viernes, 11 de enero de 2013

Salmo 6


Salmo 6 – Oración del afligido que acude a Dios

Agobiado por sus sufrimientos, un enfermo pide al Señor que lo perdone y le devuelva la salud (vs. 2-3), exponiendo los males que lo afligen (vs 4, 7-8) y los motivos que tiene para implorar la ayuda divina (vs. 5-6).
Estas oraciones podían ser utilizadas en cualquier caso de enfermedad.
Los enfermos las recitaban personalmente en el Templo, y si estaban impedidos, lo hacían por medio de un representante.

Señor, no me corrijas con ira, no me castigues con cólera. Misericordia, Señor, que desfallezco; cura, Señor, mis huesos dislocados. Tengo el alma en delirio, y tú, Señor, ¿hasta cuándo? Vuélvete, Señor, liberta mi alma, sálvame por tu misericordia. Porque en el reino de la muerte nadie te invoca, y en el abismo, ¿quién te alabará? Estoy agotado de gemir: de noche lloro sobre el lecho, riego mi cama con lágrimas. Mis ojos se consumen irritados, envejecen por tantas contradicciones. Apartaos de mí, los malvados, porque el Señor ha escuchado mis sollozos; el Señor ha escuchado mi súplica, el Señor ha aceptado mi oración. Que la vergüenza abrume a mis enemigos, que avergonzados huyan al momento.

«Estoy agotado de gemir, de noche lloro sobre el lecho, riego mi cama con lágrimas».

No lloro por miedo a nadie ni por compasión de mí mismo. Sufro en la noche sin conciliar el sueño, porque sé que me he portado mal contigo, Señor, y ese pensamiento me parte el alma y ahuyenta el sueño. Acepta mis lágrimas, Señor.
No me imaginaba yo, en aquella desgraciada hora en que mi conciencia se obnubiló y el hecho fatal se consumó en la sombra, que su memoria había de plantarse tan pronto frente a mis ojos para estropearme el día y robarme el sueño. Y tampoco puedo imaginarme ahora cómo pude yo olvidarme de ti en aquel triste momento y obrar como si tú no existieras, como si tú no estuvieras presente sufriendo el desplante de que yo te hacía objeto en mi hermano con gesto insensato. Lo hice con frialdad, como todos lo hacen cuando defraudan a otro en la cruel competencia de este mundo sin ley. Lo hice y me encogí de hombros, creyendo que todo quedaría en eso.


Dios de misericordia, ¿qué podrás negarnos si nos has dado a tu Hijo Jesucristo, médico y salud de nuestras almas?; por eso, danos también tu maná espiritual, la eucaristía, para que no desfallezcamos; no nos hagas esperar más, danos tu salvación. Por Jesucristo, nuestro Señor.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario