domingo, 27 de enero de 2013

Salmo 20


Salmo 20 – Acción de Gracias por la victoria del Rey

Este canto litúrgico de acción de gracias está estrechamente vinculado con el Salmo 19: la súplica del pueblo antes de la batalla ha sido escuchada, y el Señor ha concedido al rey una resonante victoria.
El Salmo consta de tres partes.
La primera (vs. 2-8) es una expresión de alegre reconocimiento por las bendiciones concedidas al rey, en particular, por el triunfo alcanzado.
En la segunda (vs. 9-13), un sacerdote o un profeta interviene para anunciar la victoria total sobre los enemigos del Señor y del rey.
Por último (v. 14), la comunidad pide al Señor, en una breve súplica, que despliegue su poder para cumplir la promesa expresada anteriormente.



Señor, el rey se alegra por tu fuerza…

Para nosotros, cristianos, este salmo es como un himno ante la victoria de Cristo resucitado, como una contemplación gozosa de su triunfo y una acción de gracias por el reino inaugurado en el misterio pascual del Señor. Cristo se siente colmado de gozo en la presencia del Padre; vestido de honor y majestad, en su resurrección de entre los muertos, ha conseguido la vida que pidió y ve que sus años se prolongan sin término.
Al rezar este salmo, debemos alegrarnos por el triunfo de Cristo sobre el pecado y la muerte, y pedir también que esta victoria de Jesús, cabeza de la Iglesia, sea finalmente compartida por la misma Iglesia, que es su cuerpo, y por toda la humanidad, última destinataria de la lucha de Cristo contra el mal: Levántate, Señor, con tu fuerza, y al son de instrumentos cantaremos tu poder, cuando contemplaremos la humanidad entera glorificada en el último día.



Señor, el rey se alegra por tu fuerza, ¡y cuánto goza con tu victoria! Le has concedido el deseo de su corazón, no le has negado lo que pedían sus labios. Te adelantaste a bendecirlo con el éxito, y has puesto en su cabeza una corona de oro fino. Te pidió vida, y se la has concedido, años que se prolongan sin término. Tu victoria ha engrandecido su fama, lo has vestido de honor y majestad. Le concedes bendiciones incesantes, lo colmas de gozo en tu presencia; porque el rey confía en el Señor, y con la gracia del Altísimo no fracasará. Levántate, Señor, con tu fuerza, y al son de instrumentos cantaremos tu poder.

EL DESEO DE MI CORAZÓN
«Le has concedido el deseo de su corazón». Estas palabras me traen la alegría, Señor. Estas palabras te definen a ti con la profundidad de la fe y el cariño que llegan a rozar tu esencia: Tú eres el que satisface los deseos del corazón del hombre. Tú has hecho ese corazón, y sólo tú puedes llenarlo. Puedes hacerlo, y de hecho lo haces, y ésa es hoy mi alegría y mi consuelo.
«Le has concedido el deseo de su corazón». Al concedérselo a «él» me estás diciendo que también estás dispuesto a concedérmelo a mí. Lo que haces por el rey de Israel lo haces por tu pueblo, y lo que haces por tu pueblo lo haces por mí. Quieres concederme el deseo de mi corazón como le concediste al rey de Israel sus victorias.
Eso me hace pensar en la seriedad de tu presencia: ¿Cuál es, en realidad, el deseo de mi corazón? ¿Cuáles son las victorias que yo anhelo? Ahora que sé que estás dispuesto a satisfacer mis deseos, quiero escudriñar mi corazón para saber lo que él desea y manifestártelo a ti para que actúes...
… Mientras sigo buscando, te voy a pedir un favor, Señor: Dame la gracia de saber qué es lo que yo mismo quiero. Ese es en este momento el deseo de mi corazón.



Señor, tú que has concedido a Cristo la vida que te pidió, otórganos también a nosotros el deseo de nuestro corazón: cólmanos de gozo en tu presencia, y al son de instrumentos cantaremos tu poder, por los siglos de los siglos. Amén.

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