Fiesta de la Presentación del Señor
Fiesta litúrgica, 02
de Febrero
Martirologio Romano:
Fiesta de la Presentación del Señor, llamada Hypapante por los griegos:
Cuarenta días después de Navidad, Jesús fue conducido al Templo por María y
José, y lo que podía aparecer como cumplimiento de la ley mosaica era realmente
su encuentro con el pueblo creyente y gozoso, manifestándose como luz para
alumbrar a las naciones y gloria de su pueblo Israel.
Para cumplir la ley,
María fue al Templo de Jerusalén, a los cuarenta días del nacimiento de Jesús Esta
fiesta ya se celebraba en Jerusalén en el siglo IV.
La festividad de hoy, de
la que tenemos el primer testimonio en el siglo IV en Jerusalén, se llamaba
hasta la última reforma del calendario, fiesta de la Purificación de la Virgen
María, en recuerdo del episodio de la Sagrada Familia, que nos narra San Lucas
en el capítulo 2 de su Evangelio. Para cumplir la ley, María fue al Templo de
Jerusalén, a los cuarenta días del nacimiento de Jesús, para ofrecer su
primogénito y cumplir el rito legal de su purificación. La reforma litúrgica de
1960 y 1969 restituyó a la celebración el título de “presentación del Señor”
que tenía al principio: la oferta de Jesús al Padre, en el Templo de Jerusalén,
es un preludio de su oferta sacrificial sobre la cruz.
Este acto de obediencia
a un rito legal, al que no estaban obligados ni Jesús ni María, constituye una
lección de humildad, como coronación de la meditación anual sobre el gran
misterio navideño, en el que el Hijo de Dios y su divina Madre se nos presentan
en el cuadro conmovedor y doloroso del pesebre, esto es, en la extrema pobreza
de los pobres, de los perseguidos, de los desterrados.
El encuentro del Señor
con Simeón y Ana en el Templo acentúa el aspecto sacrificial de la celebración
y la comunión personal de María con el sacrificio de Cristo, pues cuarenta días
después de su divina maternidad la profecía de Simeón le hace vislumbrar las
perspectivas de su sufrimiento: “Una espada te atravesará el alma”: María,
gracias a su íntima unión con la persona de Cristo, queda asociada al
sacrificio del Hijo. No maravilla, por tanto, que a la fiesta de hoy se le haya
dada en otro tiempo mucha importancia, tanto que el emperador Justiniano
decretó el 2 de febrero día festivo en todo el imperio de Oriente.
Roma adoptó la
festividad a mediados del siglo VII, y el Papa Sergio I (687-701) instituyó la
más antigua de las procesiones penitenciales romanas, que salía de la iglesia
de San Adriano y terminaba en Santa María Mayor. El rito de la bendición de los
cirios, del que ya se tiene testimonio en el siglo X, se inspire en las palabras
de Simeón: “Mis ojos han visto tu salvación, que has preparado ante la faz de
todos los pueblos, luz para iluminar a las naciones”. Y de este rito
significativo viene también el nombre popular de esta fiesta: la así llamada
fiesta de la “candelaria”.
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