puede ser un buen día para esta velada recogida y alegre. Alrededor de una mesa
enteramente adornada con flores, se hace una oración perfecta.
Esplendor
de estas liturgias familiares en las que el niño recibe el sentido de la
belleza. Tiene derecho a la belleza para estar feliz y percibir que vive.
Liturgia en la que se transmite la fe de la Iglesia. En los países perseguidos,
la fe se mantuvo gracias a las liturgias celebradas en familia, a menudo
clandestinamente. Se entabla una relación personal y viva con el Señor que
llega a ser así un miembro de la familia, un miembro que forma parte de ella
todos los días.
Esta
presencia nadie la podrá arrebatar del niño. Es la vacuna contra toda
soledad. Incluso si algún día se aleja de esta Presencia, Jesús permanece
siempre y nunca lo dejará solo. Y si la oración familiar y conyugal no es
posible, la fe no se comparte y esto es para los hijos una gran pena y un
profundo dolor. Y si no pudierais estar juntos todos, reza solo pero en nombre
de todos los miembros de la familia. Cada vez que reza una familia su
‘nosotros’ se une al de la familia- fuente, la de Nazaret.
Cuando
Jesús es encontrado tras tres días de pérdida, María le dice simplemente: “Tu
padre y yo, “Nosotros” te buscábamos angustiados”. Pero Jesús, mirando a José,
levanta los ojos al cielo y le responde: “Padre mío”. Y más tarde dirá: “Mi
Padre y yo, somos uno.” Como si el ‘Nosotros’ de José y María le hubiera
evocado el ‘Nosotros’ de la Trinidad Santa.
La
unidad de los padres, manifestada en la oración, hace que el hijo levante los
ojos y los dirija al Padre del Cielo. Esplendor también de la oración antes y
en el momento del acto conyugal. Confiarlo al Espíritu Santo, dueño del amor y
dador de vida.
Tobías
y su esposa se unían en oración antes de hacer el amor. ‘Esta oración que
precede acto íntimo, muestra muy claramente la necesidad de estar unido
espiritualmente, de estar re- nacido juntamente con el Espíritu Santo, para que
la relación íntima sobrepase el mero deseo sexual’.
Os
incumbe una gran responsabilidad, amigos padres, en la formación espiritual de
vuestros hijos. Normalmente nunca os ven orar con ellos en la Eucaristía
dominical ni en casa. ¿Cómo van a percibir la atmósfera de religiosidad si no
la ven en vosotros? Sois padres de la sangre y de la carne de vuestros hijos y
también padres de la educación de su espíritu.
La
fe le da al hijo alas para volar por encima de los peligros y dificultades que
la vida les presente. No es cosa de su bautizo y primera comunión solamente.
No, amigos padres, es una educación integral la que necesita vuestro hijo si
queréis formar un ser equilibrado en todas sus ricas facetas.
No
descarguéis vuestras conciencias en los colegios y en las catequesis. Todo es
necesario, pero el ambiente de veros a vosotros viviendo lo que ellos aprenden,
es la clave de todo. No quepa la menor duda. ¿Por qué no vas a misa?- les
pregunté una vez a unos niños y niñas. Y me respondieron así: “Porque nuestros
padres no van”. Luego, si ellos no van- pensaban los chicos y chicas- es que
debe valer poco la Eucaristía. Son listos, no creáis.
2) El perdón: es el mejor de los
tranquilizantes
La
oración es el lugar por excelencia en donde se puede dar y recibir el perdón.
Muchas parejas se han separado a causa de no saberse perdonar. ¡Cuántas heridas
podrían haberse evitado con un perdón dado a tiempo! Un perdón rechazado es una
bomba que explota, un amor que ha sufrido un cortocircuito: la corriente no
pasa ya.
