Salmo 18 – Los cielos proclaman la gloria de Dios
En este Salmo se encuentran yuxtapuestos dos poemas de estilo y contenido diversos.
► El primero es un himno de intensa vibración lírica, que celebra la gloria del Creador manifestada en la armonía y grandiosidad del firmamento (vs. 2-7).
► El segundo es un poema didáctico, en el que se describen las excelencias de la Ley divina.
Se establece un paralelismo entre las dos manifestaciones de la gloria de Dios: una en la Creación y en las perfecciones del universo, y otra en la Revelación concedida a su Pueblo, fuente de felicidad y de vida para los que le aman y aceptan sus exigencias.
► El primero es un himno de intensa vibración lírica, que celebra la gloria del Creador manifestada en la armonía y grandiosidad del firmamento (vs. 2-7).
► El segundo es un poema didáctico, en el que se describen las excelencias de la Ley divina.
Se establece un paralelismo entre las dos manifestaciones de la gloria de Dios: una en la Creación y en las perfecciones del universo, y otra en la Revelación concedida a su Pueblo, fuente de felicidad y de vida para los que le aman y aceptan sus exigencias.
1. CON ISRAEL
Para un judío fervoroso, la ley, lejos de ser una traba minuciosa, una regla legalista y formalista, es un verdadero "don de Dios". Al revelar al hombre la ley de su ser, Dios hace Alianza con él, para ayudarlo en sus comportamientos vitales: como el sol que "desposa la tierra" para darle vida, en el don de la ley hay algo así como la alegría de las nupcias, ¡es un misterio nupcial! La letanía de "cualidades" atribuidas a la ley recuerda las cualidades que se dan los enamorados.
2. CON JESÚS
De seguro, Jesús cantó este salmo con mucho fervor.
Sus parábolas, casi todas tomadas de la "naturaleza", nos muestran su gran admiración por la creación. ¡Todo lo bello le "hablaba", le hablaba del Padre!
3. CON NUESTRO TIEMPO
La ley de Dios. Nosotros, hombres modernos, ¿no tendríamos que redescubrir lo que es una "ley"? El autor de este salmo, proclama jubilosamente que tiene una "ley". No da la impresión de estar presionado, forzado por ella, como si esta ley se la impusieran de fuera... "Los mandatos del Señor son rectos, alegran el corazón... son más preciosos que el oro, más dulces que la miel".
El cielo proclama la gloria de Dios, el firmamento pregona la obra de sus manos: el día al día le pasa el mensaje, la noche a la noche se lo susurra. Sin que hablen, sin que pronuncien, sin que resuene su voz, a toda la tierra alcanza su pregón y hasta los límites del orbe su lenguaje. Allí le ha puesto su tienda al sol: él sale como el esposo de su alcoba, contento como un héroe, a recorrer su camino. Asoma por un extremo del cielo, y su órbita llega al otro extremo: nada se libra de su calor. La ley del Señor es perfecta, y es descanso del alma; el precepto del Señor es fiel, e instruye al ignorante. Los mandatos del Señor son rectos, y alegran el corazón; la norma del Señor es límpida, y da luz a los ojos. La voluntad del Señor es pura, y eternamente estable; los mandamientos del Señor son verdaderos, y enteramente justos. Más preciosos que el oro, más que el oro fino; más dulces que la miel, de un panal que destila. Aunque tu siervo vigila para guardarlos con cuidado, ¿quién conoce sus faltas? Absuélveme de lo que se me oculta. Preserva a tu siervo de la arrogancia, para que no me domine: así quedaré libre e inocente del gran pecado. Que te agraden las palabras de mi boca, y llegue a tu presencia el meditar de mi corazón, Señor, roca mía, redentor mío.
«El día al día le pasa el mensaje, la noche a la noche se lo susurra. Sin que hablen, sin que pronuncien, sin que resuene su voz, a toda la tierra alcanza su pregón y hasta los límites del orbe su lenguaje».
Ese pregón, ese lenguaje, esa sabiduría secreta nos habla a nosotros también. Su mensaje es claro: Dios no falla nunca. Ese es el secreto de las estrellas. Y la misma mano que las guía a ellas eternamente por las rutas invisibles del cielo nos guía también a nosotros por los laberintos imposibles de nuestro viaje sobre la tierra. Mira a los cielos y cobra ánimo. Dios respalda a su creación.
Cielo y tierra al unísono. Tu Hijo nos enseñó a pedir que tu voluntad se haga en la tierra como en el cielo. Veo a todos los cuerpos celestes que obedecen a tu voluntad con fácil perfección, y pido para mí esa misma facilidad en seguir las rutas de tu gracia. Esa es la oración que rezo a diario, enseñado por tu Hijo.
Es verdad que yo tengo la libertad -que el sol y la luna no tienen- de escoger dirección y desviarme de tu camino. Por eso te pido que me dirijas despacio, me corrijas suavemente, me cuides a lo largo de mi órbita.
Demos gracias a Dios y proclamemos su gloria por el don de la creación y por el sol que ilumina nuestro día; pero más aún porque Cristo, luz verdadera que ilumina a todo hombre, resplandece sobre nosotros y asoma por un extremo del cielo y llega al otro extremo sin que nada se libre de su calor.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario