El que permanece
en mí... da fruto abundante.
La
imagen es de una fuerza extraordinaria. Jesús es la «vid», los que creemos en
él somos los «sarmientos». Toda la vitalidad de los cristianos nace de él. Si
la savia de Jesús resucitado corre por nuestra vida, nos aporta alegría, luz,
creatividad, coraje para vivir como vivía él. Si, por el contrario, no fluye en
nosotros, somos sarmientos secos. Éste es el verdadero problema de una Iglesia
que celebra a Jesús resucitado como «vid» llena de vida, pero que está formada,
en buena parte, por sarmientos muertos. ¿Para qué seguir distrayéndonos en
tantas cosas, si la vida de Jesús no corre por nuestras comunidades y nuestros
corazones? Nuestra primera tarea hoy y siempre es «permanecer» en la vid, no
vivir desconectados de Jesús, no quedarnos sin savia, no secarnos más. ¿Cómo se
hace esto? El evangelio lo dice con claridad: hemos de esforzarnos para que sus
«palabras» permanezcan en nosotros. La vida cristiana no brota espontáneamente
entre nosotros. El evangelio no siempre se puede deducir racionalmente. Es
necesario meditar largas horas las palabras de Jesús. Sólo la familiaridad y
afinidad con los evangelios nos hace ir aprendiendo poco a poco a vivir como
él. Este acercamiento frecuente a las páginas del evangelio nos va poniendo en
sintonía con Jesús, nos contagia su amor al mundo, nos va apasionando con su
proyecto, va infundiendo en nosotros su Espíritu. Casi sin darnos cuenta, nos
vamos haciendo cristianos. Esta meditación personal de las palabras de Jesús
nos cambia más que todas las explicaciones, discursos y exhortaciones que nos
llegan del exterior. Las personas cambiamos desde dentro. Tal vez, éste sea uno
de los problemas más graves de nuestra religión: no cambiamos, porque sólo lo
que pasa por nuestro corazón cambia nuestra vida; y, con frecuencia, por
nuestro corazón no pasa la savia de Jesús. La vida de la Iglesia se
trasformaría si los creyentes, los matrimonios cristianos, los presbíteros, las
religiosas, los obispos, los educadores tuviéramos como libro de cabecera los
evangelios de Jesús. JAP
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