“Una
mujer hacendosa, ¿quién la hallará? Vale mucho más que las perlas… Cantadle por
el éxito de su trabajo, que sus obras la alaben en la plaza” (Pro 31,10.31). He
ahí el principio y la conclusión de ese espléndido himno que encontramos en el
libro de los Proverbios.
Algunos
estudiosos sugieren que puede ser un himno a la sabiduría personificada.
Gracias a ella se mantiene en pie la familia y vive en armonía toda la
sociedad. Pero la imagen empleada contiene un elogio a la mujer hacendosa.
Sostiene su hogar con su trabajo, atiende a su familia y, además, se muestra
compasiva con los pobres y los necesitados.
La
imagen ideal de la familia reaparece en el salmo responsorial. Precisamente
este salmo 128 (127) ha sido glosado por el papa Francisco en su exhortación Amoris laetitia.
En
este penúltimo domingo del año litúrgico es muy oportuna la lectura en la que
Pablo pide a los Tesalonicenses que vivan en la luz y estén siempre preparados
para el “Día del Señor”, que llegará como un ladrón en la noche (1Tes 5,1-6).
EL ENCARGO Y EL JUICIO
Como
sabemos, en el capítulo 25 del evangelio de Mateo encontramos tres parábolas
sobre la esperanza. Tras la parábola de las diez doncellas invitadas a la boda,
se incluye la de los talentos que, antes de irse de viaje, un hombre entrega a
sus siervos, con el encargo de que negocien con ellos (Mt 25,14-30).
•
El primero recibe cinco talentos, negocia con ellos y gana otros cinco. Al
regresar, su amo lo alaba, calificándolo como “siervo bueno y fiel”, y le
promueve en su cargo.
•
El segundo recibe dos talentos, con los que logra hacer negocio y ganar otros
dos. También él es alabado por su amo, que le confía una importante
responsabilidad.
•
El tercero recibe un talento. Precisamente él, que presume de conocer bien a su
amo, no secunda sus proyectos. Así que esconde bajo tierra el talento para devolverlo
a su amo, que, en el juicio, lo condena por inútil, negligente y holgazán.
ESPERANZA RESPONSABLE
Hemos
meditado muchas veces esta parábola de los talentos. Y tantas otras veces hemos
reflexionado sobre las lecciones que encierra para nosotros.
•
En primer lugar nos complace ver que el amo confía en sus propios criados. Y
agradecemos a Dios que también a nosotros nos haya confiado tantos tesoros de
la naturaleza y de la gracia.
•
Además, vemos que la espera de la venida del Señor no puede justificar nuestra
pereza. Si creer es crear, esperar es operar. La esperanza no puede alejarnos
de la tarea de trabajar por el progreso humano y por la extensión del Reino de
Dios.
• Finalmente,
descubrimos que el premio concedido a los que viven una esperanza activa y
comprometida no consiste en algún bien material. El mayor premio es “entrar en
el gozo de nuestro Señor” y el mayor castigo es ser alejados de él.
-
Señor Jesús, sabemos y creemos que hemos de vivir esperando tu manifestación.
Agradecemos los dones que nos has confiado. Y te pedimos que tu gracia nos
ayude a vivir una esperanza gozosa y responsable. Amén. J-RFA
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