¿Por
qué esta corta palabra “¿Me perdonas?” es la más difícil de pronunciar en
nuestra lengua? ¿Por qué se queda a menudo en la garganta? Un perdón dado es el
alcohol de 90° sobre una llaga. Si no, viene la infección, después el absceso y
la espera de una intervención quirúrgica. ¿Por qué, pero por qué aguardas a que
el hogar esté al borde del precipicio?
Cada
noche ofrece y recibe el abrazo del amor. Miraos fijamente en los ojos,
bendeciros con una pequeña cruz en la frente: el mejor de los tranquilizantes.
Aligerado del peso del resentimiento, te vas al descanso en paz. No tengas
miedo al mañana. Las tensiones se aplacan. Los conflictos se resuelven.
Sí, perdón recíproco = la más segura de las ‘Mutuas’. Debe circular
entre los esposos como entre los hijos. Sepan también los padres pedir perdón a
sus hijos y viceversa. Entonces la alegría puede resplandecer sin sombra. Para
que el niño se convierta realmente en persona, debe desarrollar todas sus
potencialidades esenciales entre las que hay que tener en cuenta su
interioridad”.
3) La
transparencia: ¡Una confianza!
La
vida familiar es una llamada a florecer. Las mismas diferencias y dificultades
son beneficiosas con la condición de que no se desliguen del amor y de la
verdad. No permitas que se forme una herida o una llaga infecciosa. Cuando haya
una tensión que desencadena un conflicto, habla a tu cónyuge y haz con él la
operación del perdón o reconciliación. No escondas nunca ninguna sombra entre
tú y él.
Haz
la paz, y en la dulce paz que reina entre el Padre, el Hijo y el Espíritu,
podrás dormir tranquilo. La transparencia devuelve fosforescentes las
diferencias. Por ella, las relaciones nos permiten ser nosotros mismos
y unirnos interiormente. Como sucede entre el Padre, el Hijo y el Espíritu.
El
aprendizaje de la vida comunitaria será mensaje para miles de hermanos si está
basado en la Vida Trinitaria.
4) Contra
las tensiones y las infecciones: La confesión
Cuando
los padres piden perdón a su hijo, y ante él, el perdón de Dios, entonces sabe
el hijo que hay como una distancia entre Dios y sus padres. Que no puede
confundirlos pura y sencillamente. Que no puede arrojar sobre Dios el
resentimiento que él puede experimentar para con sus padres. Los ve haciéndose
niños ante Dios. Y, de pronto, Dios, ante sus ojos, no corre el riesgo de ser
caricaturizado por sus padres. Hay Alguien más grande, más bello, más santo que
ellos.
Pero,
¿cómo ser lo suficientemente pobre en el corazón para mendigar este perdón, si
nunca te hincas de rodillas ante el Señor Jesús para que él mismo dinamite y
eche fuera con una sola palabra tu pecado, te libre de la parálisis y te ponga
de pie en la alegría de haber encontrado su intimidad?
¿A
quién ha confiado Dios esta palabra, que solamente puede decir Dios, pues sólo
él puede crearla? A esos hombres pecadores como tú, para que te sientas
plenamente confiado: los sacerdotes... Este maravilloso sacramento
de la Reconciliación es una verdadera operación de cirugía estética: en el
rostro de tu corazón. Te devuelve la belleza de una eterna juventud.
Otra
cosa que ayuda a vivir en una paz siempre recuperada: decirse que tanto el
marido como la esposa pueden ir los primeros a Dios. Vive hoy como si
mañana murieras.
Como si fuera la última jornada con él. De pronto, se relativizan todas las cosas.
¡Inténtalo! Verás qué densidad adquiere tu relación con él o con ella.
Puntos para el diálogo
1. ¿Vivís
esta dimensión de la oración en casa?
2.
¿La hacéis con vuestros hijos?
3.
¿Os cuesta mucho perdonar?
4.
¿Es por testarudez inmadura?
5.
¿Frecuentáis con vuestros hijos los sacramentos? FS
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