martes, 15 de enero de 2013

Salmo 8


Salmo 8 – Qué grande es tu nombre

La alabanza contenida en este célebre himno expresa la intuición poético-religiosa del salmista, que contempla con ojos asombrados la obra de Dios en la creación.
Su pensamiento se concentra en el hombre, realidad casi insignificante en comparación con la majestad del cielo, y objeto, al mismo tiempo, de una inexplicable solicitud por parte del Creador (v. 5).
Ningún otro de los seres creados recibió una dignidad semejante a la de él (v. 6), y todas las cosas están sometidas a su dominio (vs. 7-9).

1. CON ISRAEL
Este himno a la realeza de Yahveh debía cantarse, (en una fe), en una fiesta nocturna, bajo el encanto de un cielo estrellado, y la transparencia de las noches sin nubes del oriente. Este salmo es la traducción en canción y en oración de la enseñanza o catecismo elemental de la religión de Israel, el Génesis: Un Dios creador de todo, que confía todo al hombre y lo coloca en lo más alto: "Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza. Dominad la tierra y sometedla… Os doy todo. …" (Génesis 1:2)

2. CON JESÚS
Para Jesús, la verdadera grandeza del hombre está en los pequeños, en aquellos que aceptan recibir todo con sencillez. Y Jesús insistía en la necesidad de la humildad: "Padre, te bendigo porque ocultaste estas cosas a los sabios y prudentes y las revelaste a los pequeñitos" (Lucas 10,21).

3. CON NUESTRO TIEMPO
La grandeza del hombre. En el corazón, en el centro de este universo abrumador, inmenso, está el "hombre", infinitamente más grande que este mundo... sí, ¡el hombre es más grande y más importante que el sol! ¿Por qué? Porque ocupa constantemente el pensamiento de Dios, responde el salmo:"¿Qué es el hombre para que de él te acuerdes, el hijo de Adán (el terrícola) para que de él cuides?"

Señor, Dios nuestro, ¡que admirable es tu nombre en toda la tierra! Ensalzaste tu majestad sobre los cielos. De la boca de los niños de pecho has sacado una alabanza contra tus enemigos, para reprimir al adversario y al rebelde. Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que has creado. ¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él, el ser humano, para darle poder? Lo hiciste poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad, le diste el mando sobre las obras de tus manos, todo lo sometiste bajo sus pies. Rebaños de ovejas y toros, y hasta las bestias del campo, las aves del cielo, los peces del mar, todo lo sometiste bajo sus pies.

«¡Señor, dueño nuestro, qué admirable es tu nombre en toda la tierra!»

La naturaleza recoge el frescor de tus dedos, la vida de tu aliento, el temblor de la majestad de tu presencia, la serena alegría de tu bendición de paz. Disfruto de una puesta de sol, porque es obra exclusivamente tuya, y no hay mano humana que pueda retocarla; y, como es exclusivamente tuya, me trae en imagen virgen el mensaje directo de tu presencia. Y disfruto cuando en la oscuridad de la noche que habla de intimidad te veo trazar sobre el cielo tu firma de estrellas. ¿Entiendes ahora por qué me gusta mirar al cielo por la noche para descifrar con fe y con amor el código secreto de tu caligrafía celeste?
«Contemplo el cielo, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que has creado, y me digo a mí mismo con alegre orgullo: «Señor, Dios nuestro, ¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra!»

Oh Dios, admirable en tus obras, autor de prodigios; Tú has extendido sobre nosotros el cielo, admirable obra de tus dedos, y has desplegado tu acción en nuestra tierra para que tu majestad sea exaltada sobre los cielos; permítenos contemplar la admirable obra realizada en Cristo para que también nosotros te tributemos la alabanza y la gloria que mereces por los siglos de los siglos. Amén.

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