martes, 5 de marzo de 2013

Salmo 57


Salmo 57 – Poderoso y violento clamor por la justicia

+ Este poema es un severo reproche contra los jueces inicuos, que con sus decisiones arbitrarias fomentan la violencia y la injusticia en la sociedad.
+ Después de una invectiva llena de sarcasmo (vs. 2-3), el Salmo describe la inconducta de los jueces y su obstinación en el mal (vs. 4-6), y lanza contra ellos enérgicas imprecaciones (vs. 7-10).
+ Por último, anuncia la alegría que experimentarán los justos cuando se manifieste la justicia de Dios (vs. 11-12).
El rebelarse internamente ante la injusticia triunfante es sentimiento cristiano, y no es contra la caridad sentir sed de justicia entre los hombres. Ni es cristiano quedarse indiferente ante el abuso organizado de los potentes. Aunque el cristiano no apele a la violencia y a la venganza personal, suplica a Dios que imponga su verdadera justicia.
También Cristo pronunció sus terribles malaventuras contra los poderosos; no opuso resistencia a los que lo condenaban, pero puso su causa «en manos del que juzga con justicia». Y el Padre restableció la justicia resucitando a su Hijo. Si la injusticia y la violencia continúan en el mundo, rezamos para que llegue poco a poco y definitivamente aquella manifestación de Dios «que hace justicia en la tierra».

¿Es verdad, poderosos, que dais sentencias justas, que juzgáis rectamente a los hombres? Al contrario, en el corazón, planeáis delitos y, en la tierra, vuestra mano inclina la balanza a favor del violento. Se extravían los malvados desde el vientre materno, los mentirosos se pervierten desde que nacen: Llevan veneno como las serpientes, son víboras sordas que cierran el oído para no oír la voz del encantador experto en echar conjuros. Oh Dios, rómpeles los dientes en la boca, quiebra, Señor, los colmillos a los leones; que se derritan como agua que se escurre, que se marchiten como hierba pisoteada; sean como babosa que se deslíe al andar, como aborto que no llega a ver el sol. Antes de que broten como espinas de un zarzal, que los consuma el fuego como a los cardos. Y goce el justo viendo la venganza, bañe sus pies en la sangre de los malvados; y comenten los hombres: “El justo alcanza su fruto, porque hay un Dios que hace justicia en la tierra.” Y goce el justo viendo la venganza, bañe sus pies en la sangre de los malvados; y comenten los hombres: “El justo alcanza su fruto, porque hay un Dios que hace justicia en la tierra.”

SORDO A TU PALABRA
«Los mentirosos se pervierten desde que nacen».
No pienso en otros, sino en mí y en el mal que hay dentro de mí. Me digo a veces a mí mismo que, sencillamente, es que no oigo tu voz, ¿y qué le voy a hacer? No sé lo que quieres de mí, y eso me deja libre para hacer lo que quiera. Excusa vana.
Me tapo los oídos y me niego a escuchar. Me cierro en mi obstinación, y el veneno del egoísmo fermenta en mis entrañas. Y luego, al hablar, hiero; al tocar, quemo; al presentarme ante otros, me hago temido y odioso.
Ábreme los oídos, Señor. Hazme dócil a tu voz, abierto a tus encantos. Saca todo el veneno que llevo dentro. No permitas nunca que pierda el contacto contigo. No permitas que interrumpa, aunque sólo sea por un momento, mi comunicación contigo.
Afina mi oído, Señor. Hazme abierto, alerta, a tono con todo lo que es bueno y bello en el mundo y, sobre todo, a tono contigo, con tu voz, con tu presencia. Quiero aprender a oír, a escuchar, a dar la bienvenida siempre a tu palabra, para que mi propia vida sea la encarnación de tu Palabra en mí.

Padre omnipotente, Cristo, tu Hijo, puso su causa en tus manos, porque juzgas rectamente; nosotros, pueblo tuyo, te pedimos que llegue tu justicia a toda la tierra. Por Jesucristo, nuestro Señor.

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