miércoles, 16 de enero de 2013

Salmo 9


Salmo 9 – Acción de Gracias por la victoria

Es un salmo de acción de gracias individual con algunos elementos de súplica individual (14-15. 20-21). En él, una persona da gracias al Señor de todo corazón por las maravillas y hazañas que ha llevado a cabo. E invita a otras personas a celebrarlo festivamente (12), probablemente en el templo de Jerusalén, lugar al que el salmista ha debido desplazarse con la intención de ofrecer un sacrificio de acción de gracias y para contar al pueblo cómo le ha liberado el Señor.
Este salmo nos ofrece una cruda visión de la sociedad en que tuvo su origen: hay muchos implicados en una injusticia que engendra exclusión, pobreza e indigencia. La única esperanza de los oprimidos es el nombre del Señor, el Dios que, tanto en el pasado como en el presente, escuchó y sigue escuchando el clamor de los pobres. Un Dios que inclinó el oído e hizo justicia. Y el salmista le da gracias, sin olvidar la dura realidad de injusticia que ha vivido anteriormente y sin olvidar tampoco la necesidad de seguir suplicando.


Te doy gracias, Señor, de todo corazón, proclamando todas tus maravillas; me alegro y exulto contigo, y toco en honor de tu nombre, oh Altísimo. Porque mis enemigos retrocedieron, cayeron y perecieron ante tu rostro. Defendiste mi causa y mi derecho, sentado en tu trono como juez justo. Reprendiste a los pueblos, destruiste al impío y borraste para siempre su apellido. El enemigo acabó en ruina perpetua, arrasaste sus ciudades y se perdió su nombre. Dios está sentado por siempre en el trono que ha colocado para juzgar. El juzgará el orbe con justicia y regirá las naciones con rectitud. El será refugio del oprimido, su refugio en los momentos de peligro. Confiarán en ti los que conocen tu nombre, porque no abandonas a los que te buscan. Tañed en honor del Señor, que reside en Sión; narrad sus hazañas a los pueblos; él venga la sangre, él recuerda y no olvida los gritos de los humildes. Piedad, Señor; mira como me afligen mis enemigos; levántame del umbral de la muerte, para que pueda proclamar tus alabanzas y gozar de tu salvación en las puertas de Sión. Los pueblos se han hundido en la fosa que hicieron, su pie quedó prendido en la red que escondieron. El Señor apareció para hacer justicia, y se enredó el malvado en sus propias acciones. Vuelvan al abismo los malvados, los pueblos que olvidan a Dios. El no olvida jamás al pobre, ni la esperanza del humilde perecerá. Levántate, Señor, que el hombre no triunfe: sean juzgados los gentiles en tu presencia. Señor, infúndeles terror, y aprendan los pueblos que no son más que hombres.

«El Señor será refugio del oprimido, su refugio en los momentos de peligro.
Confiarán en ti los que conocen tu nombre, porque no abandonas a los que te buscan”.

La conciencia de la injusticia y la defensa de los oprimidos estaban muy presentes en el corazón de los que primero hicieron y rezaron estos Salmos, y ese pensamiento me consuela, Señor. La lucha por el pobre existe desde que tu Pueblo existe. «El clamor del pobre» y «los gritos de los humildes» suenan en tus oídos desde que este Salmo se cantó en Israel. La oración «no te olvides del pobre, Señor, ..., el pobre se encomienda a ti» es la primera oración de tu pueblo como pueblo, con su conciencia de grupo y su sentido de justicia; y tu pronta respuesta queda también grabada en el Salmo con segura gratitud: «Señor, tú escuchas los deseos de los humildes, les prestas oídos y los animas; tú defiendes al huérfano y al desvalido: que el hombre hecho de tierra no vuelva a sembrar su terror».

Te damos gracias, Señor, de todo corazón: porque nuestros enemigos retroceden ante ti, porque juzgas el orbe con justicia y eres refugio del oprimido; recibe en tus manos las vidas de los que mueren en la guerra o son víctimas de la violencia. Por Jesucristo, nuestro Señor.

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