En aquel tiempo dijo
Jesús: Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas mi siguen. Yo les doy
vida eterna y no perecerán jamás, y nadie las arrebatará de mi mano. El Padre,
que me las ha dado, es más grande que todos, y nadie puede arrebatar nada de la
mano del Padre. Yo y el Padre somos uno. Juan 10, 27-30
Reflexión
En este tiempo pascual, la Iglesia quiere llamar nuestra atención sobre el Señor resucitado. Él es el modelo del hombre que debe nacer en nosotros: el hombre pascual, el hombre nuevo, el hombre redimido y renovado por Cristo.
En este tiempo pascual, la Iglesia quiere llamar nuestra atención sobre el Señor resucitado. Él es el modelo del hombre que debe nacer en nosotros: el hombre pascual, el hombre nuevo, el hombre redimido y renovado por Cristo.
Este hombre pascual es,
ante todo, un hombre de fe. Ahora, ¿qué es la fe? La fe no es aceptar una
doctrina religiosa, sino es traducirla en la vida. La fe es una realidad vital,
un proceso de vida. No es creer en ciertos artículos de fe, sino es creer en
una persona, es creer en Jesucristo - es identificarse con Él, orientar toda su
vida hacia Él.
El Evangelio de hoy nos
muestra a Jesucristo como Buen Pastor. Es una imagen muy conocida desde el
cristianismo primitivo. Ya la encontramos en las Catacumbas. Pero también hoy
en día todos conocemos estas imágenes del Buen Pastor en medio de su rebaño o
con la oveja sobre sus hombros. Parece que a los cristianos de todos los
tiempos esta persona del Buen Pastor los impresionó mucho.
¿Qué nos dice a nosotros
esta imagen de Jesucristo? Por una parte, nos muestra la actitud del Buen
Pastor frente a nosotros: Nos llama, nos busca, nos dirige, nos orienta, nos
protege y defiende. En el fondo es la manifestación de que yo nunca estoy solo
en mi camino de vida.
Desde mi Bautismo,
cuando comenzó su amistad conmigo, Jesús siempre está a mi lado, nunca me
abandona. Él es mi compañero, invisible pero fiel, en todas las situaciones de
mí camino: En horas felices, Él aumenta mi alegría. En horas tristes, Él
comparte la cruz conmigo.
Pero, por otra parte,
esta imagen del Buen Pastor nos muestra también la actitud de las ovejas, es
decir, nuestra actitud frente a Él. Las ovejas lo conocen, lo escuchan, le
siguen, le confían. Es la manifestación de que una vida de íntima unión con
Cristo depende también de mí.
Él está presente en mi
vida, me ofrece su amistad y compañía. Pero yo tengo que aceptarlas, tengo que
abrirle mi corazón, tengo que acercarme a Él. Y no sólo durante una hora por
semana, en la misa dominical, debo identificarme con Él, sino toda mi vida debe
orientarse hacia Él: mi trabajo y mi descanso, mi vida personal y familia, mi
compromiso social, político y cristiano. Resulta una convivencia y un diálogo
profundo, vital y permanente con el Señor.
“Las ovejas me conocen y
escuchan mi voz”. Pero la pregunta es: ¿conocemos nosotros realmente a Cristo?
¿Le dedicamos suficiente tiempo para conocerlo más? ¿Nos interesamos
verdaderamente por Él? ¿Tratamos de dialogar con Él, de encontramos con Él? Existen
muchos caminos, muchos lugares de encuentro con Cristo, si lo buscamos
sinceramente.
Un primer camino son los
sacramentos, p.ej. esta Eucaristía que estamos celebrando. Jesús mismo nos
invita a comer su propio Cuerpo y entrar así en la más profunda comunión con
Él. ¿Lo entendemos así? ¿Sentimos su presencia real en medio de nosotros?
Otro lugar de encuentro
es la Biblia, el Evangelio. En él, Jesucristo nos habla constantemente. Y
nosotros, ¿tenemos una Biblia? Y si la poseemos, ¿la leemos regularmente, para escuchar
la palabra del Señor?
La oración personal es
otro camino de encuentro con Cristo. ¡Cuántas horas pasamos charlando,
conversando con los amigos! ¡Pero qué poco tiempo hablamos con Jesús, nuestro
mejor amigo!
Tal vez cada uno podría
pedirle hoy a Jesús que nos regale vocaciones sacerdotales y de vida consagrada
que tanto necesita nuestra Iglesia.
La tierra de encuentro
más fecunda con Cristo es la Sma. Virgen María. Porque ¿quién nos llevará a
Jesús mejor que su Madre? Ya el Papa San Pio X dijo: María es el camino más
fácil, más corto y más seguro hacia Jesucristo. Y los grandes Santos de todos
los siglos afirman y prueban con su vida la verdad e importancia de este camino
clásico: por María a Jesús. Entonces, cuando buscamos una relación personal,
vital con Cristo, debemos acercarnos a María.
Queridos hermanos,
pidamos, por eso, a la Sma. Virgen que Ella nos conduzca hacia un encuentro
profundo y permanente con su Hijo Jesús: en esta Eucaristía y en nuestra vida
de cada día. NS
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