jueves, 31 de enero de 2013

Salmo 24


Salmo 24 – Acuérdate de mí con misericordia

En medio de la soledad y la aflicción (v. 16), el salmista apela confiadamente a la misericordia divina (v. 6). Su petición se fundamenta en una serie de reflexiones sobre la bondad del Señor, que enseña su camino a los pecadores y a los humildes (vs. 8-9).
El artificio “alfabético” -frecuente en los Salmos de tono sapiencial- hace que las ideas se sucedan con bastante libertad, sin una conexión demasiado evidente.

1. CON ISRAEL
“Veinte peticiones suplicantes”… hechas a Dios, para implorar: el don de fidelidad a la Alianza y el perdón de las infidelidades a la Alianza.

2. CON JESÚS
Jesús nos salva, nos perdona. Habló de sí mismo como el “camino hacia el Padre”: en este salmo se habla cuatro veces “de los caminos de Dios”, dos veces “de las sendas de Dios”, dos veces se le pide que “nos guíe”.

3. CON NUESTRO TIEMPO
La fidelidad a Dios, la fe, es una sabiduría, superior, un modo de vida, un camino de felicidad. No dejemos de meditar en esta bella imagen de la “senda”: es necesario avanzar… Caminar… “por la senda de Dios”.

A ti, Señor, levanto mi alma; Dios mío, en ti confío no quede yo defraudado, que no triunfen de mí mis enemigos, pues los que esperan en ti no quedan defraudados, mientras que el fracaso malogra a los traidores. Señor, enséñame tus caminos, instrúyeme en tus sendas: haz que camine con lealtad; enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador, y todo el día te estoy esperando. Recuerda, Señor, que tu ternura y tu misericordia son eternas; no te acuerdes de los pecados ni de las maldades de mi juventud; acuérdate de mí con misericordia, por tu bondad, Señor. El Señor es bueno y es recto, y enseña el camino a los pecadores; hace caminar a los humildes con rectitud, enseña su camino a los humildes. Las sendas del Señor son misericordia y lealtad
para los que guardan su alianza y sus mandatos. Por el honor de tu nombre, Señor, perdona mis culpas, que son muchas.
¿Hay alguien que tema al Señor? Él le enseñará el camino escogido: su alma vivirá feliz, su descendencia poseerá la tierra. El Señor se confía con sus fieles,
y les da a conocer su alianza. Tengo los ojos puestos en el Señor, porque El saca mis pies de la red.
Mírame, oh Dios, y ten piedad de mí, que estoy solo y afligido. Ensancha mi corazón oprimido y sácame de mis tribulaciones. Mira mis trabajos y mis penas y perdona todos mis pecados; mira cuántos son mis enemigos, que me detestan con odio cruel. Guarda mi vida y líbrame,
no quede yo defraudado de haber acudido a ti. La inocencia y la rectitud me protegerán, porque espero en ti.
Salva, oh Dios, a Israel de todos sus peligros.

«En ti confío; no sea yo confundido».

¿Caes en la cuenta, Señor, de lo que te sucederá a ti si tú me fallas y yo quedo avergonzado? Con derecho o sin él, pero llevo tu nombre y te represento ante la sociedad, de modo que, si mi reputación baja... también bajará la tuya junto con la mía. Estamos unidos. Mi vergüenza, quieras que no, te afecte a ti. Por eso te suplico con doble interés: Por la gloria de tu nombre, Señor, ¡no me falles!
Ya sé que mis pecados se meten de por medio y lo estropean todo. Por eso ruego: «acuérdate de mí con misericordia, por tu bondad, Señor». No te fijes en mis maldades, sino en la confianza que siento en ti. Sobre esa confianza he basado toda mi vida. Por esa confianza puedo hablar y obrar y vivir. La confianza de que tú nunca me has de fallar.
Responde a mi confianza y redime mi fe. Dame signos de tu presencia para que mi fe se fortalezca y mis palabras resulten verdaderas. Muestra en mi vida que tú nunca fallas a quienes se entregan a ti, para que pueda yo vivir en plenitud esa confianza y la proclame con convicción. Dios nunca le falla a su Pueblo. Los que esperan en ti no quedan defraudados»

Señor, quien espera en ti no queda defraudado, por eso, levantamos nuestras almas, a fin de que nos lleves por el camino de la salvación. Por Jesucristo, nuestro Señor.

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