Las dos semillas (12-01-13)
Dos semillas están juntas en la tierra sembrada.
La primera dijo:
“Quiero crecer. Quiero que mis raíces lleguen muy abajo en el suelo y que mis retoños rompan la corteza de la tierra que tengo arriba…
Quiero desplegar mis tiernos brotes como banderas para anunciar la llegada de la primavera…
Quiero sentir el calor del sol en mi cara y la bendición del rocío matinal en mis pétalos”
La primera dijo:
“Quiero crecer. Quiero que mis raíces lleguen muy abajo en el suelo y que mis retoños rompan la corteza de la tierra que tengo arriba…
Quiero desplegar mis tiernos brotes como banderas para anunciar la llegada de la primavera…
Quiero sentir el calor del sol en mi cara y la bendición del rocío matinal en mis pétalos”
Y entonces creció.
La segunda semilla dijo:
“Tengo miedo.
Si dejo que mis raíces vayan hacia abajo, no sé qué encontraré en la oscuridad.
Si me abro camino a través del suelo duro por sobre mi puedo dañar mis delicados retoños…
¿Y si dejo que mis brotes se abran y una serpiente trata de comerlos?
Además, si abriera mis pimpollos, tal vez un niño pequeño me arranque del suelo.
No, me conviene esperar hasta que sea seguro”.
Y entonces esperó. Un ave que andaba dando vueltas por el lugar en busca de comida, encontró a la semilla que esperaba y enseguida se la tragó.
“El que al viento observa, no sembrará, y el que mira a las nubes, no segará. Por la mañana siembra tu semilla, y a la tarde no dejes de reposar tu mano.” (Eclesiastés. 11: 4-6)
Cualquiera que oye estas palabras mías y las pone en práctica, será semejante a un hombre sabio que edificó su casa sobre la roca; y cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos y azotaron aquella casa; pero no se cayó, porque había sido fundada sobre la roca. Mateo 7:24,25.
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