Salmo 55 – Confianza en las palabras de Dios
● Un hombre perseguido implacablemente (v. 9) apela al poder de Dios para que lo libre de sus adversarios.
● No obstante la gravedad del peligro (vs. 2-3, 6-7), el salmista no pierde la fe en el Señor (v. 5) y espera confiadamente el momento de su liberación (vs. 10-12).
● En la seguridad de ser escuchado por Dios, promete darle gracias públicamente por el beneficio recibido (vs. 13-14).
Lamentación y súplica en la persecución
+ Como las otras lamentaciones, también ésta la repite de modo particular Cristo, cuyos enemigos planeaban y espiaban, atentando contra su vida.
+ Después Cristo puede pronunciar su oráculo de salvación: él es la luz y la vida, y por él nos salva el Padre de la muerte.
● No obstante la gravedad del peligro (vs. 2-3, 6-7), el salmista no pierde la fe en el Señor (v. 5) y espera confiadamente el momento de su liberación (vs. 10-12).
● En la seguridad de ser escuchado por Dios, promete darle gracias públicamente por el beneficio recibido (vs. 13-14).
Lamentación y súplica en la persecución
+ Como las otras lamentaciones, también ésta la repite de modo particular Cristo, cuyos enemigos planeaban y espiaban, atentando contra su vida.
+ Después Cristo puede pronunciar su oráculo de salvación: él es la luz y la vida, y por él nos salva el Padre de la muerte.
Misericordia, Dios mío, que me hostigan, me atacan y me acosan todo el día; todo el día me hostigan mis enemigos, me atacan en masa. Levántate en el día terrible, yo confío en ti. En Dios, cuya promesa alabo, en Dios confío y no temo: ¿qué podrá hacerme un mortal? Todos los días discuten y planean pensando sólo en mi daño; buscan un sitio para espiarme, acechan mis pasos y atentan contra mi vida. Anota en tu libro mi vida errante, recoge mis lágrimas en tu orbe, Dios mío. Que retrocedan mis enemigos cuando te invoco, y así sabré que eres mi Dios. En Dios, cuya promesa alabo, en Dios confío y no temo; ¿qué podrá hacerme un hombre? Te debo, Dios mío, los votos que hice, los cumpliré con acción de gracias; porque libraste mi alma de la muerte, mis pies de la caída; para que camine en presencia de Dios a la luz de la vida.
CAMINAR EN TU PRESENCIA
Vivir es caminar. Moverse, seguir adelante, abrir camino y otear horizontes. Quedarse quieto no es vivir; es pasividad, inercia y muerte. Y correr tampoco es vivir; es atropellar acontecimientos sin tiempo para saber lo que son.
El caminar mantiene mis pies en contacto con la tierra, mis ojos abiertos al vivo paisaje, mis pulmones llenos de aire nuevo a cada paso, mi piel alerta al saludo del viento. A cada instante estoy del todo donde estoy, y del todo moviéndome al instante siguiente en el flujo constante que es la vida. Caminar es el deporte más agradable en la vida, porque vivir es la cosa más agradable del mundo.
Y mi caminar es caminar contigo, Señor; a tu lado, en tu presencia y a tu paso. Caminar en la presencia del Señor: eso es lo que quiero que sea mi vida. El lujo exquisito del paso reposado, la tradición perdida de andar por andar, la compañía silenciosa, la común dirección, la meta final. Caminar contigo. De la mano, paso a paso, día a día. Sabiendo siempre que tú estás a mi lado, que caminas conmigo, que disfrutas mi vida conmigo. Y cuando pienso y veo que tú disfrutas mi vida conmigo, ¿cómo no la voy a disfrutar yo mismo?
«Me has salvado de la muerte, para que camine en tu presencia a la luz de la vida».
Seguiremos caminando, Señor.
Vivir es caminar. Moverse, seguir adelante, abrir camino y otear horizontes. Quedarse quieto no es vivir; es pasividad, inercia y muerte. Y correr tampoco es vivir; es atropellar acontecimientos sin tiempo para saber lo que son.
El caminar mantiene mis pies en contacto con la tierra, mis ojos abiertos al vivo paisaje, mis pulmones llenos de aire nuevo a cada paso, mi piel alerta al saludo del viento. A cada instante estoy del todo donde estoy, y del todo moviéndome al instante siguiente en el flujo constante que es la vida. Caminar es el deporte más agradable en la vida, porque vivir es la cosa más agradable del mundo.
Y mi caminar es caminar contigo, Señor; a tu lado, en tu presencia y a tu paso. Caminar en la presencia del Señor: eso es lo que quiero que sea mi vida. El lujo exquisito del paso reposado, la tradición perdida de andar por andar, la compañía silenciosa, la común dirección, la meta final. Caminar contigo. De la mano, paso a paso, día a día. Sabiendo siempre que tú estás a mi lado, que caminas conmigo, que disfrutas mi vida conmigo. Y cuando pienso y veo que tú disfrutas mi vida conmigo, ¿cómo no la voy a disfrutar yo mismo?
«Me has salvado de la muerte, para que camine en tu presencia a la luz de la vida».
Seguiremos caminando, Señor.
Padre, alabamos tu promesa de salvación y confiamos en ti; ayúdanos para que caminemos en tu presencia a la luz de la vida. Por Jesucristo, nuestro Señor.
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